Cuando Andrés Calamaro salió de gira con Bob Dylan

En 1999, el cantante argentino, que por entonces editaba su sexto disco, fue telonero de quien sería Premio Nobel de Literatura durante toda la gira que hizo en España.

Andrés Calamaro tenía por entonces 38 años y acababa de editar su sexto disco solista, Honestidad Brutal, un álbum doble con temas que serían clásicos de su repertorio: Cuando te conocí, La parte de adelante, Paloma y Maradona, entre otros. El disco salió en Argentina con una tirada de 120.000 ejemplares, vendidos al poco tiempo, lo que le permitió tener un premio doble platino. Pero ésa no fue la mayor satisfacción que le deparó el 1999: la más grande de las sorpresas lo asaltó telefónicamente cuando un empresario español le preguntó si quería ser telonero de Bob Dylan en su gira por España.

“Cuando la gira termine, voy a envidiarme a mí mismo”, fue lo que se dijo Calamaro cuando cortó la llamada telefónica. Era el encargado de abrir los shows con un set acústico en el que, acompañado por dos guitarristas, desgranaba algunas de sus canciones más tranquilas: “Subo al escenario con la idea de cumplir dignamente. Y creo que lo hago, con elegancia y respeto”. El público parecía compartir esa idea por la acogida que daba a esa parte del concierto.

Bob Dylan había llamado a su gira “Never Ending Tour” (La gira interminable), y abarcaba Valencia, Granada, Málaga, Zaragoza, Barcelona, Murcia, Madrid y otras ciudades. Si bien Andrés Calamaro vivía en Madrid, muchos de los lugares en los que se hizo el show, los visitaba por primera vez. Esta historia tenía para el argentino mucho del cuento de la cenicienta.

Si bien actuaba en un formato atípico, le gustaba el estilo acústico: partir del silencio, cuando, generalmente, lo hacía desde el ruido.

Las canciones que se iban sucediendo eran Alta suciedad, Te quiero igual, Me arde, I Can’t Stand Fall in Love with You, Adiós amigos adiós, Elvis está vivo, El novio del olvido, Nocturno de princesa y La copa rota.

Calamaro consideraba a Dylan uno de sus ídolos mayores. Luego de la apertura del concierto, seguía el show desde un costado del escenario. Bromeaba que podía decirle a sus amigos que estaba viendo gratis un montón de conciertos de Bob Dylan : “Eso es una gentileza que roza la falta de profesionalismo. Trato de ser educado, y que se le dé bola al telonero agranda el concierto también”.

Cada tanto, los dos músicos conversaban: “Me vino a saludar en Gijón y después hablamos un rato en San Sebastián. Nada importante, solo tontos comentarios musicales. Ha sido educado y sensible conmigo”.

Pero hubo una ocasión distinta a otras, fue hacia el final de la gira. Bob Dylan se le acercó con una de esas sonrisas que no se practican frente al espejo y le dijo algo que Calamaro aún sueña con que haya sido cierto: “Me dijo la mentira más maravillosa: Estoy feliz de que seas vos quien me acompañara en esta gira”.

Un sueño cumplido

Desmesurado como hacer un disco junto a Diego Armando Maradona. Quería que esa amistad pasara al plano musical. Se juntaron muchas veces para ensayar. La idea era interpretar temas clásicos de todos los géneros musicales: “Está claro que yo nunca podría jugar al fútbol con él, pero él sí podría cantar conmigo. Desde que lo conocí supe que podía cantar bien. Es más, creo que él canta más y mejor que yo. Diego es la clase de flaco que seguramente ha cantado y aún canta en los cumpleaños familiares, con o sin vino. Cuando grabamos fue como un experimento, un encuentro de amigos y salió buenísimo. Mejor compañía para Diego, musicalmente hablando, no se me ocurre. Tal vez este es un buen momento para que intente nuevas formas de creatividad. La gente se lo puede tomar en broma, pero yo aseguro que no será así. Lo que sí sería una broma es que yo intentara jugar al fútbol”. Finalmente el disco no se grabó, pero si quedó una grabación de ambos que se incorporó a un disco de Andrés Calamaro en el que también hizo duetos con Pappo, Virgilio Expósito, Joaquín Sabina y Luca Prodan, entre otros.

Luego de la gira con Bob Dylan, Andrés Calamaro podría haber dicho: “Yo de chico tenía un sueño”. Y de grande, comprobar que se había cumplido.

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