ENTREVISTA EXCLUSIVA

“No atento contra el misterio, le doy de comer”

En diálogo exclusivo con Hoy, la actriz y escritora Camila Sosa Villada contó detalles de su libro Las malas y sobre el recorrido en su profesión.

Oriunda de Córdoba, Camila Sosa Villada dio sus primeros pasos en el teatro under para luego trabajar en diversas obras y en la pantalla chica. Escribió La novia de Sandro, El viaje inútil y, recientemente, Las malas. Actualmente participa de la obra virtual Amor de cuarentena, de Santiago Loza, junto a Cecilia Roth, Leonardo Sbaraglia, Jorge Marrale y Dolores Fonzi. En una entrevista con diario Hoy, reflexionó sobre su historia de vida en las calles y el paso por producciones exitosas. También contó cómo atraviesa este momento de confinamiento social, obligatorio y preventivo ante la pandemia.

―¿Cuánto de lo personal se reflejó en Las malas?
―Tenía un plan en el 2017, que era estrenar una obra que se llamó El cabaret de la Difunta Correa junto con la presentación de un libro que terminó siendo Las malas. Sobre la pieza literaria, solo tenía la historia de la tía Encarna y el encuentro con su bebé. El montaje de la obra me ganó en tiempo y tuve que dejar el libro esperando, en caso de querer continuarlo. Luego, en el 2018 me encontré con Juan Forn en un FILBA en La Cumbre y me pidió que le enviara alguna cosita que tuviera, que fuera rara, y yo andaba con ganas de esta épica travesti, como El señor de los anillos pero con heroínas trans. Ahora me veo en el predicamento de tener que responder cuán autobiográfica es Las malas y tengo la sensación de estar respondiendo aún sobre mi identidad y no sobre mi escritura. Como todo objeto que se da a luz con inspiración, Las malas fue gestado en la memoria, pero no por la anécdota sino por las imágenes, por aquellas que fui robándole durante toda mi vida al mundo.

―El libro da cuenta de lo complejo que puede ser este mundo. ¿Cuánto de ello te tocó vivir en carne propia?
―¿Qué obra no retrata un universo hostil? He salido a vivir la vida, a vivir mi cuerpo, a ocupar la noche, a coger por dinero o por gusto, a revolcarme en esos parques o a reír con mis amigas y burlarnos de esta normalidad que tiene pasión por ignorar, por no saber. Cualquier persona que hace eso, tiene posiblemente muchas novelas en sus manos, escriba o no. Responderte si lo que escribo en Las Malas es una crónica de mi vida, o no, sería atentar contra el misterio de la escritura; y yo no atento contra el misterio, le doy de comer.

―De La Falda hacia Córdoba Capital, del estudio en Comunicación hacia el teatro, ¿cuál es tu balance al respecto?
―Ojalá fueran viajes de un punto a otro. De La Falda pasé a Huerta Grande, de Huerta Grande a Córdoba Capital, de Córdoba Capital a Los Sauces, de Los Sauces a Cruz del Eje, de Cruz del Eje a Mina Clavero y de Mina Clavero otra vez a Córdoba Capital. Respecto a pasar de Comunicación a teatro... son hitos que no tienen importancia. La vida universitaria tuvo un solo valor: conocer amigos y amigas que hasta hoy son mis confidentes y mis comadres de copas. Quiero decir, no fue la educación, sino las personas las que enriquecieron mi vida. Luego tampoco son líneas rectas, hice teatro desde muy chica, de modo que no llegué a él, me hice en él.

Profesión, trabajo, conquistas

 

―Escritora, actriz, cantante, ¿priorizás una sobre otra?
―Me gusta vivir en lo inclasificable. Soy todo este ser extraterrestre buscando material para inventar ficciones y es lo que más me gusta de ser Camila.

―Se sancionó la Ley de Identidad de Género. ¿Qué se ganó y qué falta en ese camino?
―Mi vida cuando tengo viajes afuera, mi vida burocrática. Ahorrarme explicaciones en la cola del banco, en la recepción de un hotel, en el médico. No tener que ver el estupor idiota de los que no entendían que en el DNI pudiera llamarme Cristian. Eso mejoró. Por otra parte, sé que nos matan, nos discriminan, nos dan representación en un ministerio y entregan el DNI número 9.000 de cambio de género, pero en realidad también no nos nombran en sus discursos, nos “aboludecen” en las ficciones de la TV, se nos interroga sobre obviedades que no hacen a ninguna persona CIS, no hay una ley que nos incluya laboralmente, juegan con nosotras y no nos aman con responsabilidad. También sé que un minuto de nuestra vida vale más que siglos de tantas vidas de imbéciles que lo único que hacen es propagar ignorancia y odio.

La cuarentena y los obstáculos

―¿De qué manera atravesás la cuarentena?
―En el rigor encuentro mucho placer. De manera que cuido mucho mi alimentación y entreno todos los días con pesos que me invento: botellas rellenas con arena, macetas con tierra colgadas de un palo de escoba. No tomo alcohol ni le doy lugar a vicios salvo que sea viernes o sábado. Sigo trabajando, de modo que estoy ocupada. Veo muchas series y películas, sobre todo de ciencia ficción. Bailo todos los días.

―¿Encontraste obstáculos en tu carrera?
―¡¿Cómo no habría de encontrarlos?! ¡Soy travesti! Es una carrera de obstáculos mi vida. Y claro que me afectan. Ayer me miraba en el espejo y veía cuán envejecido tengo el lado izquierdo de mi cara. Un costado joven y un costado viejo. Ese costado que envejeció más es el costado que fue herido, que encontró en ese lado de mi cara la manera de manifestarse. Quisiera ser como esas travestis sin rencor que hablan desde el amor y desde el perdón, esas travestis que no dicen malas palabras y su lenguaje está hecho en el afecto. Estoy llena de odio y resentimiento. Y aun así no mato a nadie, escribo, hago obras de teatro, canto en bares y hago análisis y hablo casi todos los días con mis viejos.

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