El Profe Córdoba le contesta a Gorosito: “El fin no justifica los medios cuando de salud se trata”

Ante la polémica en la conferencia de prensa donde el DT de Gimnasia salió al cruce contra el entrenador y preparador físico recibido en la UNLP Daniel Antonio Córdoba, llegó rápida la contestación

Por Daniel “Profe” Córdoba

Si alguna vez nos ponemos a ver (lo he hecho en cursos de perfeccionamiento) imágenes del juego fútbol solo de la cintura para abajo, es increíble observar a qué estrés está expuesto todo el miembro inferior. Es inexplicable entender cómo articulaciones soportan y soportan partido a ­partido torsiones, extensiones, golpes, dobleces, etc. El hombre no nació para jugar fútbol. El fútbol es un invento del hombre, como tantos otros deportes.

Y si no, fíjense ustedes qué contradictorio es este juego que la rodilla, una de las articulaciones más sufridas del balompié, y que une los dos huesos más largos del ser humano (tibia y fémur), esté siendo exigida constantemente al jugar fútbol. Vemos, con el tiempo, renguear a jugadores retirados con sus caderas, rodillas o tobillos casi sin movilidad intentando trasladarse por la vida. Y no es esto solo por entrenamientos exigentes y perniciosos, sino porque aquellos que jugamos a la pelota, profesionalmente o no, hemos expuesto a nuestro miembro inferior todo a algo para lo que no fue concebido: jugar fútbol.

Cuando se suceden seguidillas de lesiones reiteradas en una parte de cadera, muslo, rodilla, pierna, tobillo, pie, u hombros para los arqueros, y siguen repitiéndose, lo mínimo a realizar es: primero, ver el porqué; segundo, sacar todo lo posible aquello que exija las partes reiteradamente afectadas de uno a otro player; tercero, detectar con doctores y kinesiólogos cómo compensar esas zonas reiteradamente afectadas; cuarto, dejar que esas partes de aparato locomotor sigan fuertes, pero ahora compensadas con sus músculos antagonistas, y dejar solo para un día a la semana y para el partido oficial aquellos trabajos que, por sobreuso, pueden predisponer al atleta-jugador a lesionarse con más asiduidad que de costumbre.

Una cosa es el accidente deportivo (golpe, trabadas o contusiones) y otra cosa es la lesión. La primera tiene un porqué que comúnmente se verá en el juego, la lesión no. Cuando suceden y se reiteran ante un mínimo roce o estando el player solo y haciendo un ­movimiento natural, es alerta roja. Y no digo no entrenar, pero sí hacer hincapié en estresar en la semana lo mínimo posible, por ejemplo las rodillas, y compensar con trabajos de los músculos antagonistas un posible desbalance muscular que dejaría indefensa a la ­rodilla u otra articulación ante un esfuerzo no extremo.

Hay equipos que han ganado todo, pero también muchos de sus jugadores, aun en edades tempranas, han tenido que abandonar el fútbol. Algunos sostienen que la alta competencia rompe y debería contestárseles que lo que rompe no es la competencia en sí, sino lo que se hace en los entrenamientos para ganar a toda costa. El fin no justifica los medios cuando de salud se trata.

A veces sí sucede que los cuerpos técnicos heredamos y heredamos en cada libro de pases (cada vez más pronto que rápido) futbolistas que vienen muy mal, y la vorágine es tal que no se puede parar ni evaluar a nuestros jugadores. Por esa razón, primero debemos no buscar lo máximo de ellos, sino que el cuerpo médico los testee y compensarlos. Ese es el término a nunca olvidar: compensar. Compensar los excesos que otros hayan cometido o que la genética pide ayuda.

Por último, cabe mencionar que nunca jamás en mis notas digo por decir, ni en contra ni en favor de nadie, solamente lo que pienso y creo. Además, considero que un poco conozco del entrenamiento y cómo veo funcionar un equipo. Siempre a mis colegas les tengo el máximo respeto y afecto. Salvo que algo de lo escrito o dicho por mí sea tergiversado, jamás restaré, todo es para sumar.

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