Lula da Silva

Una historia de popularidad, procesos dudosos, cárcel y libertad

El expresidente de Brasil, uno de los más amados por el pueblo de su país y el resto de América Latina, fue blanco de persecución judicial por sectores que lo querían fuera de la arena política.

Luiz Inácio Lula da Silva, el expresidente de la República Federativa de Brasil, ocupó el lugar más importante de la vida política de su país desde el 1° de enero de 2003 hasta el 31 de diciembre de 2010. En aquellos años, Brasil creció en producción, empleo y condiciones sociales que mejoraron la vida de millones de ciudadanos.

Eso lo convirtió en uno de los presidentes más amados de la historia reciente en su país y el resto de América Latina, pero también en uno de los más odiados y perseguidos por los poderes de la derecha en la nación vecina.

Lula fue un obrero metalúrgico y luego sindicalista, a mediados de la década de los 80 ocupó la presidencia del sindicato de los obreros de la metalurgia y fue uno de los principales organizadores de las mayores huelgas durante la dictadura militar, que duró más de dos décadas.

En abril del año 2018 y luego de una larga cadena de operaciones judiciales y mediáticas, el juez Sergio Moro lo condenó a doce años y un mes de prisión en la cárcel de Curitiba, acusado de ser artífice de una red de corrupción, el Lava Jato. Luego de eso, el expresidente fue condenado en dos causas penales por corrupción y blanqueo de capitales, condenas que ascendieron a 26 años de prisión.

“Yo no voy a parar porque ya no soy un ser humano. Yo soy una idea. Una idea mezclada con las ideas de ustedes”, dijo el exmandatario y líder popular a sus seguidores desde la sede del sindicato metalúrgico de São Bernardo do Campo, antes de entregarse a las autoridades.

En otra oportunidad, afirmó: “Solo una cosa me va a sacar de las calles de este país y será el día que muera. Hasta entonces, estaré luchando por una sociedad más justa”.

Además de delitos de corrupción, Lula fue condenado por Moro por el crimen de lavado de dinero, al considerar que aceptó sobornos de la constructora OAS por medio de obras de renovación de un departamento junto al mar.

La denuncia señala que Odebrecht donó 4 millones de reales al “Instituto Lula” en 2013 y 2014, provenientes de contratos fraudulentos de la empresa Petrobras.

“Está claro que este no es un juicio basado en las leyes, sino que se trata de un juicio político que busca condenar a Lula a como dé lugar, incluso si es inocente. Estas decisiones tienen motivaciones claramente políticas para sacarlo de la arena política”, manifestó en esa oportunidad Cristiano Zanin Martins, abogado del líder.

Más tarde, el 8 de noviembre de 2019, por una decisión del Supremo Tribunal Federal, el exmandatario fue liberado pero aún siguió vinculado a otros procesos, hasta que este lunes, el juez Edson Fachin anuló todas las condenas en Curitiba del expresidente, relacionadas con la Operación Lava Jato.

Con la nulidad de las sentencias, Lula deja su condición de preso que esperaba recursos en libertad y se convierte en imputado en primera instancia, con todos sus derechos políticos preservados, según señaló el periódico Folha de Sao Paulo.

Ahora, el Partido de los Trabajadores (PT) que también llevó a la Presidencia a Dilma Roussef, otra víctima de la persecución política, puede tomar más impulso y poner a Lula o algún candidato que él impulse para pelear de igual a igual con el actual presidente, Jair Bolsonaro.

Noticias Relacionadas