entrevista
Marilú Marini: “Una película está hecha para verse”
Con un pie en Francia y otro siempre en Buenos Aires, la actriz y directora brilla en cada uno de los proyectos que encara.
La talentosa intérprete Marilú Marini acaba de ser galardonada por su trabajo en Cuando la miro, ópera prima de y con Julio Chávez, en el 37º Festival de Cine Iberolatinoamericano de Trieste, Italia. La película está basada en un guion de Chávez y Camila Mansilla y cuenta la historia de Javier, un artista plástico, que decide filmar a su madre, con quien mantiene un particular vínculo. Con Marini hablamos en exclusiva para saber más detalles del proyecto recientemente estrenado en la Argentina, que ahora se presenta en varios festivales.
—¿Qué sentís cada vez que se estrena una propuesta de las que participás?
—Me pone muy feliz, porque algo como una película está hecho para verse, para ser recreado por la mirada del espectador y que vea la luz es una gran alegría, después uno acompaña a la obra como es recibida y uno tiene su vivencia sobre ella, pero lo que es maravilloso es que pueda existir, porque en realidad una película se hace para ser vista, para tener un registro, inmortaliza algo. También existe ese algo porque está la mirada del otro que lo vivifica y que lo elabora, que le despierta cosas al espectador, así que por el estreno estoy muy feliz más allá de estar a la distancia.
—Hablás de la mirada, y en la película la mirada está muy presente, y más en esta mujer fuerte, decidida que fue a por sus deseos. ¿Cómo fue componerla?
—Fue un proceso en el que vos ahora me decís que es una mujer fuerte, pero eso fue en su inmersión con ella misma, pero yo comencé a trabajar desde una personalidad o carácter, de una mujer que hubiera quedado en una etapa adolescente, porque pienso que esa fuerza que decís es la fuerza de no la impunidad, pero sí del sin filtro que tiene para con su hijo. Lo empecé a trabajar, a hacer carne desde ahí, de esa mirada de una persona que ha quedado con los no límites de la adolescencia.
—Sin censura…
—Sí, sin censura, porque su actitud frente al hijo no es el del arquetipo de una madre que se tiene en la sociedad occidental, hablando de cosas que generalmente entre un hijo y una madre no se hablan, pienso que ella no ve a su hijo como hijo sino como ser humano, desde esa distancia que ella pone. Pienso que eso es muy fundamental para el personaje, siente una curiosidad de saber quién es esa persona que es su hijo, pero ella me parece que lo ve como otra entidad, le cuesta ponerlo en el papel del hijo.
—Como si no fuera alguien de su sangre y la cámara la liberara…
— Sí, ella se siente liberada por eso y aparte es una oportunidad, esa mirada de la cámara, de Javier hacia ella a través de la cámara le da intimidad y algo que queda solamente para ellos dos, como una comunicación exclusiva y encapsulada de ellos dos, que tal vez le permite armarse dentro otra imagen de Javier, pero no lo sabemos.
—¿Cómo fue el trabajo con Julio Chávez? ¿Habían trabajado antes juntos? ¿Cómo fue como director?
—Con Julio no nos conocíamos, yo lo había visto actuar a él y él a mí, nos cruzamos una o dos veces en camarines, lo fui a saludar y otra vez en la casa de un amigo en común, pero nos conocimos en la película, a través del trabajo. La relación con él como director fue muy esclarecedora, porque él tenía una idea muy precisa y cercana del personaje, y sentí que él tenía percepciones del personaje que no eran solo del orden intelectual, sino del orden emocional, y eso es muchísimo más preciado, más rico que solo un acercamiento intelectual y al mismo tiempo está esa precisión, así que yo traté de libar todo lo que él me podía dar como información para llegar al personaje. Fue un intercambio muy rico porque yo tuve posibilidad de tener acceso a toda esa riqueza del material que Julio tenía en sí, en él, con respecto a Elena. Fue muy nutriente para mí el trabajo con él.
—Esa conexión entre ambos se ve a lo largo de toda la película...
—Mejor así.