Abejas versus agroquímicos, una guerra que amenaza al sistema alimenticio

Diario Hoy dialogó con Pedro Kaufmann, secretario de la Mesa Directiva de la Sociedad Argentina de Apicultores, quien destacó la importancia de proteger a los polinizadores para evitar una crisis en la producción de alimentos.

Hoy en día, Argentina es el tercer país exportador de miel a nivel mundial, superado únicamente por China y Estados Unidos. De acuerdo a los datos de la Coordinación Nacional de Apicultura, del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación (Magyp), el 70% de la miel generada en el Hemisferio Sur americano tiene su origen en tierras nacionales.

De esta manera, las condiciones climáticas y los avances tecnológicos del terruño argentino convergen en un producto reconocido a nivel global.

Más allá del valor que pueda tener la miel para el desarrollo económico del país, el mayor aporte de la apicultura y del trabajo de las abejas es la polinización, una tarea que determina la cantidad y la calidad de los frutos.

De hecho, casi todas las comidas que ingerimos a diario son proporcionadas de manera directa o indirecta por las abejas. “Siete de cada 10 platos que se llevan a la mesa dependen del trabajo de los polinizadores”, explica a diario Hoy Pedro Kaufmann, secretario de la Mesa Directiva de la Sociedad Argentina de Apicultores (SADA).

“Para nosotros, lo más importante de la apicultura y del trabajo de las abejas no es precisamente el producto miel, sino el valor que tiene la apicultura y el trabajo de las abejas en la polinización. Eso tiene un valor muy grande en la posibilidad de tener alimentos, tanto los que comemos nosotros como los que come el ganado”, agrega.

En los últimos años, el corrimiento de las fronteras agropecuarias en la región central del país y el uso de agroquímicos para proteger los cultivos provocó un marcado descenso de polinizadores y de abejas, lo que permite pensar en la posibilidad de una “crisis en la producción de alimentos”.

De acuerdo a Kaufmann, las grandes extensiones de cultivos asociados a agrotóxicos implica un “deterioro” en las poblaciones de abejas, ya sea por muerte directa como por el debilitamiento de las colmenas. “Al eliminar la maleza, es decir, todo aquello que no es el cultivo que se quiere desarrollar, se limita mucho la diversidad de flores. Es como si nosotros empezáramos a consumir un único alimento. En este caso, los herbicidas reducen mucho la oferta floral y eso que la agroindustria considera maleza, es un insumo necesario para la vida de las abejas”, añadió.

Argentina se encuentra entre los cinco países que más agroquímicos utiliza en el planeta. En la actualidad, el uso de herbicidas como el glifosato, insecticidas y fungicidas suman un total de 500 millones de litros por año que terminan en el aire, el agua y la tierra.

“Además ese tipo de propuesta agroindustrial, que se ha desarrollado en casi toda la zona núcleo del país, limita la biodiversidad biológica, y eso hace también que se reduzcan los insectos polinizadores que estaban dentro de esa vida natural. Realmente, no se valora la importancia que tienen las poblaciones de polinizadores en la producción de alimentos”, señala Kaufmann.

“En los últimos 10 o 15 años disminuyó hasta un 50% la cantidad de apicultores”

De acuerdo al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, el complejo apícola nacional está compuesto por unos 12.000 productores registrados, lo que representa un número de colmenas superior a los 2,5 millones.

Más allá de estas cifras, en los últimos años el país ha enfrentado una baja en la producción y exportación de miel. Según explica la Coordinación Nacional de Apicultura esta baja es producto de factores climáticos, el aumento de las poblaciones de Varroa en algunas regiones del país y el avance de la agricultura y el mercado apícola asiático.

Si bien la mayor concentración de producción de miel tiene lugar en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y La Pampa, en el último tiempo, muchos apicultores migraron hacia microrregiones agropecuarias.

En este sentido, Kaufmann explicó: “En Argentina, en los últimos 10-15 años, disminuyó hasta un 50% la cantidad de apicultores. Tenemos mucho menos apicultores que los que teníamos dos décadas atrás y eso también ha incidido en la cantidad de colmenas, y necesariamente en el modelo de trabajo; porque la posibilidad de hacer apicultura en determinados lugares del país ha desaparecido, se ha reducido mucho o ha quedado en manos de menor cantidad de apicultores”.

Por otro lado, el especialista destacó: “Sí ha habido una proyección de apicultura en lugares que antes uno consideraba marginales, como puede ser Chaco, Misiones, Neuquén o la Cordillera. Ahora son lugares en los que se puede hacer una apicultura distinta, lejos de los lugares de producción agrícola, lejos de los agrotóxicos”, agregó.

Hoy en día, la región central del país está expuesta a los efectos de los agrotóxicos que no solo matan abejas, sino que además influyen en otro tipo de productos. “Los apicultores tenemos que ser sumamente cuidadosos para que las colmenas no estén cerca de los focos de contaminación”, señala Kaufmann, que además destacó la necesidad de valorar los beneficios de las poblaciones de polinizadores más allá del ingreso de divisas extranjeras. “Uno puede comprobar cuánto ingresa en dólares por venta de tambores de miel al exterior. Ese es un indicador que uno debería tener en cuenta. Ahora, ¿cuánto vale el trabajo de polinización cotidiano que hacen las abejas en la naturaleza para garantizar diversidad biológica y para producir alimentos? Eso no está contabilizado”.

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