Cultura

El amor secreto de Lenin

Apollinariya Yakubova fue la amante de una de las figuras centrales de la Revolución Rusa. Una mujer con una historia fascinante.

El 22 de abril de 1870 nacía en Simbirsk, región central del Volga, Vladimir Ilich Ulianov, el hombre que con el legendario seudónimo de Lenin tendría una participación decisiva en la Revolución Rusa, ejerciendo desde entonces una gran influencia intelectual y política. Lo que no se conoce tanto es que además de esa vida aventurera regida por sólidos principios, hubo una historia de amor que merece ser contada.

Apollinariya Yakubova era hija de un sacerdote. De niña llevaba sus porqué hasta las últimas consecuencias, por lo cual se volvió impermeable a los intentos de su padre de transmitirle una fe. Estudió Física y Matemáticas en San Petersburgo, donde se recibió con honores. Tenía poco más de 20 años cuando su militancia revolucionaria la hizo terminar en un campo de prisioneros, en Siberia. El frío, el hambre, las enfermedades, los castigos físicos y morales, las arbitrariedades y los rigores de un encierro que parecía no tener fin no la hicieron desistir de la convicción que presidiría su vida: sólo la revolución podía cambiar las injusticias estructurales de su amada Rusia. Pero si quería participar de esa revolución debía escaparse de Siberia. Tenía 29 años, pero cada día que pasaba sentía que físicamente le pesaba como un año más. Junto a otros cuatro prisioneros planificó cuidadosamente la huida. No se conocen con precisión los detalles de cómo lograron profugarse, lo cierto es que Apollinariya en el año 1900 ya estaba en Londres. Allí cambió su vida.

Un sindicato socialista londinense organizó clandestinamente un mitin del que participaron Lenin y Apollinariya Yakubova. Ella no sabía demasiado de ese hombre al que llamaban Lenin, así como también se llamó Richter, Fedor, Tulin o Llyn (llegó a usar 140 seudónimos a lo largo de su actividad revolucionaria). Por su parte, él la conocía solo de nombre y esa tarde siguió con concentrada atención el admirable diagnóstico mundial que estaba trazando esa rusa tan atractiva, de maneras desenvueltas. Al final de la charla, Lenin la invitó a cenar en su casa. Por ese entonces, el gran teórico revolucionario ya estaba casado con Nadezhda Konstantinova Krupskaya.

La relación de Lenin con su esposa era muy sólida, basada en un gran cariño y en una profunda coincidencia ideológica. Ella era una mujer muy ilustrada, que en 1894 había conocido a Lenin en un círculo marxista y que con el triunfo de la revolución sería una pieza fundamental en la construcción del sistema educativo soviético. Pero la llegada de Apollinariya había provocado un sismo en la vida de Lenin.

No hay muchos registros gráficos de ella. El profesor de Historia de Rusia de la Queen Mary University de Londres, Robert Henderson, mientras buscaba en los Archivos Estatales de la Federación Rusa materiales para una biografía sobre Lenin, encontró la imagen de Apollinariya: “Era toda una belleza. Se confirman por fin los recuerdos de sus contemporáneos”. Agregó Henderson: “ Después de un siglo de misterio, por fin hemos conseguido una imagen de esta mujer de la cual se había hablado mucho pero no existían retratos”. La foto en blanco y negro muestra a una joven de grandes ojos marrones, pelo oscuro y facciones suaves. Su aspecto concuerda con las descripciones que se habían recogido sobre ella, las cuales afirmaban que su mera presencia solía perturbar al líder ruso.

Desde 1902 a 1908 Lenin solía verse con Apollinariya con sospechosa asiduidad. Hablaban mucho de política, los dos estaban convencidos de que la revolución en Rusia sería el primer paso de la victoria mundial del comunismo. Él solía leerle, con su voz gutural y su estilo contagioso, enardecido, el borrador de algunos de sus textos; pero también pasaba muchas noches en el departamento en el que Apollinariya vivía en el centro de Londres.

El tren de Zúrich

Cuando la paciencia de Nadezhda Krupskaya se colmó y amenazó con divorciarse, Lenin dejó de ver a su amante y decidió dejar Londres. Ella supo de los preparativos de ese épico viaje en tren de 1917 con el que Lenin, junto a 31 revolucionarios uniría Zúrich con Moscú, se decidía a cambiar la historia de Rusia. En el andén de Zúrich, empezó a escucharse a una marea de trabajadores cantando la Internacional y los gritos de ánimos se mezclaron con acusaciones de traición contra el líder bolchevique y los suyos por haber aceptado cruzar Alemania. Allí nació la idea del “tren sellado”, al que Lenin, con clarividente certeza, concibió como un vagón devenido en embajada para que los exiliados pudiesen viajar a través de territorio enemigo. Finalmente, toda la experiencia revolucionaria se condensó en el último día del viaje, cuando miles de personas con pancartas y símbolos revolucionarios aguardaban eufóricos a los exiliados. La imagen de la llegada del tren, además de ser un maravilloso material de póster, sería recordada como uno de los íconos de la Revolución Rusa.

En la carta a una amiga, confesaba cuánto le hubiera gustado a ella “estar ese 9 de abril esos vagones de tercera clase y llegar a San Petersburgo del brazo de la historia”. Apollinariya Yakubova volvió a Rusia con el triunfo de la revolución con la que tanto había soñado. Pero a los pocos días murió en su cabaña de Knipovich.

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