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Esperanza de vida

En esa fórmula está cifrado el alargamiento de la existencia humana a lo largo de la historia, gracias a los hallazgos de la ciencia.

Se pueden debatir muchas cosas respecto del siglo actual, pero una es incuestionable: las personas viven tanto más que antes, reflejada en la estadística conocida como “esperanza de vida”. Vale decir, técnicos y programáticos promedian la edad a la que morían las personas en un determinado espacio geográfico y así pronostican cuantos años podrían durar los que nacían allí en ese momento.

Hasta mediados del siglo XVIII era raro superar los 35 años; era cierto que en esa cuenta pesaba mucho la gran cantidad de chicos que morían: dos de cada cinco no llegaban a la edad adulta. La esperanza de vida era un promedio: un intento de describir un conjunto haciendo abstracción de sus particularidades. No obstante, para medir realmente la esperanza de vida las diferencias económicas son centrales.

Actualmente, los cinco países con mayores esperanzas son: Japón, Suiza, España, Singapur y Francia, que superan los 83 años; los cinco con menores posibilidades de subsistencia son Suazilandia, Lesotho, Sierra Leona, Chad y Costa de Marfil, cuya mortandad promedio es de 50 años. Y si las diferencias entre países son dramáticas, las desigualdades internas tienen derivaciones feroces: en Estados Unidos, por ejemplo, un varón blanco espera vivir siete años más que un varón negro- porque éstos últimos no sólo están más expuestos a morir violentamente, sino que tampoco tienen suficientes ingresos para su manutención-. En Rusia, el hombre está condenado a vivir diez años promedio menos que la mujer, porque ellos son proclives hasta la desmesuras al consumo torrencial de bebidas blanca y a fumar incansablemente.

En Francia, el mapa social que distribuye los porcentajes de mortandad, son elocuentes: las personas del cinco por ciento más rico, que ganan más de 6 mil euros, esperan vivir 13 años más que el cinco por ciento más pobre, que gana 500. Por eso algunos sostienen que la esperanza de vida es un indicador imprudente, a pesar de que la mayoría de las personas viven mucho más que antes.

En Argentina, desde 1960 la esperanza de vida viene en ascenso, siendo el punto inicial los 63,98 años y llegando a su punto más alto en 2019 con un promedio de 77,28 años. Neuquén se destaca como la provincia argentina con la mayor esperanza de vida. En promedio, las mujeres viven 82,8 años, mientras que los hombres alcanzan los 76,39 años, según el propio sitio web del Ministerio de Salud neuquino.

Los principales indicadores para realizar la medición son: el trabajo, la salud, la educación, el acceso a servicios e infraestructura, la vivienda, la seguridad y el ambiente de cada población. Hay que tomar en cuenta que algunas enfermedades no existe forma de preverlas a partir del mapa genético aun y se interpreta su aparición como un azar inverosímil o designio de algún ser superior.

El ascenso de la esperanza de vida a nivel mundial se debe a los avances en cada territorio, pero también de nuevas tecnologías aplicadas para mejorar el nivel de vida y desarrollo de las personas. Es un hecho que, a medida que la tecnología y la medicina continúe en constante crecimiento, las personas podrán mejorar sus niveles en cuanto a salud, sin perder de vista las condiciones de cada lugar y cuáles son los accesos a servicios básicos de la población para continuar con desarrollo y bienestar.

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