cultura

Daniel Veronese y el teatro como forma de dinamitar las apariencias

Los padres terribles, la obra que está dirigiendo en la actualidad, es una síntesis de la visión de este artista, que indaga profundamente en el lado infernal de los seres humanos.

Antes de ser actor, fue titiritero y mimo. También fue autor y director, aunque reconoce sus matices de indefinición. De ese mejunje participa también su dramaturgia, en la que tampoco existe alguna forma instalada de modo definitivo. No hay nada estable en él, como si permaneciera en la búsqueda de algo que no pudiera describir con exactitud. Eso lo llevó a ser una figura clave en la emergencia de una nueva teatralidad en nuestro país durante la década del 90. Como director de piezas ajenas, nunca tuvo inconvenientes en faltar el respeto al texto y hasta de “asesinar” al autor. Su nombre es Daniel Veronese.

Se afirmó artísticamente en uno de los grupos de experimentación teatral más exitoso. “El periférico de objetos” compartió ese estatus con el de haber sido el conjunto independiente más reconocido en el exterior. Avalaron esa afirmación las regulares giras que realizaron por el mundo durante largos años –la más icónica de ellas llevó más de 45 días y los paseó por tres continentes para mostrar dos de sus espectáculos más festejados: Máquina Hamlet y Monteverdi Método Bélico–. Si hubo un hombre irremisiblemente ligado a este paradigmático grupo teatral fue Veronese: no solo por haber sido uno de sus fundadores, junto a Ana Alvarado, Emilio Wehbi y Paula Nátoli, sino por estar entre los animadores fundamentales y participar como autor o director en casi la totalidad de los espectáculos.

La estética de aquel grupo buscaba desacomodar al espectador: que nunca estuviera tranquilo. Por eso se afirmaba en una estética de sabotaje y de conferir imprecisión a las formas que se presentaban demasiado estables; someterlo a un oleaje de sensaciones contradictorias donde la ilusión de un momento se desmoronaba al siguiente, donde la certeza era sometida permanentemente a la desmitificación. Las obras de El periférico de objetos marcaron a generaciones no solo de artistas, sino también de pensadores del ámbito de la literatura, la filosofía y el psicoanálisis perturbados por la multiplicidad de lecturas que despertaban sus obras.

Sin embargo, el prestigio de Veronese trascendió a El periférico de objetos. En forma paralela a su intensa tarea dentro del grupo, elaboró una de las dramaturgias más originales. Su producción abarca más de veinte títulos. “El artista puede producir una verdad mucho más contundente y menos bastarda que la verdad política”, afirmó alguna vez. En ese sentido, Veronese cree que el peligro de decir la verdad es el disenso, por eso el discurso político nunca puede ser verdadero: necesita consenso.

Más recientemente, Veronese ha sido el director de Los padres terribles, obra del dramaturgo y realizador cinematográfico francés Jean Cocteau. A raíz de esa obra, Veronese hizo hincapié en que la diferencia entre la comedia y la tragedia es solo una cuestión de tiempo: un accidente ralentizado puede dar risa y en cámara normal es una tragedia. Todas las situaciones que suceden en la obra, según el grado de seriedad con que las tome el espectador se transforman en comedia o tragedia. Incluso los actores –detalló Veronese- saben que se trata de una comedia, pero que no tenía que trabajarse desde la comicidad, porque se trata de sentimientos de gente fuera de control.

En su departamento del barrio de Colegiales tiene un gato excedido de peso al que sometió a régimen con alimento dietético, pero más exigente es consigo mismo para liberar el máximo de adrenalina con la escritura de cada obra para llegar lo más hondo posible en terrenos desconocidos.

“Si yo no creyera en mi fuero íntimo que con mis obras puedo modificar algo, no haría teatro”, explicó alguna vez. Según Veronese, el artista no puede manejar ni garantizar un resultado entre los espectadores. Obviamente, la obra es creada para transmitir, pero el autor lo hace a partir de sus fantasmas y deseos, que es lo único que tiene. “Los pongo allí, sobre el escenario y la gente verá que hace con ellos. Sin dudas que hay producciones artísticas donde el objeto está más dirigido a producir algo concreto, pero no es mi caso. Me parece que proponerse ese objetivo es caer en una trampa”.

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