Cultura

Carlos Castaneda, el brujo que fue best seller

Para algunos era un gurú, para otros un charlatán, lo cierto es que este peruano tuvo un éxito fulminante con sus libros en los que la ficción se cruza con la Antropología

"Don Juan a mí me lo dio todo. Cuando lo encontré no tenía otro interés que la antropología, pero a partir de ese encuentro cambié. ¡Y esto que me ha pasado a mí no lo cambiaría por nada!", decía Carlos Castaneda, un antropólogo peruano –nacionalizado estadounidense-, que escribió una saga de libros bajo el nombre Las enseñanzas de Don Juan.

A principios de los años sesenta, Castaneda viajó al desierto de Sonora, en el norte de México, para juntar información referida a los usos medicinales de ciertas plantas psicotrópicas o alucinógenas utilizados por los yaquis, una etnia aborigen. En la estación de ómnibus de un pueblo norteamericano fronterizo con México dijo haber conocido a Don Juan Matus, un brujo que tomó a Castaneda como aprendiz. Don Juan le enseña los usos del peyote –un cactus sin espina que contiene mescalina-, “la hierba del diablo” y el “humito”, teniendo así una serie de experiencias relatadas en los libros que empieza a publicar a partir de 1968, y que pronto treparon a la lista de los más vendidos en toda América.

En ese camino de aprendizaje se busca devolver lo que no nos pertenece y recuperar lo que es de cada uno, mediante una transformación individual y profunda del ser. Debiéndose ser inconmovible en el deseo de ser libre: "El objetivo es salirse del mundo vivo; salirse con todo lo que uno es, pero con nada más que con lo que uno es. La cuestión es no llevarse nada ni dejar nada: Don Juan se salió enterito -¡vivito! del mundo. Don Juan no muere porque los toltecas no mueren". Es necesario modificar la percepción de cuanto nos rodea: "La percepción ordinaria no nos dice toda la verdad. Debe haber algo más que el mero paso por la tierra, que eso de solo comer y reproducirnos". A ese camino del conocimiento lo llama “el camino del guerrero”, que es largo y requiere total dedicación. Todos ellos tienen un objetivo concreto y un incentivo muy puro.

El sentido común sería ese acuerdo al que hemos llegado tras un largo proceso educativo que nos impone la percepción ordinaria como la única verdad. "Precisamente, el arte del brujo -dijo- consiste en llevar al aprendiz a descubrir y a destruir ese prejuicio perceptivo. El arte del brujo consiste en llevar al aprendiz a descubrir y a destruir ese prejuicio perceptivo”.

También Castaneda proponía una manera diferente de dormir: “Lo importante es darse cuenta de que se puede dormir de muchas maneras”. Según Castaneda, se nos ha enseñado a acostarnos y a levantarnos a una determinada hora porque eso es lo que la sociedad quiere de nosotros: "Así, por ejemplo, los papás acuestan a los niños para sacárselos de encima". El decía haber adquirido la habilidad de ir directamente al sueño profundo: “Yo puedo dormir en cualquier hora del día y la noche, pero si sumo las horas y minutos que duermo no creo que lleguen a más de cinco horas por día". Enseñaba ejercicios para aprender a soñar a voluntad y en forma sistemática: “Se empieza por soñar con una mano que entra al campo visual del soñador. Luego, se ve todo el brazo. Se continúa en forma progresiva hasta poder verse a uno mismo en el sueño. La otra etapa consiste en aprender a usar los sueños. Es decir, una vez que se ha logrado controlarlos, hay que aprender a actuar en ellos. Así; por ejemplo, se sueña con uno mismo que se sale del cuerpo y que abre la puerta y sale a la calle. La calle es, entonces, ¡algo inaudito! Algo en uno se sale de uno; algo que se logra a voluntad". Según Castaneda, el soñar no ocurre en el tiempo. No, al menos, en el tiempo que miden los relojes: “El tiempo del sueño es algo muy compacto”. Dice que en los sueños se produce un inmenso desgaste físico: "En sueños, se puede vivir mucho, pero, el cuerpo se resiente... Después queda, como una torpeza de años".

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