Alejandro Hartmann presenta su documental sobre el Colegio Nacional de Buenos Aires

Con gran pericia dirigió, además, la miniserie Carmel: ¿quién mató a María Marta? y El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas, para Netflix.

El director cinematográfico y productor Alejandro Hartmann disfruta de la buena repercusión que tienen sus obras realizadas en tándem con la productora Vanessa Ragone, alojadas en la plataforma Netflix, a la vez que decide continuar el camino de la independencia cinematográfica con realizaciones propias como El Nacional, que este jueves llegará al Centro Cultural San Martín (CABA) tras pasar con éxito por el último Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, Bafici. Con él habló diario Hoy para saber más detalles sobre la propuesta, con la que vuelve, treinta años después, a su colegio de adolescencia y sus películas.

—¿Cómo hacés para combinar proyectos más personales con grandes producciones como las de Netflix?

—Es difícil combinar, porque me pasó en los últimos años que venía con algunos proyectos míos, chiquitos, uno como productor y otro como realizador y productor, más otra que hice que está inédita y que siempre la estoy mejorando y editando, y de la que también soy productor y director. En el medio me salió la posibilidad de hacer estas producciones, como la de Carmel y la de Cabezas, y otra un poco más grande que estoy haciendo ahora, y me costó compatibilizar las dos cosas, relegando las películas más chicas, hasta encontrar el tiempo para terminarlas, y lo otro es más absorbente. En las más chicas no tenés muchos recursos, donde terminás haciendo muchas cosas solo, en El Nacional, por ejemplo, en el rodaje estuve muy solo, acompañado por muy poca gente. En el montaje estuvo Manuel Margulis, que ganó un premio por su trabajo en el Bafici, así que todo tuvo final feliz porque me hizo el aguante, pero por otro lado, algo que me pasa, y con la experiencias con Netflix, no tuve ningún tipo de imposición por parte de la plataforma, absoluta libertad, tal vez con Vanessa, imagino, nos pusimos ciertos límites sabiendo que hacíamos cosas para una plataforma que se vería en otras partes del mundo y tenía que tener ciertas características. Por eso en mi rol creativo y como director no tuve imposiciones, así que las viví como personales, Carmel como serie o El fotógrafo como película, son personales, lo que cambia es la forma de producción, no sé qué pasará al trabajar con otras plataformas, pero sí hablo desde mi experiencia, donde tuve absoluta libertad.

—¿Qué significa el Nacional Buenos Aires para vos?

—El Nacional es parte de mis vivencias adolescentes. Luego de treinta años tuve el privilegio de poder introducirme nuevamente en él, silenciosamente y sin nostalgia. Esperando retratar la pétrea institución me encontré, como testigo sorprendido, con una fuerza imparable que hace saltar por los aires ciertas formas de pensar las relaciones sociales. La tensión entre tradición y cambio, característica de esta institución, se me hizo conmovedoramente evidente.

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