Brasil: crece la preocupación por la masacre de presos en cárceles

Organismos de derechos humanos y familiares de presos de distintas cárceles brasileñas repudian el trato violento que reciben y alertan sobre torturas y asesinatos. Temen que se repita una masacre como la de Carandiru

Una creciente serie de relatos de tortura por parte de policías y agentes penitenciarios en las comisarías y cárceles de Brasil ha llevado a los familiares de los presos a sentir miedo por una posible masacre como la ocurrida en 1992 en la prisión de Carandiru, en el estado de San Pablo, cuando 111 internos fueron asesinados por los uniformados.

En el país vecino que será sede del próximo Mundial de Fútbol se ha incrementado la crisis política, luego de que se revelaran que en el último año al menos 62 detenidos fueron asesinados en distintas prisiones de Maranhão por los guardias de seguridad o por los propios compañeros. Por este motivo los familiares de los presos temen una masacre como la sucedida en la prisión de Carandiru en 1992.

Desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU), denuncian que Brasil ha perdido la idea de trabajar para que los presos puedan reinsertarse socialmente una vez cumplidas sus condenas. "Muchos países, como Brasil, abandonaron la idea de recuperación (de los presos)", declaró el argentino Juan Ernesto Méndez, miembro del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU y relator especial sobre tortura.

El miércoles pasado la ONU ya había expresado su preocupación por el "pésimo estado" de las cárceles brasileñas. Un día antes se difundió en la prensa un brutal video en el que aparecían tres presos decapitados, filmado aparentemente con la cámara de un teléfono celular.

Nora Darragona, madre de un detenido de 21 años condenado a seis años por tentativa de robo dice, en declaraciones al diario español “El País”, que las prisiones marañenses son campos de concentración modernos y contó que días atrás los agentes invadieron una celda y pidieron dinero para no incautar el celular de un preso: como dijo que no pagaría el soborno y decidió romper el teléfono, se inició una sesión de golpes a los 12 reos que estaban en el calabozo.

"Estamos viviendo una situación que está fuera de control. Sólo queremos que los presos sean tratados de manera humana. Llego a pensar que mi hijo no saldrá vivo de allá. Él incluso ya dijo que puede morir en cualquier momento. Y si sale vivo, no sé si se recuperará. La esperanza es pequeña", afirmó la madre.