Cultura

Rodolfo Walsh, un vecino de La Plata

Vivió cerca de diez años en la ciudad, donde escribió Operación Masacre, su libro más célebre.

Rodolfo Walsh vivió alrededor de diez años en La Plata. Su primera esposa, Elina Tejerina, a quien dedicó su primer libro (Variaciones en rojo), dirigió la Escuela Especial para Ciegos N° 515 de La Plata, en cuyos fondos vivía la pareja de recién casados. También en nuestra ciudad nacieron sus dos hijas: María Victoria y Patricia. Nunca cambió el domicilio que figuraba en su documento: calle 54 N° 418.

Le gustaba ir con su esposa a comer a La Protectora, caminar por el Bosque, llevar a sus hijas al Zoológico. Era habitué de El Rayo, un café de 1 y 44, y pasaba largas horas frente a los tableros del Club de Ajedrez de 6 y 54.

Entró a la Facultad de Filosofía y Letras, pero solo dio algunas materias. Se hizo socio de Estudiantes de La Plata, de cuyo club de ajedrez era muy asiduo. Viviendo en la ciudad, hizo Diez cuentos policiales argentinos y la Antología del cuento extraño, para la Editorial Hachette.

Pero, sobre todo, será en La Plata que se enterará del “fusilado que vive”. Las primeras noticias sobre los fusilamientos clandestinos de junio de 1956 le llegaron en forma casual, mientras jugaba al ajedrez en el bar Rivadavia. “En ese mismo lugar, seis meses antes, nos había sorprendido una medianoche el cercano tiroteo con que empezó el asalto al Comando de la 2ª División y al Departamento de Policía, en la fracasada revolución de Valle. Recuerdo cómo salimos en tropel, los jugadores de ajedrez, los jugadores de codillo y los parroquianos ocasionales, para ver qué festejo era ese, y cómo a medida que nos acercábamos a la plaza San Martín nos íbamos poniendo más serios y éramos cada vez menos, y al fin cuando crucé la plaza, me vi solo, y cuando entré a la estación de ómnibus ya fuimos de nuevo unos cuantos”, cuenta el autor. Tampoco olvidaba que pegado a la persiana de su casa, oyó morir a un conscripto en la calle: “No me dejen solo, hijos de puta”.

En La Plata su vida cambió completamente

En esa época solo le interesaba el ajedrez, leer literatura fantástica y escribir cuentos policiales. Era traductor y corrector, escribía en Leoplan, Vea y Lea, y en donde podía para ganarse la vida. Pero en esos días, la historia entró para siempre en su vida.

Comprendió que además de sus perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior.  Seis meses más tarde, una noche asfixiante de verano, frente a un vaso de cerveza, un hombre le dijo: “Hay un fusilado que vive”. Y esa historia difusa, lejana, erizada de improbabilidades, lo captó hasta la obsesión.

Entrevistará muchas veces al sobreviviente, Juan Carlos Livraga, y recogerá muchos otros testimonios, en una investigación hecha con la periodista Enriqueta Muñiz. Durante casi un año no pensó en otra cosa, abandonó su casa y su trabajo. Se hizo llamar Francisco Freyre y portaba una cédula falsa con dicho nombre. Un amigo le prestó una casa en el Tigre, se separó de su mujer -aunque todos los fines de semana volvía a La Plata a visitar a sus hijas-, y llevaba consigo un revólver. Así escribió de un tirón, en caliente, para que no le ganen de mano, Operación Masacre, que fundó a nivel mundial el género non fiction.

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