Morir por una moto

Los vecinos de La Granja siguen conmocionados por el asesinato de un joven de 26 años. Trama Urbana estuvo en la escena del crimen y recogió crueles testimonios 

El barrio de La Granja no sale aún del estupor por el violento robo que acabó con la vida de un inocente durante la noche del miércoles, al ser atacado por dos delincuentes que terminaron robándole la moto frente a una gran cantidad de peatones y comerciantes. 

Nadie entiende la saña con la que actuaron los asesinos, quienes fueron directamente a matar, y a matar por un vehículo. Pese a que ya hay dos personas aprehendidas, que cayeron durante la tarde de ayer en San Carlos, el alivio no llegó: la familia de Narciso Alejandro Zelaya (26) sigue llorando su abrupta partida y los frentistas del lugar donde se desarrolló el sangriento episodio aseguran no salir del impacto causado, además de levantar la voz para denunciar que la zona es insegura y que los ilícitos se repiten a diario. 

Trama Urbana recorrió ayer la esquina donde se produjo el robo que culminó en homicidio, en 520 y 139. Habló con testigos y todos coincidieron en algo: lo absurdo y brutal del ataque, lo rápido en que todo sucedió. 

Patricia, quien trabaja en la verdulería de esa esquina, estaba afuera con su pequeña hija, sentadas de espaldas a la calle. Detrás de ellos, acababa de frenar su Yamaha negra YBR 125 quien se convertiría en la víctima, ya que el semáforo estaba en rojo. A la par suyo, se puso otra moto, una Honda 110, también negra, con dos sujetos a bordo. Uno descendió, encaró hacia Zelaya, forcejeó con él y disparó. Una vez. El joven cayó al piso, mientras el maleante agarró el rodado, aceleró y se fue a toda velocidad por 139 hacia 519, seguido por su cómplice. 

“Espuma y sangre”

“Escuché el disparo, miré para atrás y vi al chico en el piso y a los delincuentes yéndose. Me metí rápido (a la verdulería), porque tuve miedo, sobre todo por mi nena”, manifestó Patricia, quien no dudó en afirmar que “eran las ocho de la noche y todos los comercios de la zona estaban abiertos, además de que había tráfico”, no logrando entender cómo los criminales actuaron tan impunemente.   

Su compañera Lidia también vio a Alejandro arrastrándose unos pocos metros por la calle, malherido. Explicó que “no podía hablar, por la boca le salía espuma y sangre”, y agregó que “tampoco quería moverse. En un momento, alguien se bajó de un auto, se acercó y, cuando le agarró la cara, lo reconoció. No sé si venían juntos o fue casualidad, pero se conocían”. 

Esta persona intentó girar al herido, pero entonces Zelaya expresó sus únicas palabras: “decía: ‘no, no, no’, como no queriendo que lo movieran porque le dolía”. A esa altura, comunicó Lidia, el hombre ya “tenía una gran pérdida de sangre; incluso, una comerciante le puso sobre la herida una toalla, pero no se podía frenar la hemorragia”. 

Ambas mujeres se lamentaron del accionar de la fuerza: “la Policía Local está, es cierto eso; sobre todo a la mañana. Pero no hacen su trabajo, sino que se quedan con sus celulares y resguardados bajo la sombra. Cuando fuimos a buscarlos (después del disparo), no había nadie. Y la ambulancia también fue un desastre, ya que nunca llegó y al muchacho tuvieron que trasladarlo al Hospital en un patrullero (del CPC La Plata)”. 

También coincidieron al aclarar que “robos hay siempre por acá, es muy inseguro. Pero algo tan violento como esto no se había visto nunca”. 

Se desangró en el lugar

Como informó este medio en su edición anterior, el crimen se produjo en 520 y 139, a las 20 del jueves, cuando Narciso Alejandro Zelaya (26) detuvo su Yahama 125 en un semáforo ya que su luz estaba en rojo. Dos hombres que iban en un mismo rodado se le pusieron al costado, uno de ellos lo apuntó y le disparó, tras un forcejeo. El tiro, provocado por un revólver ya que no encontró ninguna vaina servida en la escena, impactó en en la cara anterior del hombro izquierdo, causándole una hemorragia. Mientras se desangraba a metros de una verdulería, sus atacantes se fueron en ambos vehículos: el sustraído y con el que llegaron. 

Un alerta al 911 puso en conocimiento a la fuerza policial, y personal del destacamento La Unión junto al CPC y la Jefatura Distrital Oeste comenzó un cerrojo para dar con los asesinos y, si bien llegó a una dirección en concreto (143 y 514), se estableció que quien allí vivía era ajeno al homicidio. 

En tanto, el damnificado se desangró tirado en la calle, sin poder decir una palabra de lo que había pasado. Ante la muerte inminente, un patrullero del CPC La Plata, coordinado por Ricardo Astopini, lo trasladó al hospital Alejandro Korn de Melchor Romero, pero “no pudimos hacer nada y falleció antes de llegar”, le contó a Trama Urbana un pesquisa. La UFI 2 caratuló el caso como “homicidio criminis causa”. 

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