El documental sobre Rulo Grabovieski: una leyenda del acordeón misionero

La obra “El viento respira”, de Sergio Acosta, recorre la vida del músico Rulo Grabovieski. Se presentó en la 15° edición del Oberá en Cortos con una sala repleta y causó emoción en 3 generaciones de misioneras y misioneros que se crecieron bailando al ritmo de su acordeón.

Para la gente de Misiones que tiene entre 30 y 70 años Rulo Grabovieski es parte de momentos felices de sus vidas. El acordeonista de raíces ucranianas, fundador del conjunto “Los 4 ases”, ha hecho bailar a padres, hijos y nietos desde la década del 80’. 

Ese señor flaco, alto, canoso y con sonrisa bonachona es una de las leyendas de la música misionera que con sus kolemeikas, sonidos eslavos, alguna cumbia, pasos dobles y otras canciones ha hecho bailar a cuatro generaciones. 

Con buen ojo el director Sergio Acosta encontró en él una historia para contar. La tituló “El viento respira” y se proyectó en la tercera noche del Oberá en Cortos 2018 con una sala repleta y con momentos de emoción vividos desde las butacas.

Para las y los obereños fue una noche especial. Estaba la prima de Rulo, personas que lo han seguido a lo largo de 40 años, otros que bailaron en casamientos en chacras, en bailes a beneficio, en fiestas populares o a través de un disco de “Los 4 Ases”, nombre que le puso a su conjunto en honor de su padre Luis, que tenía el grupo “Los Ases de la Alegría”.

Encontrarse en el personaje

Una personalidad que a través su música ha unido a tantas parejas era digno de un documental. Así lo pensó el director misionero Sergio Acosta que tuvo la idea en el 2015 cuando realizaba un videoclip para la Fiesta del Litoral y se quedó con ganas de seguir filmando. 

“Me di cuenta que en la historia de Rulo y en los 40 años con ‘Los 4 Ases’ había una historia para contar. Y con la personalidad de Rulo, la verborragia, la amabilidad, el cariño, su integridad, no podía dejar de hacerlo”, dice el realizador al finalizar la función que fue un estallido de aplausos al verlo en vivo a Grabovieski con su acordeón caminando por los pasillos del cine-teatro Oberá.

El director resalta en la figura de Rulo un hombre que no se dejó corromper por el éxito cuando lo llevaron a grabar a la RCA Víctor de Buenos Aires y le querían imponer tocar cumbias para vender más discos pero él se mantuvo firme en tocar la música que heredó de su padre y que es parte de la identidad de los misioneros.

“Ahí es donde encontré el punto de más identificación con Rulo porque él decidió su carrera a través de lo que siente que tiene que hacer. En lo personal siento que me pasó algo parecido porque al terminar de estudiar Cine en Buenos Aires me di cuenta de que tenía que volver a Misiones para contar historias de mi pueblo, de mi gente, de mi aldea para hacerla universal y buscar lo universal de la aldea”, dice el director que anteriormente realizó “Puerto Paticuá” y “Piray 18”, ambas historias de su tierra colorada.

El Rulo

En su colectivo del año 69, Rulo viaja con los músicos de Los 4 Ases tocando en fiestas populares en el Paraguay, en Posadas, Oberá, Wanda, Apóstoles y Chaco y donde lo inviten para hacer sonar kolemeikas que son parte de su historia familiar.

En otro tramo del documental se lo ve a Rulo dando clases de acordeón, ensayando, afinando el instrumento en su taller, componiendo en la tranquilidad de su hogar y desandando recuerdos a través de fotos, canciones, visitas a parientes, a su madre o con imágenes en VHS donde se lo ve más joven pero con la misma vitalidad y simpatía que en la actualidad.

“Soy un agradecido a la vida. Con este documental me siento vivo, feliz, porque yo todavía estoy con muchísimas ganas de hacer cosas, de enseñar y reparar acordeones”, dice Rulo al finalizar la función y aclara: “Cada vez que me veo en la pantalla me dan ganas de llorar”.

Rulo Grabovieski representa la identidad misionera y es parte viva de una época en la que las fiestas y reuniones populares y familiares se acompañaban con la música típica de estas tierras y de los inmigrantes que se mezclaron con los nativos echando raíces en esta provincia que les abrió los brazos.

“De la chacra” es la canción que representa a muchas personas y el músico decidió cerrar la función ejecutando en vivo su acordeón y haciendo llorar a varias señoras y señores que no pudieron evitar los recuerdos y las lágrimas.