CULTURA

Sixto Rodríguez, o como ser una leyenda en vida y no enterarse

Este músico norteamericano de la década del 60, completamente desconocido en su país, se convirtió en ídolo de la canción en Sudáfrica, aunque se enteró de ello mucho tiempo después.

A fines de los 60 Sixto Rodríguez grabó dos discos en Estados Unidos, cuyas ventas totales no superaron en su momento los 20 ejemplares. Ningún medio se ocupó de comentarlas. Las radios lo ignoraban y a sus recitales concurría menos gente que la que iba habitualmente a esos bares. El cantor empezó a buscar un trabajo alternativo, relegando la música para las reuniones de entrecasa. Pero ocurrió un milagro: una viajera

sudafricana escuchó en una disquería una canción pegadiza y decidió comprar el disco titulado Cold fact. Esa mujer tenía un programa de radio en Ciudad del Cabo, con una gran audiencia. Comenzó a pasarlo y fue como hacer rodar una bola de nieve desde lo más alto de la montaña. El éxito fue arrasador. El disco se editó y Sixto Rodríguez se hizo famosísimo en Sudáfrica, vendió más discos que Elvis Presley y Los Beatles. Podría haber gozado de ese éxito en tierras extrañas para resarcirse de tanta indiferencia en su propio país, pero algo se lo impidió: no estaba enterado de su gloria. La grabadora había decidido no avisarle y embolsarse las regalías millonarias.

Jesús Sixto Díaz Rodriguez nació en Detroit, el 10 de julio de 1942. Por entonces, y por muchos años después, los blancos no se mezclaban con los negros, vivían en barrios separados y ni siquiera podían tomar el mismo transporte público. Por su origen latino y su sensibilidad social, sus canciones denunciaban la discriminación y recordaban la igualdad esencial de todos los seres humanos.

En Sudáfrica corrían sobre el músico las más diversas leyendas: que se estaba preparando en secreto para ser presidente de los Estados Unidos y acabar de una vez por todas con el racismo, que se había suicidado a lo bonzo en el escenario, que estaba por editar un disco acompañado por Los Rolling Stones. Su canción Anti establishment blues (el blues anti sistema) se convirtió en himno del movimiento antiapartheid.

El dueño de una disquería sudafricana, que se llamaba como el título de una de las canciones de Rodríguez Sugar man, peregrinó por los Estados Unidos en busca del intérprete. Nadie sabía darle noticias de él. Para cuando lo localizó, hacía mucho tiempo que el cantante se había vuelto albañil y militante de un partido de izquierda. Recién allí, Sixto Rodríguez se enteró de lo importante que fue para muchas generaciones de sudafricanos, que había ganado dos discos de platino y que sus canciones eran alzadas como banderas contra la segregación racial.

Searching Sugar Man es el documental ganador de un premio Oscar, que cuenta la curiosísima historia de este cantor, a partir del testimonio de sus vecinos, compañeros de trabajo y productores que estuvieron cercanos a Sixto Rodríguez. En la película se ve al cantor en su escritorio en Palm Springs, Los Ángeles, repasando sus canciones y escuchando Cause, una composición en la que cuenta la historia de un hombre despedido de su trabajo pocos días antes de la Navidad. El gerente de la grabadora consideraba que la canción de protesta solo tenía sentido si el cantor era famoso. No era el caso de Sixto, por lo cual rescindieron su contrato sin más.

Sixto Rodríguez, se volvió a su barrio y se dedicó a trabajar como obrero de la construcción. En la soledad de su casa, cada tanto desenfundaba la guitarra, pero la música le traía recuerdos más de sinsabores que alegría. Tenía muchas cicatrices en el alma, pero lo ayudaron a sobrellevarlas su mujer y sus dos hijas. Cuando aquel disquero sudafricano golpeó la puerta de su departamento, porque no andaba el timbre, lo vio como a una criatura llegada de otro planeta. Pudo comprender cada una de las palabras que le dijo en perfecto inglés, pero no entendió lo que le estaba diciendo. Él, Sixto Rodríguez, albañil de profesión, que no podía comprarle ropa a sus hijas ni llevar a comer a un restaurante a su mujer, era un ídolo musical del otro lado del océano, desde hacía 30 años. Ese día, él comprobó que los milagros existen.

En 1998, el famoso músico fue invitado a hacer una gira en Sudáfrica. El recibimiento fue apoteósico, multitudes lo acompañaron desde el Aeropuerto al hotel, la fila a la salida de los recitales para saludarlo o pedirle una firma eran interminables. Cada uno de los recitales era iniciado por el artista, con esta frase, a manera de saludo: “Gracias por mantenerme vivo”.

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