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Cuando en La Plata se hizo la luz

Nuestra ciudad fue pionera en muchos campos, y entre otros hitos, fue la primera en la Argentina en tener alumbrado público municipal.

La llegada de la luz eléctrica a nuestro país fue objeto de una ardua disputa. Los pioneros tuvieron que enfrentarse a las dudas del público y los intereses de los proveedores de gas, que veían su mercado amenazado. En ese contexto, siempre se dijo que La Plata fue la que ostentó la primera lámpara eléctrica introducida en el país para el alumbrado público. Si bien es cierto que es rigurosamente exacto que fue nuestra ciudad la primera que contó de modo permanente con la luz eléctrica para el alumbrado municipal, también es cierto que no fue donde se vio la primera lámpara en cuyos frágiles alambres parecía vibrar el ansia del progreso.

Juan Etchepareborda era un odontólogo nacido en París y radicado en Buenos Aires. Tenía afición por los estudios mecánicos y eléctricos. El 4 de septiembre de 1853 realizó una primera demostración de la iluminación eléctrica en su casa, tal como se había hecho en Francia apenas diez años antes. Un testigo del experimento relata que: “[Era] semejante a una aurora boreal, la luz eléctrica alumbraba los espíritus y deslumbraba sin herir ni fatigar los ojos”. Esas luces eléctricas aún estaban muy lejos de las bombitas que conocemos. Eran lámparas de arco que producían luz cuando una corriente eléctrica saltaba entre dos pastillas de carbón. La luz que producían era muy similar a las de las soldadoras eléctricas modernas.

A principios de 1884, se instaló provisoriamente en nuestro medio la usina con el objeto de practicar los primeros ensayos del sistema Brush. Charles Brush fue un inventor norteamericano que construyó un generador eléctrico comercializado por la Anglo-American Brush Electric Light Corporatio, con sede en Londres. En marzo de 1884, se recibió en nuestro país proveniente de Estados Unidos la torre eléctrica que se irguió en agosto en la plaza de la Legislatura. A partir de esta fecha se fue perfeccionando la generación y la conducción del fluido. A La Plata, pues, le cupo el privilegio de ser la primera ciudad argentina que tuvo en forma definitiva sus calles alumbradas eléctricamente.

Sin embargo, “los frágiles alambres del sistema Brusch” no se tendieron por primera vez en La Plata, sino en la propia ciudad de Buenos Aires, en las calles Perú y Florida, desde Alsina a Corrientes, y pocos días después hasta Lavalle y calles adyacentes. Fue una demostración que duró 15 días. El responsable fue José María Rey y, en ese contexto, el gobernador se había instalado en una pequeña construcción levantada en Perú y Alsina. Un público cada vez más numeroso acudía noche a noche, en carruajes, a caballo o a pie, a embelesarse con el prodigio. Se pusieron en contacto por primera vez los carbones de los arcos voltaicos la noche del 29 de septiembre de 1882, casi dos meses antes de fundarse La Plata, y un año y medio antes del ensayo que tuvo lugar en nuestra ciudad.

Un diario porteño, en su edición del día siguiente, afirmaba: “El ensayo empezó a las 10 y a poco las expresadas calles, en el trayecto indicado, se hallaban llenas de gente, admirando el verdaderamente hermoso espectáculo que se ofrecía a la vista. Las luces eléctricas, vistas desde la distancia, semejaban una larga y doble hilera de farolillos chinescos de papel amarillento; las calles transversales, mirando hacia uno y otro lado desde las iluminadas por la electricidad, recordaban los barrios alumbrados aún a kerosene, antes de entrar a los cuales el transeúnte devoto se hace la señal de la cruz y encomienda su alma a Dios por lo que pudiera sucederle; empuñando con mano firme el revólver o el garrote los que creen que se puede ser cristiano, fiando sin embargo más por el propio individuo que en la Providencia, para salir del mal paso”.

La crónica periodística consignaba que, durante toda la noche, las principales calles porteñas presentaban un aspecto animado, con sus balcones, ventanas y azoteas llenas de familias contemplando el bello espectáculo. En ese sentido, las aceras estaban ocupadas por una concurrencia que traía a la memoria las noches de fiestas patrias. Todo esto jamás restó mérito alguno a la obra de Dardo Rocha, quien, como se ha leído en más de una oportunidad, “echó más luz sobre la luz”.

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