Cultura

Hugo del Carril, un artista nacido de las entrañas del pueblo

Además de ser un cantor que gozó de inmensa popularidad, las quince películas que dirigió son prueba de una filmografía sólida y preocupada por la realidad.

Llevó la media de la producción cinematográfica nacional de los años 50, con películas capaces de comprometerse con esa prédica social que había inaugurado Mario ­Soffici tiempo atrás con Prisioneros de la tierra, esa lúcida radiografía de las injusticias sociales casi ancestrales que se dan en el interior del país. Hugo del Carril, con su personalidad artística abarcativa –actor, cantante, director, hombre de cine y teatro–, fue uno de los emblemas más entrañables nacido en los años del primer peronismo.

A los 25 años pudo juntar dos de sus pasiones, la música y el cine: fue contratado para interpretar el tango Tiempos viejos en la película Los muchachos de antes no usaban gomina. En 1945 –año crucial en la historia del peronismo–, actuaría junto a Libertad Lamarque y Eva Duarte, quien apenas unos meses después sería una de las hacedoras del 17 de Octubre, en La cabalgata del circo, película que precedería el éxito arrollador que Hugo del Carril alcanzó en México y que lo retuvo durante cinco años en ese país. Entre el estreno de la película y el viaje, grabó esa pieza en la que su voz sería secundada por multitudes a través de los años y a lo largo y ancho del país: la marcha peronista.

En 1952 rodó la que sería su película más famosa, Las aguas bajan turbias, basada en El río oscuro, novela de Alfredo Varela que reflejaba el trato despiadado recibido por los trabajadores de los yerbatales (los “mensúes”) en el nordeste de nuestro país. Lo paradojal es que esta película filmada por un director peronista fue la adaptación del libro de un escritor comunista que estuvo preso en los años del gobierno de Perón, y que desde la cárcel colaboró con el guion de la película. Hay algunas disparidades entre el libro y la adaptación cinematográfica. En El río oscuro llegan al yerbatal fugitivos brasileños partidarios de la revolución de Prestes y son ellos quienes hacen reaccionar a los trabajadores argentinos ante las injusticias que padecen. En Las aguas bajan turbias son los propios obreros quienes reaccionan y fundan el sindicato, como se ve en la inolvidable escena en que los “mensúes” explican el significado de unión y poder sindical mediante un tronco de lapacho.

La Quintrala retrataba a una aristócrata y terrateniente chilena de la época colonial, famosa por su gran belleza y su no menos gran crueldad para con sus sirvientes. Era un gran personaje para que Hugo del Carril volviera a diseccionar el maltrato social clasista presente en todo su ciclo de cine social en los 50. La película fue levantada de inmediato, ya que su estreno coincidió con el golpe de Estado perpetrado en 1955. Hugo del Carril fue detenido durante 41 días en la Penitenciaría Nacional, acusado de corrupción, y se le aplicó esa sanción sin proceso judicial ni condena. La persecución no acabó cuando lo dejaron en libertad: sus películas no conseguían salas para estrenar, la prensa lo ignoraba minuciosamente, y el contacto con el público se volvió cada vez más dificultoso.

Más allá del olvido

En 1956, Del Carril consigue estrenar una película que lleva el significativo título de Más allá del olvido, una historia de amor ne­crofílico en la que un aristócrata, interpretado por el propio Hugo, busca regresar a su esposa muerta viviendo su segunda oportunidad con una nueva mujer, ya reconstruida a imagen y semejanza de la muerta.

En 1957, Graciela Borges debutó como actriz a las órdenes de Del Carril en Una cita con la vida; Tita Merello se lució en Amorina y Esta tierra es mía; en 1963 hizo la primera película musical a color, Buenos Aires, Buenos Aires, y con el regreso del peronismo le ofrecieron la dirección del Instituto Nacional de Cinematografía, cargo que rechazó para pedir que nombraran en su lugar a su maestro, Mario Soffici.

Entonces Hugo del Carril se abocó, de lleno, a lo que sería su última película, Yo maté a Facundo, la historia de Santos Pérez, el asesino del caudillo Facundo Quiroga. Finalmente, el filme fue estrenado en 1975, y contó en su elenco con Federico Luppi y José María Gutiérrez, entre otros.

Sueños de justicia social

Según el crítico Fernando Martín Peña, el actor heredó la fama de Gardel: “Era una estrella del tango inmensamente popular, y eso le daba acceso al cine. Sin embargo, no abusó del recurso de la música. Cantaba solo porque creía que el público se iba a sentir estafado si no lo hacía”.

Siguió cantando, padeció severos problemas económicos y murió en 1989, al poco tiempo de iniciarse en Argentina un nuevo período histórico que poco tenía que ver con sus sueños de justicia social.

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