Las raíces de la violencia social

EN FOCO

Hasta no hace mucho tiempo, La Plata tenía el privilegio de ser uno de los principales faros de la cultura y del progreso en el continente. Su Universidad y las fábricas que se levantaban en la periferia del partido, que le daban trabajo genuino a miles de personas, habían generado un movimiento social ascendente que permitía que los hijos de los obreros pudieran ser profesionales, mientras que cada familia tenía las posibilidades de progresar en función de su esfuerzo y sacrificio.

En ese contexto, con pleno empleo y con un sistema educativo que igualaba oportunidades, formando a los ciudadanos para poder vivir en paz y armonía, la inseguridad era prácticamente inexistente. A prácticamente nadie se le podía pasar por la cabeza que una persona pudiera matar a otra por una discusión o por el solo hecho de querer arrebatarle alguna pertenencia.

Lamentablemente, las consecuencias del neoliberalismo en los ´´90 y su profundización a partir de la política económica del kirchnerismo, transformaron radicalmente a la ciudad. En la periferia, donde debería funcionar los talleres y las fábricas, se levantaron asentamientos. Ya suman más de 130 los barrios marginales, donde miles de compatriotas sobreviven en condiciones infrahumanas. En definitiva, lo que sucede en La Plata no es más de lo que ocurre a lo largo y ancho del país. 

Ante este panorama, resulta una consecuencia lógica que aumente, de forma considerable, la violencia extrema y los asesinatos. Cuando la cultura del trabajo queda reducida a su mínima expresión y en su lugar, desde el poder se busca cubrir ese bache con las formas más infames del clientelismo político, se va generando el caldo de cultivo para la ruptura del lazo social.

Cuando una persona está dispuesta a matar a otra para conseguir unos cuantos pesos, es porque no tiene absolutamente nada que perder. Y si a ello se le suma el impacto que está teniendo el narcotráfico, asistimos a un verdadero combo explosivo en material social. Por eso, por más buena voluntad que pueda poner la policía que acaba de incorporar a 10 mil nuevos efectivos, poco se podrá hacer. El delito, en todas sus variantes, tiene que ser combatido desde sus raíces, es decir a través de un profundo cambio del modelo económico. De lo contrario, todo lo que se haga en materia seguridad, aunque resulte un paliativo en el corto y mediano plazo, sólo será un parche.

Más allá de lo desalentadora que pueda resultar la situación, no todo está perdido. En la sociedad aún existen los anticuerpos necesarios para poder frenar la debacle, y generar las condiciones para la reconstrucción. Eso sí: con improvisados o paracaidistas de la política, poco se podrá hacer. Es necesario que surja una nueva clase dirigente, con planes estratégicos, diseñados en función de los recursos disponibles, que abarquen a todas las áreas de la economía.

El desafío está planteado...     

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