¿Qué nos espera con Cristina?

Con un escueto comunicado, el secretario de Comunicación Pública del gobierno K, Alfredo Scoccimarro, ayer  informó oficialmente que la presidenta Cristina Fernández volverá a hacerse cargo del Poder Ejecutivo a partir del próximo 18 de noviembre, luego de una prolongada convalecencia producto de la cirugía que se le realizó en el cráneo.

Scoccimarro explicó que los estudios realizados y el Holter mostraron “la ausencia de arritmia significativa y un buen estado cardiovascular”. Y agregó que “se observó un bloqueo intermitente de la rama de conducción eléctrica izquierda que no interfiere con una normal frecuencia y función cardíacas”. 

El parte médico no brindó ningún detalle sobre la forma en que la jefa del Estado reanudará sus actividades, aunque distintas fuentes insisten en que será de manera “gradual”.

Ahora bien, es una falacia pensar que, por el sólo hecho de que Cristina se vuelva a hacer cargo del Poder Ejecutivo, comenzarán a solucionarse por sí solos los graves problemas que afronta el país como es la inseguridad, el crecimiento desenfrenado del narcotráfico, la inflación galopante y la corrupción estructural.

Obviamente, siempre resulta una buena noticia que la salud de la presidenta haya mejorado, pero el árbol no puede tapar el bosque. Casi todos los problemas que hoy existen en la Argentina, y que llevaron a que en las últimas elecciones se haya registrado un inédito voto castigo, son el resultado de la impericia, la soberbia y del autoritarismo del gobierno que encabeza CFK, que se ha negado permanentemente a reconocer errores para corregir el rumbo.

Esta conducción absolutamente personalista –casi autocrática- que hace la primera mandataria de la cosa pública, es la que lleva a que tengamos a un gobierno con muy poca materia gris, sin cuadros técnicos capaces de trazar caminos alternativos para poder sacar el país a flote.

La Argentina, con más del 25% de inflación anual, es un caldo de cultivo para que, en caso de no existir una política económica que apunte a paliar este flagelo del país, haya un estallido social, como ocurrió varias veces en nuestra historia. El dinero, a la ciudadanía, se le está haciendo agua en las manos y por eso es cada vez más difícil poder acceder a alimentos básicos como el pan, la leche, el aceite y el azúcar, cuyo precios no para de subir en las góndolas.

Entre otras causas, el proceso inflacionario es producto de la alocada emisión monetaria que se está instrumentando para sostener el enorme aparato clientelar que nutre de aplaudidores los actos oficiales, y la destrucción del aparato productivo que es incapaz de poder satisfacer la demanda de bienes y servicios básicos.

Asimismo, CFK ya no podrá hacerse la distraída respecto al crecimiento del narcotráfico, tantas veces alertado en la página de nuestro diario. 

Las máximas autoridades de la Iglesia Argentina, por orden del Papa Francisco, hicieron la semana pasada un severo llamado de atención sobre el accionar desenfrenado de los mercaderes de la muerte, al amparo de un gobierno que les resulta absolutamente funcional.

Este complejo panorama también le plantea un desafío al gobernador Daniel Scioli que, al igual que el kirchnerismo, que hasta el momento no supo o no quiso leer adecuadamente el mensaje de las urnas. Por eso mantiene un fuerte alineamiento con la Casa Rosada, cuando el kirchnerismo tiene fecha de vencimiento decretada por la propia Constitución nacional (diciembre de 2015) y se encuentra en plena debacle. Con niveles de aceptación en la opinión pública que aún le son favorables, y que podrían constituir un plafón interesante para un proyecto presidencial, Scioli está perdiendo mucho tiempo y parece no animarse a plantarse como una verdadera alternativa al régimen K.

Luego de haber sido vicepresidente, y siendo actualmente gobernador de la provincia más importante del país, la única forma de que Scioli no termine jubilándose es ocupando el sillón de Rivadavia. 

La cuenta regresiva ya está en marcha. Scioli deberá decidir: retirarse de la política en 2015, a los 58 años de edad, o  ponerse los pantalones largos para ir decididamente por el premio mayor.

El último parte médico de la Fundación Favaloro

   El parte difundido por la Fundación Favaloro y firmado por los doctores Facundo Manes, director del Instituto de Neurociencias y Gerardo Bozovich, director médico de esa institución será el último porque "dado el retorno a un estado ambulatorio, las futuras comunicaciones sobre la evolución de salud serán emitidas por la Unidad Médica Presidencial".

Los médicos prohibieron a la Presidenta viajar en avión o helicóptero, en principio hasta el 9 de diciembre cuando se evaluará su estado para habilitar o no a realizar vuelos, pero al mismo tiempo le ordenaron una agenda "restrictiva, delegar las funciones en sus colaboradores y no encabezar actos multitudinarios que le generan estrés".