Cetrería, el arte milenario que excede el control de plagas

Diario Hoy dialogó con Daniel Abarquero, presidente de la Asociación Argentina de Cetrería, quien reveló los secretos de la actividad, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.

A mediados de marzo, el país se hizo eco de los dos gavilanes que vuelan sobre el césped del estadio Monumental. Están ahí para evitar que las palomas se coman las semillas, tratándose de una práctica que suele verse en otro tipo de espacios como aeropuertos o iglesias.

Desde hace varios años, las autoridades de países europeos como Italia o Francia contratan a profesionales de la cetrería para que las aves rapaces espanten a las plagas. “En Europa estuve en contacto con gente que usaba gavilanes para dispersar a las palomas porque ensuciaban todos los monumentos”, cuenta Daniel Abarquero, actual presidente de la Asociación Argentina de Cetrería.

En diálogo con diario Hoy, el especialista reveló los secretos de este arte milenario, que desde 2010 es Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.

Los datos históricos hablan de una actividad de casi 10.000 años de antigüedad, con una fuerte referencia al mundo árabe. “Los Emiratos Árabes desarrollan la cetrería con un nivel cultural muy grande. Todos sus años de cetrería están como insertados en la vida cotidiana, ya sea en monedas, publicidades, billetes o escudos. Tiene mucho valor tradicional y cultural”, explicó Abarquero.

Con la llegada de los moros a Europa, la cetrería emergió junto al esplendor de la Edad Media. A partir de ese momento, la actividad empezó a expandirse hacia Reino Unido y otros países del viejo continente.

“A Argentina llega como una referencia, porque no tenemos una tradición de cetrería, en comparación con Europa, donde ya se practicaba cientos de años atrás”, sostiene el experto. Luego agregó: “En el país se empezó con algunos pequeños aficionados alrededor de 1970-1972”. Uno de ellos fue Ricardo Soulé.
Actualmente, el ex Vox Dei es secretario de la asociación.

Hoy en día, la entidad se dedica al entrenamiento y amaestramiento de halcones y gavilanes. Luego, son liberados en zonas urbanas o industriales para evitar plagas aviares, que puedan contaminar productos o espacios públicos. Además de brindar cursos, la organización cuenta con áreas de investigación centradas en aves rapaces y veterinaria especializada en cetrería.

Consultado acerca del entrenamiento de este tipo de animales, Abarquero destacó la importancia de mantener cierta constancia.
“Si se suspende por un pequeño tiempo, ya sean dos o tres semanas, las aves te ponen en una situación difícil porque tienen un instinto muy marcado y pueden recobrar el salvajismo con mucha facilidad”.

En primera medida, los cetreros trabajan en la familiarización del halcón, el gavilán o el águila con la vida humana y las costumbres de las personas con las que conviven.

La segunda parte del entrenamiento está centrada en la respuesta del ave al cetrero, es decir, “que la pueda llamar y la rapaz, esté donde esté, vuelva a mi puñó (si se trata de gavilanes) o a un señuelo (en el caso de los halcones). Después se empieza con una introducción a la caza. Ahora que el ave está amansada y responde al estímulo del llamado, hay que ver cómo la llevo a cazar, qué tipo de presa voy a cazar y con qué estilo, porque cada presa se caza de manera distinta y cada ave caza de manera distinta”, agregó el especialista.

“Suponiendo que se trate de un cetrero profesional con dedicación exclusiva, desde el día uno hasta que pueda empezar a cazar pueden pasar unos tres o cuatro meses”, comentó.

Hoy, a sus 53 años, Daniel Abarquero sigue siendo uno de los principales impulsores de la actividad. Mantiene intacto ese “encanto especial por las aves” que lo llevó a conectar con la cetrería a sus 10 años. “Le he dedicado demasiado tiempo e intensidad como para que sea un hobby. Es un eslabón esencial en mi vida”, concluyó el cetrero.

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