entrevista
Maite Alberdi: “Me interesa explorar la fragilidad”
El domingo será una de las protagonistas de la gran noche de los Óscar representando a Chile y Latinoamérica en el rubro Mejor Película Documental.
La conmovedora La Memoria Infinita, dirigida por Maite Alberdi, ganadora del premio Goya a la Mejor Película Iberoamericana, competirá este domingo en los Óscar, intentando llevarle a Chile su segundo premio, en este caso en la categoría Mejor Película Documental.
El emocionante filme sigue de cerca a la actriz y exministra de Cultura, Paulina Urrutia, y Augusto Góngora en un viaje de amor, transformación y resiliencia. En exclusiva para diario Hoy dialogamos con Alberdi a horas de saber si la propuesta obtendrá la preciada estatuilla dorada.
—¿Cómo estás viviendo estas horas previas, días previos, a la ceremonia de los Óscar representando a tu país y a toda Latinoamérica?
—Yo creo que estos días previos son días, por primera vez, más de celebración y de descanso, de reflexión de todo lo que ha pasado. Porque la campaña cerró hace una semana, entonces hasta ahí siento que estamos como en un viaje de difundir, promover. Han sido como los primeros días del año que estoy tomándole el peso, entendiendo la nominación, entendiendo que es real y con más días reflexivos. Son días de celebración sobre todo.
—¿Este proyecto fue previo a El agente topo o posterior?
—Cuando estábamos filmando El agente topo, yo empecé a trabajar en La memoria infinita. O sea, en las conversaciones, en las primeras aproximaciones, en investigación, pero en una etapa muy preliminar y, claro, en la etapa de montaje de El agente topo, yo ya estaba full metida, filmando.
—¿Hay algo que te atrae, independientemente del vínculo que seguramente tenías con Paulina y Augusto, que te interesa a vos en seguir explorando la tercera edad o personas con capacidades diferentes? ¿Ahí es donde vos sentís que podés aportar al universo del cine proyectos e ideas?
—Yo creo que ante todo me interesa explorar, te diría, la fragilidad. Yo creo que más que la vejez, me interesan los estados de la vida que son comunes para todos y tan invisibilizados, o tan vividos a puertas adentro, lo doméstico. Y cuando se comparten un poco experiencias es ahí donde estamos todos muy solos. Entonces yo creo que eso me interesa, como compartir experiencias de vida, de momentos que suelen ser frágiles y solitarios.
—¿Qué trabajo de investigación hiciste particularmente sobre la enfermedad que aquejó a Augusto?
—Yo te diría que no tuve que hacer tanta investigación sobre la enfermedad porque ya tenía este background, un corto que se llama Yo no soy de aquí, que es sobre una mujer. Y estudié mucho, había estudiado también porque hice una obra de teatro hace 10 años sobre el alzheimer, y en El agente topo también lo había estudiado con algunos personajes. Entonces principalmente fue más de lo que iba viviendo, que sobre el alzheimer. Y el proceso con ellos fue como bastante rápido, o sea, desde que los conocí me tomó tiempo las conversaciones de convencerlos, pero después fue un proceso de empezar a filmar la película. Fue difícil porque la Paulina no quería, yo la entendía, o sea, es un personaje público. No quería estar expuesta, por supuesto que no quería exponer Augusto en esas circunstancias, pero cuando empezamos las conversaciones, él estaba como muy consciente. Y fue él quien la termina convenciendo, después de meses diciendo: yo no me avergüenzo de mostrar mi fragilidad, y cómo no lo voy a hacer, cómo no voy a mostrarme, muchas personas me abrieron las puertas de su casa para mostrar el dolor, por qué yo no voy a abrir las puertas de mi casa y mostrar mi propio dolor. O sea, como un acto en mucha consecuencia y esa seguridad que tuvo fue la que ayudó a la Paulina a decir que sí. Porque al final, pues, fue su decisión y ella hoy está muy agradecida de esa decisión y yo también, porque es una gran lección para mí. También el entendimiento de vivir con una cámara y que La memoria infinita fue su última crónica y la escribió muy consciente también.
—¿Esto te generaba más presión? Es la última crónica, la última vez que él iba a estar trabajando también…
—No, porque yo siento que como nunca me lo tomé como una película “legado”. Desde el principio dije: voy a hacer una historia de amor. Y no sabía cuánto de él y de quién iba a aparecer, sino que yo quería contar la historia de esta pareja. Creo que con el tiempo fui entendiendo la responsabilidad histórica que tenía la película, porque también los fui entendiendo más a medida que lo conocía. Porque yo te puedo decir que a mí me tocó vivir los últimos cinco años de Augusto y siento que lo conocí profundamente, porque vi una identidad en ese presente, y lo conocí porque me sumergí en el archivo de las cosas que le quedaban, las cosas que recordaba, las cosas que lo emocionaban, estaban ahí.
—¿Hubo algo que decidieron no mostrar?
—No, yo te diría que no hubo restricciones y que las escenas dolorosas están. Pero yo te diría la restricción también fue el momento en el que decidimos terminar de filmar, que para mí fue como fue una de las últimas horas de la película donde dice: yo ya no soy. Ella le dice: ¿no? Tú eres para mí un momento en el que estaba perdiendo su identidad. Y yo por primera vez me sentí incomodando ahí. Desde ahí vino un deterioro gigante, que por supuesto fue mucho más doloroso de vivir y de ver y muy rápido. El último año, entonces, yo te diría que más que decidiéramos dejar cosas fuera, decidimos parar de filmar en un momento, cuando yo sentí que ya la identidad que había conocido no estaba ahí.
—¿Cuándo te diste cuenta cuál era la forma que tiene la película? Porque si bien trabaja sobre un tema duro, lo hace con amorosidad…
—La forma que tiene La memoria infinita tenía que ser la de la película. El tono amoroso lo tuve claro siempre porque yo siempre supe que lo que más me llamó la atención de ellos era como se trataban, cómo se relacionaban y cómo vivían la enfermedad en un contexto y no como una tragedia, entonces para mí esa era el tono. La descubrí en el montaje porque al principio era una película solo sobre el presente y me di cuenta en el montaje que había un hombre que hasta el final recordó muchas cosas, que había emociones que siempre recordó y que esas emociones permanecen ahí, ya estaban ahí. Entonces era una película sobre muchos recuerdos más que el olvido y sentí que tenía que ir a esos recuerdos, y no una película sobre el olvido. Veía esos archivos tan presentes entonces como que creo que fue un entendimiento después de años filmando. De qué es lo que había pasado y qué es lo que había quedado en él y qué tipo de asociaciones sobre sus recuerdos que quedaban yo necesitaba hacer. La relación de ellos hacia su pasado, hacia su trabajo, tratando de preservar la misma historia, esa memoria histórica, y por eso se habla de un infinito, estamos creando sin tiempo.