Se fue un campeón del ring y de la vida: José Menno

Un símbolo del deporte platense y del boxeo en general, José Menno, falleció este lunes a la edad de 78 años, en el mismo barrio norte que lo vio nacer. Hoy lo lloran sus familiares y aquellos que lo admiraron en sus años mozos, cuando el pugilismo vivía su edad de oro y él se entreveraba entre los más grandes, en campañas sacrificadas en Italia, Francia y Alemania, lejos de las amistades y de las comodidades que hoy brinda un boxeo súper mediático.

José Umberto (“se escribe  sin hache” como aclaraba él) tuvo el genio de los distintos, la valentía de los conquistadores, y así sacó una cosecha de cientos de conocidos -no todos amigos-. Especialmente lo quisieron en Tolosa, el barrio donde guanteó por primera vez yendo con su formidable lomo a entrenarse en los clubes Villa Rivera y Liga Dardo Rocha.

Por las calles de nuestra ciudad, el boxeador en su esplendor se paseaba con otro de nariz achatada por los gajes del oficio, Oscar “El Ringo” Bonavena, su amigo personal.

“Eramos tan amigos que un día, estando en Milán, me llamó Tito Lectoure para decirme que vaya a Colonia –Alemania- porque ‘Bonavena te necesita, más que para hacer guantes para estar juntos’”. Y fueron hechos tal para cual. Compinches, aventureros. “Y entonces llegué a Alemania, con Ringo alquilamos un auto y salimos a dar vueltas… hasta que no rodearon diez motos policías, porque Oscar habíamos girado de golpe hacia la izquierda”, recordaba con una sonrisa.

Para aquellos viajes, el destino lo cruzó con un señor, Víctor Arnoten, que le propuso hacer carrera en Europa. “Vino un día y me dijo que ya estaba la platita para el barco”. Vas a pelear allá, citaba las palabras de ese empresario. “El viaje duró veinte días, y en esos días nacía mi hija”.

Otra anécdota más allá de los combates, que pintan la personalidad de estas almas que ya no están más en los disfraces de guerreros con los que se los recordará. “Faltaban treinta minutos para una pelea, Lectoure nos deja solos. Ringo se paró de la camilla de golpe, como desenfrenado. ¿Sabés que me dijo? ‘José, yo soy como Jesucristo, me muero a los 33, hermano, me gritaba agarrándome del pecho. A los 33 lo mataron… ¿A quién se la voy a contar ésta?, te la cuento a vos, si me querés creer, creémela”. Publicado, José, con fe.

La misma fe que mostraste en el Club Atenas en el bautismo en un ring. Luego de 70 como amateur, llegó en avenida 13 el gran momento como profesional, campo en el que realizó 80 peleas. José fue un grande pero sin títulos grandes. Fue el octavo hijo de los diez que trajeron a la vida los italianos Sabino y Antonia. Fue un afortunado de vivir de lo que le gustó siempre, aunque en los momentos del final no habrá sido el boxeo su mayor inspiración. Esos golpes que dañan. Allí estuvo el afecto incomparable de sus tres adorados hijos: José, Nicolás y Ana.

El llamado ayer a la Redacción para darnos la noticia fue de Cristina Alfano, quien lo llamaba afectuosamente “El Tío Gordo”. Contaba que cuando José novió con su tía Raquel, “le salió una chance para pelear afuera, pero Raquel no quería que se vaya. Entonces, José le propuso: "si vos dejás el básquet, yo dejo el boxeo”. Menno no pudo con su genio, entrenó, peleó una vez más, y así fue terminando una relación de 9 años con aquella compañera.

Se codeó con gigantes como Classius Clay, a quien trató en 1963, en ocasión de una sesión de práctica en el “Madison Square Garden”. A ese cuadrilátero nueyorquino se dio el gusto de subir, cuando Carlos Monzón (en 1970) cumplió una de sus grandes proezas.

En una nota con diario Hoy donde las lágrimas brotaron repentinamente, el guapo Menno recordaba ese encuentro con Clay: “Era un entrenamiento, lleno de grandes. Veo que sube al ring, venía de ganarle a Liston. Lo miraba. Me parecía imposible…. ‘¡Caman!, ¡Caman! (¡vamos!, ¡vamos!),  me decía, con esos brazos largos y me tiraba. No me puedo olvidar mientras viva”.

Ahora que Menno no vive más en ese cuerpo ya anciano, ahora que se fue a vivir con su alma a otro rincón, ahora que tantos periodistas dicen que los puñetazos matan, ahora también está bueno decir que en este mundo duro el boxeo es una herramienta, un trabajo, una opción, sólo para algunos, claro. Y aunque sus oídos ya no oigas ni su vista ya no lee, está bueno enviarle en el recto de un pensamiento que, cuando a uno también le deje de latir el cuore, recordaremos a los José Umberto Menno con afecto, el mismo que él brindó a los pibes de institutos de menores… Chau hermano, chau José Umberto (“se escribe sin hache”, como  decía él), Menno, te champions the world.

NOTA DEL DIARIO HOY DEL 8/12/2006