Cuando el Tanque Rojas bombardeaba el Bosque

Uno de los máximos ídolos de Gimnasia conversó con diario Hoy a horas de haber cumplido sus 80 años. Fue goleador en 1962, cuando nació el apodo popular: “El Lobo”

Gritó 35 goles en 81 partidos entre 1962 y 1964. El Tanque fue el sinónimo de gol que salía por los poros del hincha Tripero cuando estuvo a punto de alcanzar la gloria en el primer torneo que se puso la camiseta albiazul. El apodo se lo debe al relator José María Muñoz. Su metro ochenta y cuatro y sus 82 kilos hicieron de él un “9” de los más emblemáticos del fútbol argentino. “Mi cuerpo me sirvió para defenderme, para ser noble y hacer goles, muchos goles, para que la gente sea feliz”, le expresó muy contento a diario Hoy, en el atardecer del día posterior a cumplir 80 años.

—¿Cómo recibió las ocho décadas de vida?

—En este hermoso lugar, en el pueblo de Mar del Sur, entre Necochea y Miramar, donde ya me refugiaba en las vacaciones cuando era jugador. 

—¿Y con buena salud?

—Sí, comiendo de todo un poco, carne, ravioles, pero no dos platos. Si es un buen vino, un poquito. Soy de tomar mucha agua. Jamás fui fumador.

—¿Sigue trabajando?

—Laburo en Boca, donde también me quieren mucho. Ahora estoy a disposición de las peñas del Interior, porque la gente quiere verme. Cuando Bilardo, Veira y Bianchi fueron técnicos estuve en el vestuario de la Primera, solucionando los problemas de los jugadores. Fue la etapa en la que Boca ganó esos 16 campeonatos.

El Lobo de 1962… 

—¿Qué recuerdos conserva de aquel Gimnasia que culminó tercero, detrás de Boca y River?

—Uhhh, eso fue algo grande. Era un equipo de hombres. Hicimos que se le ponga al club el apodo “El Lobo”, porque hasta ahí le decían “El Expreso”. Los “comíamos” a todos. Jugué las 36 fechas, no eran 19 como ahora. Me hicieron muy feliz: la ciudad, el equipo, los compañeros. 

—¿Para usted, cuándo pierden la chance del título?

—Dicen que con Vélez, en el Bosque, cuando perdimos la punta y nos pasó Boca. Esa tarde no le pude hacer un gol a Piazza (el arquero), lo maté a pelotazos, y resulta que después, cuando fui al Xeneize, a ése mismo le hacía goles todos los domingos. 

—¿Cual era tu especialidad?

—Buen cabeceador, potente, definidor. Pero estaba rodeado de Daniel y Diego Bayo, de Eliseo Prado, de Héctor Antonio, muy exquisitos. Y tenía buenos wines, era dependiente de ellos, por un lado Sciaccia, y por otro Gómez Sánchez, el peruano. En la defensiva estaban Minoián, Galeano, Marinovich, Davoine. Era muy difícil ganarnos.

—¿Quién lo trajo?

—El técnico Enrique Fernández Viola, uruguayo, me había tenido en el Betis de Sevilla. Recuerdo que me vino a buscar con un gerente de Gimnasia, Bejarano, ¡de prepo me llevaron! Sabían que iba a hacer goles. 

—¿En ese tiempo vivió en La Plata?

—No, seguía en Lanús, donde nací. Iba en el tren, desayunaba en el viaje un café con leche, llegábamos con Davoine a la Estación de trenes y caminábamos hasta la cancha. ¡Hice cada gol! Con Estudiantes no perdí nunca. En un clásico, en 57 y 1, que ganamos 2 a 0, habían puesto a un Lobo encerrado en una jaula, con la camiseta 9. Les hice un gol de cabeza a Oleinicki y la gente le cantaba: “Ruso, Ruso, el Tanque te la puso”. Pero hasta los Pinchas me deben querer, nunca hice un gesto a la tribuna. Estuve en Gimnasia dos años. No se olvidan más.

DOS MUNDIALES

“Me fue muy bien en el Mundial de Suecia '58, no así a la Argentina, por el recordado desastre de los 6 goles que nos mete Checoslovaquia, día en que no juego”, explica.

Además, se enorgullece que en esa Copa del Mundo lo vio en acción un DT alemán (que consagró a los germanos cuatro años antes) y gracias a esos elogios fue que el Atlético de Madrid se interesó y fichó al goleador argentino.

“El Madrid me cede al Betis, hasta que me repatrió River en 1961. Pero no rendí en ese equipo de River, no les importaba que hiciera dos goles de volea por partido, ellos quería que los haciera de caño”.

Curiosidad no menor. “Fui al Mundial de Suecia como amateur, tenía 20 años y no era profesional, porque hasta que no alcanzaras la mayoría de edad no te hacían contrato. Por eso en Lanús me ponían a jugar 10 partidos seguidos y me sacaban al undécimo, porque por ley si jugabas 11 partidos seguidos tenían que hacerte contrato automáticamente”.

En Inglaterra ’66 Alfredo Rojas estuvo en la lista de buena fe pero no pudo ingresar.

FAMILIA LONGEVA

Su mamá había nacido en Bélgica. “Rubia y de ojos azules, alta como yo; mi viejo nativo, guaraní, morocho, ¡como puede ser que se casaron!”, se preguntó el ídolo.

Cuatro hermanos: Osvaldo, de 94, Haydee, de 90, y yo, de 80… El que era más vivo de todos se murió hace unos cuatro años, a los 82”.

"Tres hijos buenos, dos mujeres (la mayor vive en Mar del Plata y es profesora de Bellas Artes; otra es arquitecta y reside en Capital; mientras el varón, que llegó a probar en el fútbol, trabaja de kinesiólogo en Rosario. “Era un zurdo elegante, pero le faltaba un poquito de sangre y la gente quiere eso, que te la juegues y ganes”, remató Alfredo.

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