“Creo que uso la ironía para disimular mi ingenuidad”

Hay vida después de CQC y eso está claro para Juan Di Natale, quien pasó casi dos décadas en el programa y hoy sigue trabajando en los medios

Con la acidez que caracteriza a todos los que alguna vez pasaron por el ciclo periodístico de entretenimiento Caiga quien caiga (CQC), Juan Di Natale dialogó con este medio sobre su carrera y los proyectos que se vienen por delante. “Los momentos de mayor éxito profesional no son necesariamente los más felices para transitar”, aseguró el canoso, que ocupó casi todos los roles dentro de CQC, hasta su partida en 2013.

Cuando estaba terminando la secundaria, encaró con un grupo de amigos un proyecto radial que nunca salió al aire. Aun así, pudo mostrar algo del potencial que tenía, y el hermano de una compañera convocó a su grupo para La TV Ataca, el programa que conducía por ese entonces Mario Pergolini, quien lo llamó para la Rock & pop, y tiempo después lo llevó al inolvidable ciclo de humor político.

—¿Qué cambió en tu vida cuando entraste a los medios?

—Me tocó empezar a trabajar en programas y lugares que en ese momento tenían una repercusión bastante considerable y audiencias masivas. Al principio, asimilar el hecho de que te reconozcan por la calle o te hagan comentarios, amigables u hostiles, cuesta un poco. No sé si terminaré de acostumbrarme algún día. Pero aprendí un oficio que también es muy gratificante y que me permitió vivir montones de experiencias inolvidables y conocer gente y lugares que nunca imaginé. Soy agradecido con mi suerte, me considero un privilegiado, pero trato de no perder de vista todo lo ilusorio que alimenta a la vida pública.

¿Cómo fue la vida después del exitoso CQC?

—Como la vida misma. Los momentos de mayor éxito profesional no son necesariamente los más felices para transitar. Estoy orgulloso de los casi 20 años que pasé ahí, pero no vivo de los recuerdos. Seguí adelante con distintos proyectos y voy por más.

—¿Qué fue lo mejor y lo peor que hiciste en radio y televisión?

—Me cuesta evaluar de ese modo los programas en los que trabajé porque siempre se trata de proyectos colectivos en los que la posibilidad de que las cosas salgan mejor o peor depende de un montón de variables. Sí puedo juzgar mi trabajo. Creo, por ejemplo, que en las primeras temporadas de CQC coincidió un equipo que estaba muy afilado en todos los rubros. Y haciendo un poco de autocrítica, me parece que, si bien para mí fue una buena experiencia y lo disfruté mucho, no terminé de encontrarle el tono a la conducción de Día Cero, el programa que salió el año pasado por Canal 9.

—¿Qué te traés entre manos para este año?

—Estoy muy entusiasmado con la propuesta radiofónica que acepté este año. Empecé hace solo un mes y la radio es muy nueva, tiene menos de un año en el aire. Así que hay mucho para construir. Me encontré con una productora y con un equipo muy capaz y motivado, y me alimento de esa energía. Por otro lado, estoy anotado para un par de proyectos televisivos que no tienen todavía fecha ni pantalla confirmada. Y alguna otra cosita que me reservo.

—¿Cuál es el papel que juega la ironía en tu trabajo cotidiano en los medios?

—La ironía es un recurso que se me da de un modo no siempre deliberado, parece que me saliera naturalmente. Creo que la uso para disimular mi ingenuidad. 

—¿Qué proyectos te quedaron pendientes?

—Por una cuestión de edad, ya no podré ser futbolista profesional o bailarín clásico. Pero en medios todavía tengo tiempo para concretar pendientes. Son un montón: un programa de preguntas y respuestas, uno de entrevistas, la reedición de Yo me quiero casar, ¿y usted?, uno de taichí, uno de buceo, que quiere hacer el director de la emisora en la que trabajo. También, un programa de radio sobre poetas para la hora del crepúsculo. Pero lo que más me gustaría es estar dentro del traje de Alf en su versión argentina (risas). 

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