Se cumplen 25 años de Clandestino, el debut en solitario de Manu Chao

A poco de haberse disuelto Mano Negra, ese disco en soledad significó un fenómeno a nivel global. Diario Hoy recuerda aquel trabajo que marcó una época.

Siempre en la ruta, en el camino. Ese parecía ser el dogma que siempre tenía el cantante y músico vasco-francés Manu Chao. Así lo hizo no solo con su banda -Mano Negra, disuelta en 1995-, sino también durante su período solista. Justamente, etapa que tuvo su comienzo formal en 1998, cuando editó su primer trabajo en solitario, Clandestino, que llevaba el subtítulo “Esperando la última ola”.

Con Mano Negra, Chao ya había ganado cierto reconocimiento global, no sólo en Europa sino sobre todo en América Latina. Disuelta la banda, entonces, él se encuentra en la encrucijada de qué hacer en el próximo paso. Tal como relatan los periodistas Kike Turrón y Kike Babas en su libro Manu Chao ilegal, persiguiendo al clandestino: “En este estado de dudas sobre su carrera musical (se planteaba incluso no hacer música nunca más), su quehacer vital (se le pasa por la cabeza hacerse trabajador social en África o continuar los pasos familiares y estudiar periodismo) y su devenir personal (al desgarro de la separación de su grupo, se sumaba una reciente rotura sentimental), momento oscuro y depresivo, Manu opta por el viaje como forma de perderse sin el ánimo de encontrarse”. Y justamente el músico emprende un viaje por casi toda América Latina. Y ese andar, ese peregrinaje por este continente queda recontra reflejado en el debut solitario de Manu. Aquellas inquietudes o sonidos que aparecían en Mano Negra acá se terminan de colar y terminan siendo un rasgo distintivo.

Lejos de la electricidad, el punk y la furia de Mano Negra, en Clandestino el sonido que prevalece es otro: la guitarra criolla, los pocos acordes, las cadencias latinoamericanas. El gran periodista Oscar Jalil lo definió: “Esta vez sin tanto nervio punk y con la melancolía a cuestas para viajar del reggae a la rumba y cruzar los ritmos latinos con el dub en un collage de melodías instantáneas. En castellano, inglés, francés y portugués, Clandestino proclama a viva voz que “todo es mentira en este mundo” y expone la suerte que corren los indocumentados alrededor del planeta. Solo Bob Marley se había atrevido a tanto, pero sobre el fin del siglo un francés errante reveló nuevos himnos de redención”.

Algunas canciones de aquel trabajo se volvieron clásicos casi instantáneos. En esas canciones se mezclaba la letrística social y política, con un popurrí de sonidos varios: ruidos, sintonización y locuciones de radios de distintos idiomas, sonidos callejeros, fragmentos de proclamas y discursos políticos (como por ejemplo, del subcomandante Marcos). Muchas grabaciones caseras. Hay que recordar que el disco se grabó en distintas partes del mundo, en un portaestudio que el músico llevaba siempre consigo.

Con todo, Manu trataba de graficar en música y sonido algo de todo lo que había recorrido durante largo andar por el continente. Lo cautivaba -y se puede decir que lo sigue cautivando- este continente. Eso estaba en Mano Negra, pero acá se agudiza. Aquel disco llegó a vender más de un millón de copias.

Algunas de las canciones que conforman aquel trabajo son: Clandestino, Desaparecido, Bongo bong, Je ne t’aime plus, Mentira..., Welcome to Tijuana, entre otras. Turrón y Babas en su trabajo expresan: “Dondequiera que fuese, iba grabando canciones, como un cronista de sonidos, como un investigador sonoro de lugares entrañables y fabulosas culturas callejeras. La idea esencial era encontrarse con gente, no músicos profesionales, e instalar el equipito en la cocina de alguna casa. Una idea original que ya venía desde Mano Negra pero que ahora encontraba su auténtica dimensión. Manu se empapa de la calle para conocer y asimilar la realidad de cada lugar”.

Así las cosas, 25 años pasaron de un disco que a la distancia sigue siendo referencia para muchos. Fueron varias las agrupaciones y solistas que encuentran en este trabajo una suerte de nave madre. El siguiente disco de Chao, Próxima estación… Esperanza, editado en 2001, siguió en la misma senda, y junto con el disco en vivo del 2002 son los mejores trabajos del músico. Una trilogía que se encuentra entre los mejores discos de fines de los 90 y comienzos del siglo XXI.

Manu Chao y Maradona

El músico vasco-francés siempre se consideró un amante y un fanático del astro argentino Diego Armando Maradona. Son muchos los músicos y artistas que le han dedicado canciones a Diego y Manu Chao no es la excepción. Y no son una, sino dos.

La primera lo homenajeó desde el título de una canción de su ex­banda Mano Negra. Santa Marado­na es una canción hiperfamosa que ha sonado en muchísimos videos sobre Maradona y también en cientos de estadios de fútbol. Y su vi­deo ha rotado miles de veces por montones de canales. Es más, la canción termina con la grabación de una ovación a Maradona: “¡Die­go, Diego! ¡Diego, Diego! ¡Olé, olé, olé, Diego, Diego!”, se escucha, tal el cántico de un equipo de fútbol.

Luego de ello, Chao, ya en solitario, le volvió a dedicar una canción. Lo hizo en su disco La Radiolina, de 2007. La canción se llama La vida tómbola. Allí hay un pasaje que terminaría volviéndose un clásico a la hora de referirse al astro argentino: “Si yo fuera Maradona, viviría como él”. Es más, hay una escena conmovedora que quedó registrada en el documental sobre Maradona que hizo Emir Kusturica. Allí, Manu y su guitarrista están tocando en una calle de un barrio de Buenos Aires cuando aparece Maradona, quien lo escucha emocionado. Y allí, entretanto, se escucha a Manu decirle a su compañero: “Liquídala, que llegó el maestro”.

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