CULTURA
El día que Neruda huyó hacia la Argentina
Pablo Neruda recibió el premio Nobel de Literatura el 21 de octubre de 1971. En su discurso de aceptación estuvo muy presente su exilio de Chile para refugiarse en nuestro país.
Era el sexto escritor de nuestra lengua en recibir el Nobel, y el tercero de Latinoamérica. Dijo que había hecho una larga travesía. Buena parte de su discurso lo dedicó a recordar cómo, con identidad falsa (con el nombre de Antonio Ruiz Legarreta, de profesión ornitólogo), salió de Chile por el sur, rumbo a la Argentina, a caballo y perseguido por el gobierno de González Videla.
Manifestó Neruda en Suecia: “Por allí, por aquellas extensiones de mi patria adonde me condujeron acontecimientos ya olvidados en sí mismos, tuve que atravesar los Andes buscando la frontera de mi país con la Argentina. Grandes bosques cubren como un túnel las regiones inaccesibles y nuestro camino era oculto y vedado, aceptábamos tan solo los signos más débiles de la orientación. No había huellas, no existían senderos y con mis cuatro compañeros a caballo buscábamos en ondulante cabalgata, eliminando los obstáculos de poderosos árboles, imposibles ríos, roqueríos inmensos, desoladas nieves; adivinando más bien el derrotero de mi propia libertad. Los que me acompañaban conocían la orientación, la posibilidad entre los grandes follajes, pero para saberse más seguros montados en sus caballos marcaban de un machetazo aquí y allá las cortezas de los grandes árboles dejando huellas que los guiarían en el regreso, cuando me dejaran solo con mi destino”.
A veces seguían la huella dejada por contrabandistas o delincuentes fugitivos. Cruzaron ríos y cascadas. En una oportunidad, su caballo fue sobrepasado casi totalmente por las aguas, y apenas si pudo llegar a la otra orilla. “Creí que había llegado mi última hora”, declaró.
A punto de cruzar las fronteras que lo alejarían por muchos años de su tierra, Neruda llegó a las últimas gargantas de las montañas y vio, de pronto, una luz encendida que era indicio cierto de vida. Al acercarse, halló unos destartalados galpones al parecer vacíos. Entró a uno de ellos y vio grandes troncos encendidos en el centro de la habitación y cerca del fuego, agrupados, algunos hombres.
Escuchó la primera voz humana que indicó que se habían topado con el final de su larga travesía. Estaban en la Argentina.