cultura
La canción más desgarradora del siglo XX
Sesenta años después de ser estrenada, Strange fruit fue puesta en la cúspide de las creaciones musicales del siglo pasado.
En 1999, fue elegida como la canción más importante del siglo XX. Sin embargo, la primera vez que se interpretó Strange fruit en un garito nadie aplaudió. Segundos antes de terminar la canción, cuando la intérprete pronunciaba las dolientes últimas palabras (“esta es una extraña y amarga cosecha”), las luces del Café Society neoyorquino, con capacidad para 200 personas, se apagaron. Instantes después se encendieron, pero la cantante había desaparecido. Quienes estaban allí afirmaron que Billie Holiday estaba vomitando en el pequeño baño del local, sobrecogida después de su estremecedora interpretación.
La letra tiene solo tres estrofas, profundas, dolientes: “De los árboles del sur cuelga una fruta extraña. / Sangre en las hojas, y sangre en la raíz. / Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña. / Extraña fruta cuelga de los álamos./Escena pastoral del valiente sur. / Los ojos saltones y la boca retorcida. / Aroma de las magnolias, dulce y fresco. / Y el repentino olor a carne quemada. Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos. / Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire, para que el sol la pudra, para que los árboles lo dejen caer./ Esta es una extraña y amarga cosecha”.
El origen de la canción refería a una foto que apareció con escándalo en los diarios de 1939: mostraba el cadáver de un negro ahorcado y quemado colgando de un árbol en medio del campo en los confines de Mississippi. La primera vez que Billie Holiday la cantó, la mayoría de los medios periodísticos lamentaron que la politización hubiera llegado al jazz, e incluso daban a entender que Holiday la cantaba sin entender la letra.
Fue compuesta por Abel Meeropol (seudónimo de Lewis Allan, un maestro comunista judío del Bronx). El día que vio la foto del negro linchado escribió aquellas líneas, que envió como poema a The New Masses, el diario del PC norteamericano, y además le puso música y empezó a tocarla en los mitines del partido. Esas reuniones se hacían los lunes en el Café Society, un bar en Greenwich Village en cuyas paredes había murales defendiendo la causa republicana de la Guerra Civil Española y un Hitler simiesco colgando del techo. El Café Society era uno de los pocos lugares públicos de la ciudad donde los músicos negros que tocaban de martes a domingos podían entrar por la puerta principal y no por la cocina.
El Café Society fue el primer lugar fuera de Harlem donde cantó en vivo Billie Holiday. Por entonces, los blancos no condenaban los linchamientos racistas y guardaban silencio porque los afroamericanos, en su supuesta inferioridad, debían ser domesticados. El dueño del Café Society quería que Billie cerrara su show con esa canción, que cuando sonaran los primeros acordes se apagaran todas las luces del local (menos un foco que daba en la cara de Billie) y se interrumpiera todo el servicio del bar, las mesas y la cocina, para impedir el menor ruido.
Dijo Eduardo Galeano: “Cuando Billie Holiday cantó Strange Fruit, cayeron las barreras de la censura y el miedo. Ella cantó con los ojos cerrados y la canción fue un himno religioso por obra y gracia de esa voz nacida para cantarlo, y desde entonces cada negro linchado pasó a ser mucho más que un extraño fruto colgado de un árbol pudriéndose al sol”.
Billie jamás estuvo intimidada. Ella había sufrido y seguía sufriendo las consecuencias del racismo. Desde muy chicha se había acostumbrado al dolor, separada de sus padres, violada cuando solo tenía diez años, trabajando como prostituta en Harlem. Ya convertida en una estrella, en las giras no podía utilizar el mismo transporte que los demás músicos, ni compartir el mismo hotel. “Puedes estar caminando por la calle con un vestido muy caro y gardenias en el pelo y no ver ni una caña de azúcar en kilómetros a la redonda y aún así seguir trabajando en una plantación”, explicó alguna vez.
La Columbia, el sello que le sacaba los discos a Billie, no quiso saber nada de grabársela, después del suelto de Time. Pero ella la grabó igual, para un sello mucho más pequeño, Commodore Records.
