Entrevista Exclusiva
“El teatro es una revolución sagrada y milenaria”
Durante una charla íntima con este multimedio, parte del multitudinario elenco de Juegos, una obra teatral sobre el bullying y varias problemáticas adolescentes, brindó los detalles de la puesta en escena presencial.
Bajo la dirección del experimentado Ariel Del Mastro, la obra Juegos a la hora de la siesta llegó al teatro presencial en una adaptación del libro homónimo de Roma Mahieu. En diálogo con este medio, tres de sus siete protagonistas, Agustina Cabo, Alan Madanes y Nicolás Cúcaro, revelaron los detalles sobre el drama infantil que narra las experiencias de un alumnado diverso en relación al bulliyng, la violencia, la discriminación y el descubrimiento del propio cuerpo.
—¿Bajo qué circunstancias recibieron el
proyecto en sus manos?
—Agustina Cabo: Los directores me enviaron el guión en junio. Lo leí y me enamoré. Es más, casi al instante dije que sí.
—Alan Madanes: Trabajé con el equipo en otro proyecto, me cedieron el guión que estaba casi listo y luego leí sobre la autora. Quería conocer de dónde venía el material, su historia en un contexto muy particular de nuestro país. Me encantó en la primera vez que lo leí. Así fue que acepté automáticamente.
—Nicolás Cúcaro: En medio de la pandemia, me contactaron para este proyecto. Fui a una audición, ensayé una canción mediante Zoom. Me trataron muy bien. Fue un momento muy alegre para vivir.
—¿Qué pueden contarnos sobre los personajes que interpretan?
—AC: Interpreto a Carolina, una chica que es la más ingenua del grupo, según mi criterio. Adoro este rol.
—AM: Mi personaje se llama Diego, es el líder positivo del grupo. Optimista, entusiasta, empático. Busca mantener el equilibrio de un grupo de amigos y amigas que choca, se abraza, se destruye y se vuelve a armar. Un personaje que me presenta un montón de desafíos. Con el tiempo aprendí a quererlo, y me ayudó a recuperar muchas cosas de mi infancia y de mi adolescencia.
—NC: Soy Alonso, un personaje que mediante el transcurso de la obra muestra sus problemáticas. Es un chico tierno pero muy sufrido.
—¿Qué expectativas revelan sobre la propuesta teatral?
—AC: Es una gran revolución, a nivel personal por lo menos. La profundidad que tiene requiere de un compromiso y una concentración que no suelen exigir todos los proyectos. Es necesario un nivel de entrega muy alto para poder transitar y contar esta historia como se lo merece. Estoy feliz de hacerlo con mis compañeros (que son una revolución aparte).
Por otro lado, en estos tiempos el teatro es una revolución en sí: ver personas tridimensionales poniendo el cuerpo arriba de un escenario, es de lo más artesanal que nos queda al día de la fecha. Entre tanta pantalla, el teatro es un revolución sagrada y milenaria. Hacer teatro siempre es movilizador, tanto para quien lo hace como para quien lo ve. Al fin y al cabo el que está arriba del escenario y el que está por abajo comparten ese momento de revolución interna. Nos lo regalamos los unos a los otros, en una sala somos todos lo mismo, es una ceremonia cuasireligiosa para mí. Empezar el año teniendo la oportunidad de compartir el ritual del teatro es una revolución.
—AM: El teatro, como todo evento artístico, me revoluciona por completo. Este material es muy crudo y vivo, necesita de una entrega física muy grande y un corazón muy permeable para pasar por distintos lugares. Ese proceso es revolucionario en todo sentido. Empieza la obra y cuando termina sos distinto, sea cual sea tu rol, en el escenario, en el equipo creativo o como espectador. El teatro modifica, y esta obra en particular siento que viene a sanar.
—NC: El teatro es un hecho social donde la gente va a salir un poco de sus problemas cotidianos. Hace recapacitar sobre sus vidas y deja resonando ideas. Es un buen psicólogo.
—¿Por qué recomendarían a los espectadores esta obra?
