Entrevista a Carlos Aprea, poeta y actor platense

Autor de una obra literaria que goza de reconocimiento, alimenta a la par una vocación actoral que volverá a despuntar sobre los escenarios desde este fin de semana.

Autor de cinco libros de poemas, responsable de una editorial de nuestra ciudad, Carlos Aprea, además, es actor, Y en los dos últimos sábados de agosto y durante todo el mes de septiembre formará parte del elenco que llevará a escena en el Dynamo Teatro (68 y 17 de La Plata) la obra El niño pez y el sueño de negras alas, con la dirección y dramaturgia a cargo de Omar Sánchez y la actuación también de Susana Disalvo, Nora Oneto, Graciela Sandoval y Oscar Vernales. La escenografía es de Gabriela Díaz y el vestuario estuvo a cargo de Analía Seghezza.

—¿De qué trata El niño pez y el sueño de negras alas?

—La obra se desarrolla en un campamento de sobrevivientes, cerca del mar. Hay una larga espera por un traslado. Una mujer deambula, perdida, arrastrando un carro con una carga tremenda. Sucede entonces un juego grupal de repeticiones y simulacros. La memoria busca un tiempo distinto, terrible, negado. Busca y, al recordarlo, lo resignifica, modifica la conciencia sobre el presente. Como en los sueños, la estética combina lo irreal con lo real y lo trágico con lo cotidiano.

La obra es un recorrido sensorial desde la tensión de un destino inevitable, la extrañeza y la violencia de un mundo arcaico, primitivo, a la ironía y el humor en lugares inesperados.

—¿Qué es más antigua en vos, la vocación por las palabras o por el escenario?

—En principio fue la lectura lo que me permitió conocer la poesía y luego animarme a escribir. El teatro surgió a posteriori, en épocas difíciles, como práctica de descubrimiento y desarrollo personal y oficio propicio para el trabajo colectivo y la reflexión creativa sobre el presente. Con mis actuales compañeros, por ejemplo, nos conocemos desde hace más de cuatro décadas. Algunos de ellos, como es el caso de Nora u Omar, han desarrollado una prolífica carrera profesional a través de estos años, otros no hemos tenido similar continuidad, pero a todos nos une una pasión muy grande frente a esta tarea.

—¿Hay alguna similitud entre el desafío de enfrentarte a una página en blanco y el subir a un escenario?

—Sí. Cambian absolutamente los tiempos y los contextos, pero los mecanismos de exploración interna tienen similitudes. En ambos casos, parafraseando a Macedonio, uno podría decir que “el inconsciente trabaja en abierto misterio” mientras uno trata de que caiga el pez en la red antes que se escabulla en medio del océano. El gran cambio es la soledad que rodea el acto de escritura frente a la presencia de, al menos, un espectador, en el caso del teatro. Y, claro está, la experiencia integral del cuerpo como instrumento, cuestión que no aparece en la escritura; el signo cambia de sitio, el cuerpo está ausente en el proceso de recepción de la obra.

—¿Tu doble condición de escritor y actor no te tentó a escribir teatro?

—Alguna vez, en los 90, con la excelente actriz Graciela Sandoval, estrenamos Memoria y celebración, donde pude hilvanar textos y fragmentos de Alejandra Pizarnik, Haroldo Conti y otros autores, con textos propios que surgieron, en su mayoría, de improvisaciones previas. Fue la experiencia más cercana a la escritura dramática, pero no la he continuado aún.

—¿Qué recuerdos te quedaron de tu participación en la película sobre Cipriano Reyes?

—Creo que, además de un digno trabajo fílmico, la película sobre Cipriano fue una maravillosa experiencia, no solo por la cantidad de queridos amigos y viejos conocidos que participaron (Eduardo Manso, Omar Mussa, etc.), la calidad humana de su director, Marcelo Gálvez, y la cálida entrega del elenco (Norma Maldonado, Luciano Guglielmino, Edgardo ­Desimone, etc.), sino también por lo que significó para Berisso, para muchos ­berissenses que vivieron la época y las consecuencias de esa época, con la centralidad de los frigoríficos y el advenimiento del peronismo y la justicia social.

La vida teatral de la ciudad

Carlos Aprea reflexionó, además, sobre la vida teatral platense en la actualidad: “Creo que, a pesar de todos los maltratos, desidias y decepciones de las políticas públicas y la eterna consideración sobre la crisis del teatro, que se ha convertido en un lugar común, la actividad en La Plata no deja de renacer, una y otra vez. La pandemia golpeó muchísimo, como así también la destrucción de la Comedia Municipal y el abandono de las salas del Pasaje Dardo Rocha y la anomia absoluta de la Comedia Provincial. Pero hay una necesidad que regresa, una y otra vez. Una persistencia que aparece más allá de toda lógica comercial o de puro apego al éxito fugaz. Eso entusiasma y da cuenta de la vitalidad de los espacios y proyectos culturales en la ciudad”.

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