Mikhail Baryshnikov: “En el teatro, como en la vida, establecemos leyes para infringirlas”

El legendario bailarín llega al país con Letter to a man, obra que retrata la caída en la locura de Vaslav Nijinsky, “el dios de la danza”. El ruso habló sobre la esquizofrenia y la incidencia de la política en la vida de los artistas 

A Vaslav Nijinsky  lo llamaban “el dios de la danza” y con sus movimientos revolucionó el ballet a principios del siglo XX, hasta que, antes de cumplir 30 años, la locura se adueñó de su mente y su cuerpo. Mientras luchaba contra la esquizofrenia, escribió un brillante y voluminoso libro en apenas seis semanas. Su tragedia sirvió de inspiración para generaciones de artistas y es ese testimonio el que hoy retoman el director norteamericano Bob Wilson y el bailarín ruso Mikhail Baryshnikov, considerado el sucesor de Nijinsky y calificado alguna vez como “el mejor de la historia”. 

Letter to a man, que llega tras consagrarse en París, Atenas, Barcelona y Madrid, se estrenó ayer en el Teatro Coliseo de Buenos Aires y estará en escena hasta el 17 de septiembre, con diez funciones para ver, quizás por última vez en el país, a dos de los más grandes artistas de la danza y el teatro a nivel mundial. Al respecto, Baryshnikov habló con diario Hoy sobre la complejidad de narrar la mente agobiada de su gran referente, reconoció que en su historia personal “no hay separación entre la vida y el escenario”, y advirtió sobre los efectos que tienen las decisiones políticas en el arte. 

“Para mí, todo el teatro es danza”, dijo el bailarín, rodeado de micrófonos y admiradores. Abocado a la actuación, señaló una continuidad entre aquel tiempo en que maravillaba al mundo con el ballet y estos años en los que brilla como actor, capaz de conmover relatando un monólogo desde una silla. “Ya sea que estemos quietos, sentados o parados, todo es parte de la danza. Muchas veces ocurre que, si el bailarín no esta moviéndose, bailando, es como si estuviese esperando en la parada del colectivo”, señaló, dejando en claro que “en el teatro, como en la vida, establecemos leyes para infringirlas”.

La obra, que dura aproximadamente 80 minutos, conjuga la lectura de fragmentos del diario de Nijinsky con canciones de Bob Dylan y Tom Waits. Sobre el escenario, el gran Baryshnikov se sumerge en el arte y el dolor de su musa. “Este no es un espectáculo sobre la vida ni sobre la historia de Nijinsky, sino un extraordinario acercamiento a una persona en su descenso a la esquizofrenia, a través de una pieza literaria escrita en unas circunstancias muy inusuales y extraordinaria por su honestidad”, contó el interprete. 

Dos grandes de la historia

Nijinsky era ruso pero emigró joven de su país para recorrer el mundo entero y deslumbrarlo. En 1913 se casó en Buenos Aires, donde tuvo una de sus últimas presentaciones, antes de terminar en un manicomio. Baryshnikov, por su parte, se exilió de la Unión Soviética en la cúspide de su carrera y, como su antecesor, nunca más volvió. 

Consultado por las similitudes y diferencias entre su vida y la de Nijinsky, el actor admitió que “son épocas muy diferentes”, pero se animó a reflexionar sobre las analogías entre ambos: “Los dos llegamos a San Petersburgo desde una provincia del interior y en algún momento nos fuimos de Rusia para no volver jamás”. 

Lo más jugoso de su recuerdo fue, sin embargo, cuando relató su experiencia de haber interpretado uno de los papeles de Nijinsky: “Cuando yo estaba en el apogeo de mi juventud y de mi carrera como bailarín, interpreté uno de sus roles, tal vez el más destacado. En ese entonces no había videos ni imágenes de él, así que no podía aprender nada viéndolo. Recién cuando lo interpreté, bailando esas piezas, entendí su maravilloso y extraordinario físico, su talento como bailarín. Había que ser muy dotado para lograr esa perfección clásica, esa forma de bailar que implica flotar en el aire. Era un bailarín que desperdigaba el perfume en escena sutilmente”. 

Reflexiones sobre la demencia

Para el exbailarín y actor ruso, “es una gran responsabilidad representar la mente de un hombre perturbado, porque no estamos contando la vida de alguien que está en un instituto mental, sino que intentamos resucitar su voz y su espíritu, no imitar su locura”. Al respecto, afirmó: “Esto te llega en lo más personal, porque caer en la locura es algo que nos puede pasar a todos. Conozco mucha gente que ha padecido esquizofrenia y sin duda nos altera, nos perturba y nos genera preocupación”. 

Mas allá de este papel, uno de los más importantes que ha tenido en su carrera como actor, el protagonista de Letter to a man confesó que no hay grandes divisiones entre su vida personal y lo que sucede sobre las tablas. 

“He actuado en muchos escenarios en mi vida, empecé a dedicarme a la danza a los 10 años, cuando ya estudiaba en serio. Llevo 60 años actuando y para mí no hay separación entre la vida y el escenario”, admitió, y agregó: “Los altibajos de mi vida privada y mi vida profesional tienen un equilibrio frágil entre los logros y los fracasos”. 

Finalmente, Baryshnikov, quien toma distancia del presidente ruso Vladimir Putin cada vez que puede y también ha sido muy crítico con el mandatario norteamericano Donald Trump, advirtió sobre los alcances que tienen las políticas públicas sobre el arte y la vida de los propios artistas. 

Cuestionado sobre sus próximos pasos, aclaró: “Tenemos que pensar en términos sociopolíticos, en la situación política de cada país, hoy y ahora, y la relación que tienen nuestros gobiernos con las artes. Esto me afecta a mí personalmente tanto como afecta a todos los artistas, pues la política tiene un efecto fundamental a la hora de poder proyectar y pensar nuestra actividad futura”.

El director de la pieza y su cariño por la Argentina

En la conferencia de prensa previa a la presentación de Letter to a man, el director de la obra, Bob Wilson, aseguró que “estar en Buenos Aires es muy emocionante”, y recordó que estuvo “en esta gloriosa y hermosa ciudad a fines de los años 70”. 

Además, se deshizo en elogios al decir: “Tengo un profundo cariño y estima por este país, por su cultura, su música, su danza y por su vitalidad. Amo también al público de la Argentina, estimo mucho a su gente y es un placer hacer esta presentación aquí”. 

Por su parte, recordó que el bailarín ruso Vaslav Nijinsky, retratado en su obra, tenía “una conexión con Buenos Aires, ya que se casó aquí en 1913 y estuvo en una de sus últimas presentaciones”. 

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