Un mito sobre ruedas: Harley Davidson

Fundada en un taller de Milwaukee, la emblemática marca de motos se convirtió en uno de los íconos motorizados del siglo XX.

Una buena medida para entender su lugar en el trono de la cultura popular: una persona puede no tener la menor idea de motos, pero sabe exactamente cómo luce una Harley Davidson.

Desde su mítica creación en un garaje de Milwaukee hasta su primera versión eléctrica, pasando por las trincheras de la Segunda Guerra Mundial y las choperas rebeldes de Busco mi destino, la compañía norteamericana se transformó en uno de los grandes íconos del siglo XX sobre ruedas.

En algún punto de 1903, el joven William S. Harley se asoció con su amigo Arthur Davidson y su hermano Walter para fabricar sus propios diseños en el patio trasero de la familia Davidson. Allí, en esa locación de su Milwaukee natal, bautizaron el emprendimiento con la unión de sus apellidos, construyeron su primer modelo de competición y lo presentaron en septiembre de 1904. Era un comienzo modesto, pero auspicioso.

Para el año siguiente, ya tenían más de una docena de motos reunidas en el taller. La cifra subió exponencialmente durante 1907. Ya instalados en su propia factoría, la marca alcanzó las 150 unidades y se proyectó hacia las 16.284 fabricadas en el año 1914. La irrupción de la Primera Guerra Mundial amenazó con interrumpir el crecimiento, pero la empresa firmó un contrato provechoso: convertida en la proveedora oficial del Ejército norteamericano, entregó decenas de miles de vehículos para la guerra.

Aunque los “Años Locos” encontraron a Harley-Davidson en la cresta de la ola, la Gran Depresión destruyó sus finanzas.

Adaptada a la austeridad, sobrevivió hasta que la guerra la puso nuevamente en carrera. No solo porque firmó nuevamente como pro-veedora del Ejército para la Segunda Guerra Mundial, sino porque los excombatientes regresaron con la decisión de adaptar las choperas a una nueva forma de vida en movimientos. Así, mientras le quitaban los guardabarros y ponían sus alforjas, nacía la épica del “motoquero”.

Oscilando entre los Ángeles del Infierno y la vida contracultural de los hippies, Harley-Davidson alcanzó una nueva dimensión en la cultura popular. Retratada en películas como The Wild One (El Salvaje, con Marlon Brando), Rebelde Sin Causa (con James Dean) o Busco mi destino, la marca quedó asociada a un estilo de vida. Con el desembarco del conservadurismo, sin embargo, su reputación cayó en picada. El arribo de las marcas japonesas fue otro golpe duro. El último renacimiento fue sensible. Vendida a un grupo de trece inversores en los 80, Harley-Davidson advirtió que debía explotar su personalidad: la libertad sobre dos ruedas, siempre en la ruta.

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