El fenómeno Louta: del under, a los grandes teatros

En plena juventud y con un disco editado bajo el brazo, el músico se convirtió en una de las grandes sensaciones de la vanguardia musical de la Argentina

Con apenas 23 años, Jaime James, el hijo de Diqui James y Ana Frenkel, creadores de los grupos teatrales Fuerza Bruta y De la Guarda, respectivamente, se ha convertido en un artista performático que ofrece el show más fascinante de la escena emergente. 

En el presente, bajo el alias de “Louta”, el joven debutó con una obra que incluye un set de canciones con una fusión de géneros como el hip hop, la cumbia villera, el rock y el pop. Además, cada concierto es acompañado por una puesta en escena innovadora y teatral.

Para sus performances, Jaime elige una estética definida. Por ello, porta un look formal de los años 50, con camisas lisas y el pelo perfectamente engominado. Una vez en el escenario, el joven dispara su habilidad para transitar lo teatral, musical y actoral, abriendo el horizonte a lo inesperado. 

A escasos meses de su estreno y en pleno apogeo de las funciones, la pieza artística tuvo gran éxito en bares, por lo que comenzó a presentarse en espacios culturales y pequeños teatros. En una charla íntima con diario Hoy, Louta habló de su experiencia en cada una de sus facetas artísticas. También precisó detalles del show Louta, derrite La Plata, que dará el 27 de octubre, a las 21.30, en la calle 58 nº 770 entre 10 y 11.

—Venís de una familia de artistas, ¿cuánto de esto incidió en vos para que eligieras este oficio?, ¿qué consiguió esa herencia?

—Mis padres son artistas y siempre estuve inmerso en sus procesos creativos. Participaba acomodando las luces o un mueble. Entonces, por ósmosis, aprendí muchas cosas. 

A partir de eso, tuve la intuición de hacer algo artístico, que en un momento lo concreté y saqué un disco. A raíz de esa decisión, con una dirección más clara, las ideas se resignifican y adquieren más fuerza. Con el lanzamiento del álbum apareció un concepto, un lugar, que me permitió desarrollar otros elementos. 

—El contenido del espectáculo contrasta lo popular con lo vanguardista, ¿existe alguna razón por la que elegiste estas aristas?

—Cuando uno tiene muchas ganas de llevar a cabo algo, lo circunstancial de cómo realizarlo comienza a ser secundario. Sucede siempre que querés poner algo potente en escena y todas las formas de lograrlo son medios.

—Para cada show elegís atuendos de los años 50, ¿por qué?

—Quiero que mi personaje sea atemporal, abstracto y simple, porque considero que todo lo que no está delimitado funciona de una manera muy linda, muy libre y permite que las personas se pregunten y resignifiquen. Entonces, el espectador es el encargado de llenar ese contenido que no está, es decir, lo que falta del resto del relato. Por eso, si bien estoy vestido como de los años 50, interpreto una canción electrónica, surgen bailarines que hacen pasos de hip hop y todas las épocas se mezclan. 

—En tu música se sumergen géneros como el rap, la electrónica, el punk y la cumbia villera, ¿cómo hacés para que convivan sonidos tan disímiles?

—Hice un disco que no tiene un estilo definido, sino una diversidad en las composiciones, los ritmos y las melodías que contiene. De esta manera todo lo que aparece es resignificado por el público. A mí me interesa abrir el juego a todas las personas que siguen lo que hago, que observan, analizan, comentan e intercambian. Todos los seres humanos tienen la chance de comprender cualquier cosa. Hay que confiar en la capacidad de observación del otro.

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