Rusia y su intento de crear una legión internacional

Bajo la promesa de que no serán deportados a su país, el gobierno ruso intenta atraer a exmilitares afganos para combatir en la frontera con Ucrania.

En el marco de una feroz incertidumbre mundial, tras la salida de Rusia del pacto para la exportación de granos a través del mar Negro y sus órdenes bajo pena de suspensión del tráfico marítimo por el corredor naval hasta el estrecho del Bósforo, trascendió la información acerca de que soldados de las fuerzas especiales de Afganistán estarían siendo reclutados por el Ejército ruso para combatir en la frontera con Ucrania, a más de siete meses de iniciado el conflicto armado.

“No quieren ir a combatir, pero no tienen otra opción”, afirmó una de las fuentes militares, el general afgano Abdul Raof Arghandiwal, quien agregó que un numeroso contingente de soldados exiliados en Irán teme más a la deportación que a la guerra. En ese sentido, Arghandiwal sostuvo que el reclutamiento está dirigido por el ejército privado Wagner Group, que ganó cierta notoriedad tras apoyar a los rebeldes prorrusos en el conflicto armado de Ucrania y provocar la anexión de Crimea en 2014. Desde entonces, se lo identifica como una fuerza mercenaria que se distingue por reclutar a excombatientes para despliegues en zonas de guerra o para realizar acciones específicas como brindar seguridad o realizar ataques selectivos.

“Podemos calificarlos también como una sombría red de operadores. Ellos pueden contratar a diferentes mercenarios y reclutar combatientes”, resaltó Amy Mackinnon, investigadora del portal de análisis Foreign Policy, a propósito del Wagner Group. Asimismo, otro general, Hibatullah Alizai, el último jefe del Ejército afgano antes de que los talibanes asumieran el poder, afirmó que el esfuerzo de reclutamiento se registró meses después de las advertencias de exsoldados estadounidenses que lucharon contra las fuerzas especiales afganas.

En ese sentido, un informe oficial del Partido Republicano estadounidense había advertido específicamente sobre el peligro que los comandos afganos, entrenados por las fuerzas especiales del SEAL (la unidad antiterrorista y de rescate de rehenes de la Armada de Estados Unidos), pudieran terminar revelando información valiosa sobre las tácticas del Ejército norteamericano al grupo de Estado Islámico, Irán o Rusia, para luego combatir contra ellos.

No obstante, el presidente Vladimir Putin anunció el final de la movilización militar, a través de un comunicado que publicó su Ministerio de Defensa: “Todas las actividades relacionadas con el reclutamiento de ciudadanos en la reserva se han detenido”. También reconoció públicamente que “se han cometido errores”, por lo cual se creó un nuevo consejo coordinador para impulsar la campaña militar y garantizar que las personas enviadas a la frontera ucraniana estén equipadas adecuadamente. De todos modos, Putin continúa negándose a calificar al conflicto con Ucrania como una guerra, denominándolo bajo el eufemismo “operación militar especial”.

Según el politólogo argentino Atilio Borón, se trata, en realidad, de una guerra entre Estados Unidos y Rusia que se libra en Ucrania. Existen numerosos documentos del gobierno norteamericano que, ya desde 1992, tras la caída del Muro de Berlín, plantean que, disuelta la Unión Soviética, Rusia continúa siendo un problema. Este país continúa siendo demasiado grande, demasiado rico, tiene demasiado petróleo, gas, agua, tecnología, un armamento nuclear equivalente al de Estados Unidos, y por lo tanto, cualquiera que sea su régimen político, continuaría siendo un obstáculo para el interés nacional del gobierno norteamericano y sus posiciones geopolíticas en Europa oriental.

Por otra parte, explicó que Rusia adopta esta medida excepcional de ocupar territorio ucraniano, que en abstracto merecería una condena, como respuesta a 30 años de sucesivos ataques iniciados tras el derrumbe de la Unión Soviética.

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