Adriana Varela, con la pasión del tango y la actitud del rock

La cantante, que el viernes se presentará en City Bell, reconoció que “la poesía de los maestros tangueros es insuperable”. Además, dijo que con su nuevo disco, en el queinterpreta a Luis Alberto Spinetta, Fito Páez y Gustavo Cerati, vuelve a su primer amor

Ser rockera no es una cuestión de gestos, sino una postura ante la vida, una actitud de atrevimiento”, aseguró Adriana Varela con la misma energía con la que entona un tango. 

El próximo viernes se presentará a las 21.30 en City Bell (diagonal Urquiza nº 347), en un recital de piano y voz con su clásico repertorio. Antes del show charló con este medio sobre su nuevo disco homenaje a los grandes del rock, sus pasiones y la vida, que la hace llorar a los pies de un escenario: “No estoy bien. Es un infierno lo que estamos viviendo”. 

Así de genuina y apasionada es la Gata. No se saca la entrevista de encima, sino que la interpela. En estas líneas no hay protocolo, en su vida tampoco. “Es inevitable, no lo hago a propósito, soy fastidiosa. Si no hubiese sido atrevida, no me habría dedicado al tango”, confesó, al tiempo que reconoció que con su nuevo disco volvió a su primer amor, ese que conoció en Avellaneda, su barrio, cuando tenía 15 años y vio por primera vez, en blanco y negro, a Luis Alberto Spinetta: “Me senté a mirar la tele y vi a un flaco en primer plano, hermoso, cantando Hoy todo el hielo en la ciudad. Lo vi y me enamoré de él. Me voló la cabeza”, contó. Con la misma sinceridad, recordó: “A Soda Stereo nunca me lo fumé”. Por eso, en su homenaje al rock incluyó Adiós. Al respecto, señaló: “Fue lo primero que escuché de Gustavo Cerati solista, y lo primero que me hizo verlo por dentro”. 

Varela aseguró que no le gusta la nostalgia, pero se ríe a carcajadas contando anécdotas con los grandes de su generación, viviendo con naturalidad esa camaradería. “Una noche vino Pedro (Aznar) a cenar a casa, y estaba con mi hijo un poco entonado, con vino del bueno. Yo no, yo no chupo. Ahí me dijo que quería cantar Margherita en mi nuevo disco”, reveló. Todo ese proceso de producción de su próximo material la llevó a pensar en la Adriana de la adolescencia, en ese barrio de frontera, al sur de la capital, con una fuerte cultura stone y tanguera. 

—¿Sorprendió que, después de tantos años en el tango, saques un disco de rock?

—Más o menos. A mí siempre se me asoció con el rock porque en todo momento dije que venía de ese palo, nunca la careteé (sic). No me quise ganar a los tangueros diciendo que los escuchaba de chiquita. Para nada. Yo seguía a Led Zeppelin y mi ídolo era Spinetta. Eso sí, creo que la poesía de los maestros tangueros es insuperable, son superiores, algunos de ellos son tremendos. Uno puede sacarle la música, leer las composiciones de Homero Manzi y reconocer que eso es alta poesía. Un histórico tanguero me dijo una vez: La gilada no escucha lo mejor. 

—Además de la música, tenés una gran formación política, ¿de dónde viene ese interés?

—Yo tengo una formación de toda la vida. En mi casa siempre se habló de política, nos gritábamos porque somos apasionados. Mi papá era socialista y antiperonista, pero se murió defendiendo a Cristina. Yo soy peronista, pero nunca fui antialfonsinista ni antiradical. Eso sí, es un infierno lo que estamos viviendo. 

—Dijiste que ves mucha crueldad, ¿cómo te afecta? 

—Es insoportable, yo no estoy bien. Estoy tratando eso en terapia. El pobre de mi psicoanalista quiere sacármelo de la cabeza, pero yo soy esto que sucede a mi alrededor. Soy mi circunstancia. La verdad, siento que recibimos tres piñas por día. Antes me daban ganas de romper todo, pero hace poco, cuando estaba por subir a cantar en Córdoba, vi los informes por los dos meses de la desaparición de Santiago Maldonado, y me largué a llorar. Tuve que secarme las lágrimas y subir al escenario a cantar. Ese es mi estado anímico actual, lo cual enferma mucho. Esto no es gratis clínicamente, la gente se está enfermando aunque no se dé cuenta. Física o emocionalmente, esto nos afecta. 

—Con la desaparición de Santiago, ¿volvieron a reflotar discursos que parecían superados?

—Esos discursos han estado siempre. Yo atravesé la peor época de mi vida siendo muy joven, perdí a un exnovio, a amigos y amigas, y a la mitad de la sociedad no le importaba. Hoy pasa lo mismo. Por eso, no son los de arriba los que me generan tristeza: son los de abajo los que me hacen llorar. Son mis pares, los que son como yo y tenemos, o deberíamos tener, la misma sensibilidad. Pero la gente está loca, loca y mala, y eso no me gusta.

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