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Cuando Hugo del Carril conquistó París

En la década del 50, el gran cantor y director de cine fue contratado para hacer en Francia un espectáculo junto a una de las cantantes más famosas de la época, Joséphine Baker.

Estaba acostumbrado a hacer las valijas para partir por el mundo a cantar, filmar o actuar. Pero esta vez el desafío era mayúsculo: lo habían invitado de Francia para hacer una película y montar un espectáculo con la cantante y bailarina de origen afroamericano, Joséphine Baker, que ya tenía alcance mundial. Hugo del Carril venía de hacer una gira por el litoral y Paraguay, que le había dado muchas satisfacciones. El director de cine francés vino a nuestro país para entrevistar al actor argentino, proponiéndole un papel destacado en La Fille de feu, una película en la que una expedición científica naufragaba en una isla desierta del Océano Pacífico, y en la que dos hombres –uno de ellos sería del Carril- se disputan el amor de una mujer. Hugo del Carril se dejó tentar. Antes de llegar a Francia, le llegó otra invitación: la temporada de recitales compartidos durante todo el tiempo que durara la filmación. En 1938, había filmado Tres anclaos en París, con Florencio Parravicini, Tito Lusiardo, Irma Córdoba y Enrique Serrano. Pero ahora, volvería a París al encuentro de la gloria.

Hugo del Carril no solo actuó en la película, sino que también fue asesor del director. Alfred Rode había visto con devoción Las aguas bajan turbias y Más allá del olvido –dos de las películas dirigidas por el argentino-, y quería su opinión sobre muchas de las escenas de la película que estaba rodando. El director francés quedó tan impactado con Hugo del Carril que lo contrató para hacer coproducciones y elegir guiones para filmar. Al regresar al país, Hugo del Carril dio detalles de esta tarea en una entrevista periodística: “También tendré a mi cargo la selección de los libros, entre los cuales tengo ya en vista una novela sobre el trabajo en los algodonales del Chaco, que me gusta mucho. Y si corresponde, es posible que hasta haga algún papel. Pero, como base, contrataremos importantes figuras del cine argentino e internacional, preferentemente europeo”.

El éxito europeo de Hugo del Carril fue tal, que de una estadía de tres semanas –tiempo que demoró la filmación de la película-, pasó a un año y diez días. La crítica francesa no solo elogió su talento actoral, sino también su enorme calidad de cantor –llegándolo a comparar con Gardel-. La satisfacción profesional era plena, pero la nostalgia le jugaba sucio: “Todo es muy lindo, gusta, atrae. Hay una novedad y un sobresalto cada día. Pero es inútil. En cuanto se tiene una hora de sosiego, el pensamiento vuela hacia Buenos Aires…los amigos. Es una ansiedad de patria que impulsa al regreso, que se agranda cada día y que finalmente se convierte en una impaciencia nerviosa por volver”. En Nueva York le ocurría lo mismo. Cuando unos años antes lo invitaron a quedarse en los Estados Unidos durante siete meses, había dicho que no: “Se me hizo incontenible el deseo de regresar”. Rechazó ese ofrecimiento aunque implicaba su reencuentro con Joséphine Baker, de quien se había hecho muy amigo: “Ella hacía temporada en Miami y me pidió que compartiéramos escenario. Era una grande. En esa Norteamérica racista, ella ponía una cláusula en el contrato respecto de la que no transigía: que a sus espectáculos pudiera concurrir gente de piel negra”.

Un espíritu inquieto

Hugo del Carril aprovechó su estadía parisina para ver mucho teatro y cine. Cuando le preguntaron qué era lo que más le atraía de Francia, respondió: “La renovación constante. La magnificencia de los espectáculos. Es lógico que un espíritu inquieto tenga predilección por ese clima”.

Hizo muchos amigos, a los que siguió frecuentando con los años. Mientras él estaba rodando La Fille de Feu, se estaba filmando La corona negra. Luego de la jornada de filmación se solían juntar los elencos para confraternizar. Hugo del Carril se hizo especialmente amigo de María Félix y Vittorio Gassman. Dijo del actor italiano: “Es el actor de la época pese a que solo tiene 28 años. Sus interpretaciones causan sensación. Tiene un don natural, una imponencia, una prestancia pocas veces vista en escena”. Admirada la apostura física del actor italiano: “Ancho de hombros y delgado de caderas. Un verdadero atleta. Y un rostro viril, no bonito, no de galán, sino bien masculino y recio”.

Completaba el retrato con estas características: “En cuanto a su carácter, un poco huraño, solitario. Enemigo de fiestas. Un grupo escaso de amigos, y un aislamiento voluntario, acaso excesivo para su edad juvenil”.

Hugo del Carril fue el responsable de que el gran Gassman hiciera su primera visita a Buenos Aires. En una carta le dijo a Vittorio la importancia que tendría su presentación en Argentina. Fue tan convincente que Vittorio Gassman terminó haciendo una temporada en el teatro Odeón de Buenos Aires, interpretando Enrique IV, de William Shakespeare, encabezando un elenco de diez figuras.

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