Violeta Urtizberea: “Lo que le pasa a mi personaje lo he vivido en mi vida varias veces”
La actriz vive un momento intenso porque presenta nueva serie a la vez que continua con su obra Una casa llena de agua, de Tamara Tenenbaum, en el teatro.
En su vuelta al audiovisual con El sabor del silencio, la reconocida Violeta Urtizberea encarna un rol exigente que la corre de su zona más conocida. Compartiendo protagónico con Gonzalo Heredia en la serie creada por Mariano Hueter y dirigida por Pedro Levati, que se podrá ver en Flow desde el jueves, revela un color interpretativo distinto. Con ella hablamos antes del lanzamiento de la producción de Kuarzo e Idealismo Contenidos.
—¿Cómo fue meterte en el mundo de El sabor del silencio?
—Yo tenía muchas ganas de trabajar con Mariano Hueter que me parece que es un pibe que está haciendo cosas muy interesantes, así como de género, que en general no suele haber acá en Argentina tanto, si policiales y esas cosas. Y te dan ganas de actuar ahí, la atención de actuar, todo eso que uno siempre ve, consume, más de películas de afuera o series de afuera. Aparte me parece que siempre él filma muy bien y se ve todo con mucha calidad. Este proyecto, mientras lo íbamos filmando, íbamos viendo ahí en el monitor las imágenes y es increíble la fotografía, cómo se ve. Está muy bien realizado y la verdad es una gran alegría hacerlo con un clima de trabajo espectacular, mis compañeros increíbles, Pedro Levati, que es el director, es una persona hermosa y contamos esta historia que yo creo que es muy entretenida de ver.
—¿Es la primera vez que trabajás con Gonzalo Heredia?
—Sí, en la tira La 1-5/18 yo estaba obsesionada con él en la serie, actuamos. Y después yo soy amiga de Brenda Gandini también, su mujer, así que nos conocemos ahí de la vida, compartimos momentos de ocio, así que eso generó mucha confianza y es un amigo.
—Tu personaje vive una situación complicada en el primer episodio, muy difícil, ¿cómo fue un poco ser parte de un proyecto en donde a tu personaje le pasa algo que es mucho más frecuente de lo que nosotros sabemos o vemos o creemos o conocemos? ¿Cómo fue cristalizar algo que es muy cotidiano?
—La verdad es que lo que le pasa a mi personaje, en un principio, es un episodio que yo lo he vivido en mi vida varias veces, no es algo demasiado ajeno o demasiado extremo. Es un momento desagradable, muy desagradable, pero que no es, viste, como ¿oh, qué le pasó? No, lamentablemente son cosas que pasan todo el tiempo. El personaje de César Bordón tiene un avance sobre mi persona, sobre mi cuerpo, y yo tengo millones de recuerdos así. Que me tocaron el culo por la calle, en el colectivo, que te apoyen, que se masturben al lado tuyo. Preguntale a cualquier mujer y te va a contar tres anécdotas al respecto, personaje está trabajando y tiene que mantener más o menos la compostura y tiene una reacción medida, y no puedo contar mucho más, pero yo también me identifico con esa reacción. Como suelo tratar de que no haya más quilombo, que también después me lo cuestiono y digo por qué no pude decir algo, pero bueno, eso habla un poco de todo eso, de las reacciones humanas ante situaciones extremas. Y también es lo interesante de la serie, porque me parece que todos nos preguntamos siempre, qué harías si pasa tal cosa, todos nos podemos convertir en algo que no éramos. No estamos hablando de platos voladores, estamos hablando de algo que puede sucederte. Todos tuvimos alguna vez la fantasía, imagínate si voy preso, imagínate si mató a alguien, imagínate si se muere, no sé, cosas que pueden suceder, qué haría yo, y eso es muy humano. Entonces me parece que en ese sentido va a interpelar mucho al público y eso es lo que hace también que te tensione como espectador y que lo acompañes.
—¿Cómo estás viviendo un poco la alegría de poder estrenar una serie y estar en el teatro, pero saber que a la cultura se la ataca todo el tiempo?
—Bueno, no sé, estoy como creo que todos los argentinos, muy preocupada, digo, más allá de a quién votaste. Porque todos estamos en una situación, creo, de mucha tensión, de no saber cómo va a ser nuestro futuro, de si podemos conservar nuestro trabajo, de si llegás a pagar las cuentas, en qué te acortas. Esa situación de incertidumbre, de angustia, me parece que es colectiva y va más allá de mi rubro, porque estamos todos también inmersos en esta cosa, en esta pelea, de los de un lado, del otro y hay ahí como una guerra entre nosotros que a mí me apena mucho, me da mucha tristeza. No sé bien cómo comportarme, no sé bien qué decir, me pasa esto mismo de que no quiero que me agredan, y a la vez sé que quizás esa persona que me agrede está pasando la misma situación de tensión económica y angustiante que yo. Entonces no nos peleemos más, no pasa por ahí la cosa, esa es un poco mi sensación. Estoy triste, eso me pasa.
—Hablemos de Una casa llena de agua, que es maravillosa…
—Estamos volviendo todo el tiempo, la hago yo sola, entonces tengo esa posibilidad de hacerlo un poco cuando puedo y no hay otra gente que dependa de mí, me da esa libertad. Ahora estamos haciendo los jueves en Caras y Caretas a las 20 con precios superaccesibles, que eso me da mucha alegría también poder contarlo. Y en principio vamos a hacer hasta fin de mayo y la verdad no sabemos cuándo la vamos a volver a hacer, así que yo diría que vayan, porque por el momento no volvemos.
—¿Cómo fue para vos volver a la década del noventa?
—Es una época que la he vivido, así que no es como si estuviese haciendo época de los 50 y me tengo que interiorizar en el tema. Conozco todo lo que se habla, así que nada, muy divertido y es muy necesario también en la obra, por la temática, por todo lo que sucede. Es necesario que sucedan los 90, no es un capricho de la autora. Es que en principio yo soy una niñera que está cuidando una bebé y le hablo y hoy día una niñera estaría con el celular. Desde esa premisa, que sea en los 90 favorece a que esté hablándole a la bebé sin parar y que a partir de ahí surja el monólogo y es muy linda la obra, así que estoy muy contenta.