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¿Qué es la nada?

La filosofía, la física y la matemática han intentado explicar uno de esos conceptos que todos entendemos qué quiere decir hasta que nos piden que lo definamos.

"Para que una conciencia pueda imaginar, es necesario que escape al mundo por su misma naturaleza. En una palabra: que sea libre. Para poder imaginar, basta que la conciencia pueda ir más allá de lo real constituyéndolo como mundo, en la medida que la conversión en nada de lo real está siempre implicada por su constitución en mundo”, escribió el filósofo francés Jean Paul Sartre en su obra El ser y la nada, publicada en 1943. El concepto de la nada se enlaza con la necesidad del vacío y del silencio, que son rasgos naturales del mundo físico, de la especulación filosófica y de toda estética. Según Heidegger, la nada está vedada al pensamiento científico, pero el arte la tiene muy en cuenta. En dibujo y en pintura, lo implícito o sugerido puede ser más elocuente que una fiel representación. En jazz, un silencio mínimo puede enfatizar mejor el acorde inmediato. En física, es evidente que un vacío deberá existir para el movimiento de estrellas, planetas, moléculas, átomos y electrones.

Hay una frase que se atribuye a Winston Churchill, uno de los políticos más relevantes del siglo XX, quien quería despejarse del líder laboralista que en 1945 lo despojó de su puesto de Primer Ministro británico: “Todas las mañanas un auto vacío llega a 10 Downing Street. Se detiene, una puerta se abre y de allí baja Clement Attlee”. Aunque Churchill era un hombre muy ingenioso, es probable que en el caso haya remedado otro sarcasmo atribuido a su amigo Charles Chaplin: “En la Metro Goldwyn Mayer no hay nadie que piense, y ese hombre es Louis B. Mayer”. La observación era factible, porque entre ambas leyendas del mundo cinematográfico existió una gran rivalidad.

Más allá de las frases sarcásticas, hubo grandes corrientes filosóficas que postularon o rechazaron la idea de un vacío absoluto, así como esa idea apareció en el budismo o el taoísmo. En un extraordinario cuento sobre Ulises y las sirenas, Franz Kafka narró cómo el héroe se taponaba los oídos con cera, a fin de atravesar el mar sin sentirse tentado por el canto de las sirenas. Pero de inmediato, el escritor agregó: “Ahora bien, si hay algo irresistible en las sirenas es su silencio”. Curiosamente, en una de las cartas que se consideran su testamento, Kafka le escribió a Max Brod: “Todo lo que se encuentre de mis escritos cuando yo muera debe ser quemado de forma inmediata, sin ser leído”.

El sabio uso del vacío y de la nada ha llevado, sin embargo, a extremos artísticos menos tolerables. En su libro Festival mágico matemático, Martin Gardner comienza por postular que su tema es la nada y lo ilustra con una portada de la revista Mind, donde se muestra simplemente un rectángulo vacío. Un epígrafe aclara “Este lado arriba”; otro identifica al dibujo como “Retrato de su inmanencia el absoluto”; y una descripción final enriquece el rectángulo así: “Modo de empleo. Póngase el ojo de la fe, con cariño, pero firmemente, en el centro de la página, guíñese el ojo y mírese fijamente hasta que usted lo vea”.

Gardner enumeró algunas formas más mercenarias de la nada, empezando por los cuadros de Ad Reinhardt, quien hacia 1951 comenzó a pintar lienzos completamente azules y otros completamente rojos, hasta que llegó el paso culminante de pintarlos absolutamente negros. En 1965, Reinhardt vendía esos cuadros en tres galerías distintas de Nueva York (una por color) a precios que oscilaban de 2.000 a 12.000 dólares. Aunque algunos críticos lo aniquilaron como inefable charlatán, otros condescendieron a estimar su “manifestación definitiva de la pureza estética”.

Asimismo, Gardner señaló el equivalente sonoro de esos cuadros vacíos recordando una pieza de John Cage para piano, titulada 4’33, que pide ejecutar un silencio total durante cuatro minutos y treinta y tres segundos. Según Cage, el lapso de 273 segundos equivale al cero absoluto en temperatura y eso explica la inspiración de la obra. Por su parte, la Enciclopedia Británica describió esa obra musical como “pieza muda para cualquier instrumento o combinación de instrumentos”.

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