Con olor a tilo

¡Al consultorio en patineta!

El odontólogo que suele ir una vez a la semana en longboard (tabla larga) hasta su trabajo. “Me da satisfacción tanto el ejercicio como guardar el auto”, dijo. Su cuñado es el bailarín Iñaki Urlezaga

Ezequiel Truzzoli es odontólogo desde 1995, y así como convive muchas horas a la semana con bocas abiertas, en la calle también deja “boquiabiertos” a quienes lo ven pasar en un longboard (tabla larga, también conocido como skate) por las calles de la ciudad, con las primeras luces de la jornada laboral, cuando cruza desde la barriada de Plaza Belgrano -donde vive con su mujer y las hijas mellizas- hasta la avenida 122 y 38. Al menos, ese trayecto es fijo cada jueves del año, en que se encuentra con otros colegas médicos y juntos van en un mismo automóvil para ir a trabajar a consultorios de Capital Federal. 

-Tenga cuidado con el tránsito, doctor

-Sí, eso está demás, voy muy atento. Respeto al tránsito, más con la patineta. Aunque ahora con el frío y un poco la edad (cumplirá 48 años el 31 de agosto) no lo hago tan seguido, pero ir a trabajar con mi longboard me da la satisfacción de hacer un poco de ejercicio y de tener el auto guardado.

-Visión ecológica y deportiva

-Claro que sí, de hecho me dan ganas de que con lo mío se contagien los demás. Pero para llegar al longboard primero hay que aprender, no es como la bicicleta. Empecé yendo a plaza Moreno todos los fines de semana, cuando casi no hay gente y puedo probar algunas piruetas.

 De familia italiana que llegó a buscar trabajo en tiempos de la Segunda Guerra. Tres hermanos. Y un dato extra: Marianela Urlezaga, su mujer, es la hermana del distinguido bailarín Iñaki Urlezaga.

-¿Lo ves a tu cuñado famoso?

-Por supuesto, labura bastante, si no estaríamos todos más tiempo juntos. Si voy a buscar a mi hija a danzas, lo veo a él, que es fanático de hacer pizzas caseras y atendernos. Ahora está haciendo visitas por las provincias dando clases magistrales a grupos.

Ezequiel nunca hizo deportes oficialmente. Solo una niñez “de  patadura”, jugando fútbol en el patio de la Escuela 10, en 48 y 16.

Ahí va el hombre. Lleva su tabla como un tesoro. Tal vez no sepa que lo que más resalta es su sonrisa que entrega a precio muy barato para todo el mundo.