—AC: Por todo el trabajo que hay detrás. La recomiendo porque yo confío en el material, confío en mis compañeros, en mis directivos. Creo que la obra habla de temas necesarios, ahonda en lugares oscuros e incómodos con una sabiduría muy particular. Es una obra cruda y necesaria. Por eso la recomendaría. Y porque la hacemos con mucho disfrute, y eso siempre es lindo de ver.
—AM: Es una obra que recomendaría aun sin estar trabajando en ella. Las temáticas que abordamos, centradas en el cuento real de una sociedad violenta de la cual todos formamos parte; la crianza de niños, niñas y adolescentes que crecen sesgados por una sociedad que no escucha, no contiene, no ayuda, es lo que la vuelve necesaria de hacer, y de ver. Desde el arte creo que podemos transformar algunas cosas. Tal vez en mayor o en menor medida, algunas revoluciones empiezan arriba de un escenario. Desde la poética, la música, los cuerpos y la voz venimos a poner sobre la mesa algo de lo que no muchos quieren hablar. Acá estamos con Juegos para que lo hablemos.
—NC: Es una obra argentina que está escrita hace casi 50 años y es muy actual. El espectador puede reflejarse en cualquier personaje, la función habilita el diálogo.
Una obra de una vigencia única
La obra fue estrenada en el año 1976, y se centra en el encuentro de un grupo de niños que salen a jugar a la hora en que los adultos duermen la siesta. Un momento de liberación y exploración. Lejos de las miradas del mundo adulto, a través del juego exploran sus lugares menos permitidos, abordando temas como el bullying, la discriminación, el descubrimiento del cuerpo, los secretos familiares y los límites, liberando la violencia y los prejuicios contenidos.
Tomás Kirzner, Carolina Kopelioff, Thomas Lepera, Maia Reffico y Julia Tozzi acompañan a Madanes, Cabo y Cúcaro. La obra tuvo su estreno online en diciembre pasado y ahora se presenta en el teatro. “Esperamos poder seguir con la temporada adelante, siempre con los protocolos que sean necesarios, para que a esta obra la puedan seguir viendo presencialmente”, suma Madanes, feliz por el estreno presencial del espectáculo.
Del estreno online a las presentaciones en el teatro
La obra primero se vio por streaming y luego tuvo su estreno presencial.
—¿De qué manera transitan esta nueva normalidad que permitió la vuelta de las actividades del espectáculo?
—Agustina Cabo: Lo lindo de la nueva normalidad es que es casi como el teatro: es en vivo y en directo, puro presente, un futuro incierto que aterra y seduce. Me siento muy privilegiada de tener la posibilidad de trabajar en este contexto, más en un proyecto que disfruto tanto. Estoy agradecida de que los teatros hayan vuelto a abrir y podamos vernos otra vez. Por otro lado, trabajar con el protocolo es una locura, hermosa, pero una locura. Es una experiencia que no me voy a olvidar nunca, se lo voy a contar a mis hijes.
—Alan Madanes: Estamos viviendo un momento histórico muy particular. La industria teatral como tantas otras sufrió el parate del 2020. Tuvimos la posibilidad de estrenar en forma de streaming el año pasado, con una superproducción a ocho cámaras. No sentimos llamarlo teatro filmado, porque no lo era. Tampoco era una película, ni una escena de televisión. Lo que hicimos en diciembre fue una experiencia nueva, única, distinta a todo. Me generó mucho orgullo por el equipo y por la fuerza de la obra, que el mensaje haya llegado a tantos hogares de tantas familias de todo el mundo, en un contexto donde ensayar y montar la obra fue muy complejo. Ensayar por Zoom, durante semanas, cumplir el protocolo y ser muy pacientes para avanzar en el armado de todo, cuidándonos entre nosotros. Fue mucho trabajo, pero siento que lo hicimos con tanto amor y dedicación, que el resultado fue hermoso. Sin dudas, esta es una obra para vibrar en vivo. Por eso desembarcar en el teatro, y en uno tan emblemático como Paseo La Plaza, implica un desafío enorme; porque la obra se desarrolla entre siete personajes que están en escena la hora entera que dura el espectáculo. Hay que estar muy presentes como actores, y como espectadores también. Sucede algo muy especial, es tan concreta y directa que te atraviesa de mil maneras.
—Nicolás Cúcaro: Volver al teatro es hermoso. Mientras nos cuidemos, todo estará bien.