entrevista exclusiva

Paula Seminara, la musa argentina de Joaquín Sabina

Diario Hoy habló en exclusiva con la mujer a la que el cantautor dedicó el tema Dieguitos y Mafaldas, entre otros fulgores de un romance que dejó un rico anecdotario.

La niña de los ojos de la luna” es ahora madre de dos hijos, fue presidenta de una filial del club Boca Juniors, sigue tenien­do la energía de reinventarse cada día y mantiene vivo uno de los re­cuerdos más bellos que le regaló la vida.

Un día sacó las entradas para ver con su novio –fan de Joaquín Sabina– uno de los conciertos del cantautor español en el Gran Rex, pero una semana antes la dejó. Quedó sola con las entradas, y a las puertas de una historia de amor que jamás hubiera imaginado. Paula Inés Seminara, en diálogo con diario Hoy, recordó esos tiempos y anticipó su proyecto literario.

—Contanos anécdotas con Joaquín.
—Anécdotas tengo muchas. Nunca fui consciente de que estaba con Joaquín Sabina. Para mí era Joaquín. Simple, sencillo, muy afectivo, muy humano. Por aquel entonces, podíamos caminar tranquilamente por Corrientes y Lavalle, comer pizza de muzzarella con anchoas en Los Inmortales. Compartíamos cenas con amigos y familia en mi casa de González Catán. Entonces la casa se llenaba de gente, el barrio se revolucionaba. A él le divertía mucho mi ausencia de vergüenza. Salíamos del hotel cinco estrellas, yo totalmente vestida de Boca de pies a la cabeza, pantalones pintados azules y amarillos, gorro de arlequín. Imaginate cómo me miraba la gente. Y ni te cuento cuando veíamos los partidos de verano en algún bar y me peleaba con los del equipo contrario de la mesa de al lado. A Joaquín le encantaba. Creo que esa manera de ser, natural, fue lo que hizo que se enamorara de mí.

—¿Vos lo hiciste de Boca?
—No, él era simpatizante de Boca cuando lo conocí. Lo que sí creo es que fui responsable de que estuviera pendiente de los resultados, los días de partido, los técnicos, las incorporaciones. Por aquel entonces, mi humor dependía de las victorias. Por suerte compartimos mucho la era Bianchi, así que tuvo que soportar mi fanatismo, pero con alegría.

—¿Qué recordás del viaje compartido a Villa La Angostura?
—Villa La Angostura fue un antes y un después para mí. Fue mi primera vez en viajar en avión, la primera vez que viajaba sola. En esos tiempos no existía el celular, quedaba incomunicada de mi familia. Iba a convivir una semana con personas que jamás había visto en mi vida. Si bien conocía a Joaquín, no habíamos compartido más de dos o tres encuentros, así que fue muy sorprendente cuando recibí el llamado del mánager de Fito Páez diciendo que tenía un pasaje reservado para mí. Y, como todas las cosas que suceden sin esperarlas y sin buscarlas, fue un viaje maravilloso. Fue en ese viaje cuando me dije: “Paula, creo que estás en problemas”. Comenzaba a enamorarme de Joaquín.

—¿Cuáles fueron las vivencias más fuertes de acompañarlo en su gira por México y España?
—Con Joaquín comencé a viajar. Nunca había salido del país, y al conocer sitios tan impresionantes como México y España, sentía que estaba en un sueño. Pasar noches de borracheras en Tenampa, cantando abrazaditos en la plaza Garibaldi con los mariachis y sus guitarrones, sus violines, sus trajes... Todo era mágico, todo era José Alfredo y Chavela Vargas. Todo era delicioso. España fue diferente. Las cosas entre nosotros no estaban como hubiese deseado. Si lo veo hoy a la distancia, ese viaje fue más bien una despedida.

—¿Cuándo escuchaste por primera vez Dieguitos y Mafaldas?
—La escuché unas diez veces seguidas, una tras otra, llorando, y mirando a Joaquín, casi sin mencionar una palabra. Lo primero que pensé fue: “¿Cómo me puede describir tan bien con una canción?”. Era yo. Era Paula de pies a cabeza. Mi tango, mi barrio, mis heridas, mis angustias, mi Dieguito, mis Mafaldas, mi Bombonera.

—¿Nunca más surgió la posibilidad de retomar la relación?
—No. Me he equivocado muchas veces. Él se ha equivocado otras tantas. Nos equivocamos ambos y no supimos perdonarnos. Él lo dijo muchas veces: “No hay ninguna historia de amor real que tenga un final feliz. Si es amor, no tendrá final, y si lo tiene, no será feliz”. Nuestro final no fue feliz, pero me da la pauta de que fue una historia de amor real, y hoy con eso es suficiente.

—¿En qué ha quedado la idea de escribir un libro sobre las mujeres, el fútbol y el tango?
—No es una idea. Casi lo tengo. Digo casi porque tengo el primer borrador. Empecé a escribir cuando regre­sé de peregrinar por el Camino de Santiago de Compostela. Sin darme cuenta, se transformó en una novela autobiográfica, que cuenta la historia de Paula, de sus amores, de su infancia, de la relación con Joaquín Sabina, una historia de amor, traiciones, encuentros, desencuentros. También sobre Boca, por supuesto. Y cómo paso de ser hincha en La 12 a formar parte de las listas en las elecciones y a militar por el espacio de la mujer en el fútbol. Te encontrás con muchas cosas, con tango, con anécdotas, con poemas inéditos, con viajes por distintas ciudades. Boca, Joaquín y el Camino de Santiago se transformaron en tres historias que tienen en común la pasión.

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