Entrevista Exclusiva

Mario Verón: “La era digital democratizó el acceso a dispositivos y soportes para narrar”

En diálogo con este multimedio, el realizador de cine reflexionó sobre los modos de producción en tiempos contemporáneos y presentó su más reciente obra audiovisual Fidel niño valiente.

Nacido en Ensenada, Mario Verón es un realizador de primera línea que acaba de estrenar Fidel niño valiente, una coproducción argentina – paraguaya y dialogó con este multimedio sobre las fortalezas de su obra cinematográfica.

—¿De qué va este proyecto? ¿Cómo fue llevarlo a cabo?

—Leonardo Favio decía: Las películas se terminan cuando el espectador las ve. Terminaremos pronto la nuestra. Estrenamos Fidel niño valiente el 16 de septiembre en el Cine Gaumont Venimos trabajando hace varios años en este proyecto que es una coproducción con Paraguay con aportes de Puatarara films, Shift Media y Dead Parrot Sound Design. Me parece importante nombrarlas porque jerarquizaron la película en el país hermano en postproducción.

Fidel niño valiente es distribuida por Antidote Sales de Rusia pero fue gracias a la Asociación de Documentalistas de Argentina que llegamos a este estreno. La película narra la historia de Fidel, un niño que migra desde Paraguay a las entrañas de la selva de Misiones y en el monte encuentra un caballo apodado por los campesinos como “El Che” por su gran hidalguía. Es así que el niño junto a su rocinante busca ganar dinero para ayudar a su madre que lo espera en su Paraguay natal. Fidel corre siempre con la 10 de Maradona a su espalda como amuleto en la pista de turf improvisada y edificada sobre la tierra que reclama Alto Paraná S. A., empresa multinacional que posee el 10% del territorio misionero. Es un documental de observación, de contemplación que posee una búsqueda poética pero también habla de este conflicto.

Durante más de 10 años he trabajado en la zona de la Triple Frontera con indígenas y campesinos que luchan por su tierra. Así se forjó un vínculo de amistad con algunos de ellos. Los campesinos del Movimiento Sin Tierra Libertad (Misiones) me contaron que había un niño llamado Fidel, que corría sobre un caballo llamado “El Che”. El caballo había sido bautizado por la comunidad en homenaje al personaje histórico. Como si eso fuera poco en íconos, este niño corría con la camiseta número 10 de Maradona porque, según sus palabras le traía suerte. Rápidamente se transformaron en el caballo y jinete del pueblo. Viví tres meses en el monte haciendo un trabajo “Emic /Etnográfico” sin dispositivos en el Páramo Nueva Libertad (Misiones) junto a los Sin Tierra; quienes hicieron posible la película brindando seguridad. Luego se dio paso al rodaje con un equipo reducido de trabajo que soportó la crudeza del verano en el monte misionero durante las semanas de filmación y un segundo viaje a Paraguay. Creo que la principal fortaleza del equipo fue hacer de las dificultades, oportunidades narrativas. Por ejemplo, el desafío de la luz natural y cómo trabajar con esta fuente sin la ayuda de artefactos eléctricos, adecuar esa puesta a la decisión de encuadre.

Pensamos una puesta barroca por la noche con los candiles de uso diario por Fidel y los campesinos, también capitalizamos la intensidad del sol con el juego de los contrastes entre el celeste del cielo, el verde intenso de la selva misionera y el rojo de su tierra. Los diferentes tamaños de planos buscaron una mirada pictórica del entorno de los personajes pero también la búsqueda de una cámara íntima, con planos de rostros, manos y pies tratando de “construir la humanidad” de estos seres.

Fidel, el niño protagonista, representa algunas aristas de la humanidad en el relato, uno lo ve hacer y ser, expresa con sus acciones cosas bellísimas. Otras que no lo son tanto y la portan otros actores que no se ven, como la Pastera Alto Paraná. El niño posee esa voluntad épica de David contra Goliat y allí también recibe esa rebeldía silenciosa que parece mantenerlo vivo. Pero también nos deja algunas preguntas y nos invita a pensar.

—¿En qué material estuviste trabajando?

—Vengo trabajando en dos películas rodadas en la región. Se hicieron durante la pandemia pese a esto pude poner en marcha dos proyectos tras protocolos. Uno se llama El puente, un documental que narra y registra día a día a un grupo de obreros que trabajan en la reconstrucción de un puente de 1886 estilo Holandés en la ciudad de Ensenada, sobre el Canal Oeste donde sus historias se entrelazan con los obreros del ayer poniendo en valor el oficio de la herrería y la albañilería. Este rodaje comenzó en mayo del año pasado y culminó hace unos meses.

Mientras, también se filmó Circense, una película que cuenta la historia de dos payasos internacionales quienes se quedan varados junto al Circo Rodas en Berisso.

Allí retratamos esta historia con la mirada puesta en contemplar y registrar cómo ellos sobrellevaron la falta de trabajo, sus angustias pero también esa valentía y dignidad para llevar adelante el día a día.

Las nuevas formas de producción vienen mutando hace años, es decir la era digital democratizó el acceso a dispositivos y soportes para narrar. Si antes solo se podía filmar en fílmico algo sumamente costoso propiedad de una casta y élite eso se modificó.

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