ENTREVISTA
“Cantamos contra un sistema que funciona como una picadora de carne”
Juan Francisco Altamiranda, integrante de Rancho Aparte, conversó con este multimedio sobre sus proyectos
Rancho Aparte se define como un colectivo musical fundado en 2017 en la ciudad de Berisso. Compuesto por Ludmila Báez en voz, Tony Maita en Guitarra, Juan Francisco Altamiranda en bajo y Fabricio Malynowskyj en batería, la sonoridad del cuarteto se enmarca dentro de la más primitiva tradición hardcore punk, con acordes simples y vertiginosas canciones de corta duración. En diálogo con este multimedio, Juan Francisco Altamiranda brindó detalles sobre el proyecto musical Rancho Aparte, sus luchas y conquistas.
—¿Cómo surgió Rancho Aparte?
—De manera bastante orgánica y muy poco premeditada. En el verano de 2017 me junté con un baterista para darle forma a unas canciones que tenía. La química de garaje permitió que en cuestión de un par de ensayos ya tuviéramos un repertorio más o menos cerrado. Una de esas composiciones era Calamidad, que la habíamos escrito a dos manos con Ludmila algunos meses atrás. Le comenté al baterista la posibilidad de invitarla a un ensayo para que pruebe cantarla y él me retrucó que mejor venga y cante todas. En ese periodo de prueba y error nos cae la invitación para participar en un show junto a Pensar o morir y Cara cortada, lo que nos motivó a conseguir bajista y salir al ruedo. Terminamos de ensamblarnos tocando en vivo. Desde ese momento hasta hoy nunca nos detuvimos.
—¿Cuáles son sus influencias musicales?
—Hay dos bandas que fueron muy importantes para nosotros a la hora de darle identidad a Rancho Aparte. La primera fue El Siempreterno, el grupo pospunk de Sergio Rotman y Mimí Maura. La otra influencia fue Trincheta, que nos marcó más por el sonido hardcore primitivo.
—¿Cuáles son las problemáticas que los atraviesan? ¿Cómo piensan el rol del arte o de la música en particular en tanto disciplina artística?
—Somos cuatro punkys tercermundistas de clase trabajadora, eso puede dar una pauta respecto de cuáles son nuestras inquietudes. Cantamos contra un sistema que funciona como una picadora de carne, consumiendo vidas humanas para sostenerse mientras deja a una enorme mayoría afuera y enriquece cada vez más a unos pocos. Desde una perspectiva personal puedo agregar que cada vez se está haciendo más difícil identificar al enemigo, la derecha está pregnando todos los espacios con su discurso de odio, tenemos fachos en el Gobierno, en la oposición y hasta en la música. El panorama es desalentador, pero de todas formas creemos en alzar la voz y dar un mensaje contestatario. El rol del artista en este marco debe pensarse en la dirección contraria a la que está tomando casi la totalidad de los artistas. Hoy en día se está produciendo arte en base a un programa de pasos que te permite ganarte un lugar dentro del star-sistem si lo seguís al pie de la letra, no importa que tu expresión incomode o descoloque al que te escucha, importa la presencia en redes, el tráfico de influencias que te va a permitir colocar una colaboración con tal o cual, alquilar un saco beige, un auto y una mansión para hacer tu videoclip, escribir estrofas que parecen un listado de marcas de consumo, y así escalar posiciones hasta llegar a la cima.
—¿Cómo es la dinámica del grupo en términos de pensarse como un colectivo musical?
—La dinámica interna de la banda funciona a la manera de una asamblea. No hay líderes ni decisiones verticales, todo se discute y se decide en conjunto, pesa lo mismo la opinión de Ludmila o la mía, que estamos desde el comienzo, que la opinión de Fabricio o Tony que tienen un poco menos de recorrido. Este espíritu asambleario se pone en juego tanto para la creación artística como para la organización laboral de cada concierto o grabación, o sea que no abarca sólo la música sino que también se extiende a todos los otros aspectos que involucran el funcionamiento de una banda.
—¿Cuáles son los desafíos con los que se encuentra la comunidad alternativa en cuanto a la independencia, autogestión y autonomía creativa?
—El presente es favorable por más de una razón. En primer lugar la cosa dejó de ser tan rígida y se dejaron atrás un montón de preceptos recontra boomer que espantaban a la gente. A nadie le importa ya si podés nombrar tres canciones de la banda que está en tu remera. De alguna manera se abrió y está volviendo a abrazar la diversidad, así se constituye como algo más fuerte y más amplio. En segundo término siento que hay otra conciencia de parte del público a la hora de apoyar económicamente a la música que le gusta, ya casi no se regatean entradas y si te pones pillo con el merchandising de tu banda podés lograr una diferencia monetaria que te va a permitir solventar viajes o grabaciones, todo esto dependerá de que tan hábil seas administrando esos modestos fondos, que no son para nada la motivación de porque estás haciendo música, pero si un medio para llegar con menos dificultades a ese fin. Hace mucho que esto dejó de ser moda, furor de un verano o algo cool, la gente que sigue acá lo hace por pasión y eso se nota. El arte que se produce es más genuino, el apoyo de la gente es más real, nadie es tan desubicado como para soñar que se puede hacer carrera con esto, ya no hay lugares a los que se quiera llegar, ya no hay Cementos ni MTV. Estar en movimiento es la mayor recompensa a la que podemos aspirar y eso lo entienden todos los que forman parte de esta comunidad.