CULTURA

Cuando la computadora salva vidas

Un panameño inventó un método para preservar la integridad física de los trabajadores portuarios. La cibernética y una prueba más de sus posibilidades infinitas.

Aún sigue habiendo casos en todo el mundo: cientos de trabajadores aplastados como hormigas por máquinas gigantes. Las escenas de Charles Chaplin en Tiempos modernos son una trasposición cómica de una realidad trágica. No es una metáfora. Los puertos hasta prohíben a los empleados entrar con celulares para que no saquen fotos de los accidentes. Muchas veces, las autoridades marítimas no incluyen esas muertes en las estadísticas anuales o, a lo sumo, publican una lista genérica de “accidentes ocupacionales”. Por eso, en Panamá, el invento de Luis Ricardo Oliva Ramos significó mucho más que salvar vidas.

Con 21 años, Luis entró a trabajar en ID Tech, la empresa de soluciones tecnológicas de su tío, que le había ofrecido el humilde puesto de limpiar las computadoras, pues era la única vacante disponible. Él aceptó de inmediato porque en su casa los ingresos eran escasos y necesitaba el dinero para solventarse la carrera de Ingeniería Eléctrica que estaba estudiando. Además, le pareció que una empresa pequeña, sin grandes estructuras burocráticas, era su chance de poder destacarse. Allí observó por primera vez cómo los conductores de montacargas, que operaban desde cabinas alejadas del suelo, no lograban ver todo lo que sucedía alrededor. Entre otras cosas, que un levísimo movimiento podía transformar a una persona en papilla.

Luis tenía un conocimiento excepcional sobre conectores con bloques de lógicas, dispositivos programables, corrientes estacionarias y nanosensores. También sabía cómo combinar todo eso en un chip, haciendo que algo que no mide más de una pulgada obedezca instrucciones para mover algo gigantesco. Él sería el encargado de transformar a ID Tech en una empresa exportadora, como si su vida hubiese sido escrita para una historia de superación: el niño sin recursos que llegó a la universidad, se convirtió en inventor y apareció en los periódicos.

Durante unas vacaciones trabajó todo el verano dando clases de Word y Excel para adultos y con su primer sueldo se compró las piezas para fabricar su computadora. Una vez finalizado ese armado, se zambulló en el invento que le cambiaría la vida. Así fue que lo primero que hizo fue rescatar un modelo que había usado con un amigo en la universidad para simular el efecto de sonido en el cuerpo. Pensó que podía aplicarlo a su invento y lograr que, si alguien se acercaba al montacargas, el radar captara esa presencia, transformara esa presencia en una alarma y el maquinista pudiera frenar. Hasta que en 2008 pasó de la fase de investigación a decir: “Voy a hacer esto”.

Cuando su tío lo ascendió a técnico en la empresa, Luis se encerró por dos semanas con aquel amigo de la universidad para comenzar a materializar su idea. Las jornadas eran de más de doce horas y nunca terminaban antes de las diez de la noche. No encontraban la forma de hacer que el equipo identificara una presencia humana y tradujera esa presencia en un sonido estridente, hasta que Luis tomó su lapicera y dibujó para su amigo el microcontrolador –un rectángulo dentado en los lados largos– que si se lo conectaba a una antena podía detectar una presencia humana a varios metros de distancia y detonar el aviso a través de una sirena.

Tenaz hasta lo extremo, Luis estuvo dos años sacrificándose todos los días por su invento. Después del primer prototipo que habían construido, estuvo varios meses trabajando para conseguir una versión más seria. Finalmente, en 2010, pudo crear el Bodyguard Box, que no es una, sino varias cosas: unas antenas, una caja, un monitor y varios microchips. El chip va incrustado en los chalecos o cascos de todos los empleados del puerto y, a simple vista, parecen simples códigos de barra. Cuando un empleado pasa cerca de un montacargas, un aviso dispara una reacción de luces en la pantalla que está a la vista del operador. Así nació el primer escáner de vidas humanas, que mantuvo a salvo a los panameños.

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