ENTREVISTA EXCLUSIVA

Enemigos de las llamas

Diario Hoy dialogó con el piloto de la Dirección General de Aeronáutica de Córdoba, Juan Antonio Aussello, para conocer cómo es la tarea de los aviones hidrantes, en el marco de los incendios forestales que azotan a la región.

Con llamas que en ocasiones superan los quince metros de altura, Córdoba se enfrenta a incendios forestales de enormes proporciones. En ese contexto, los bomberos trabajan a contrarreloj, mientras reciben el apoyo de una flota aérea calificada.

Diario Hoy entrevistó al piloto de la Dirección General de Aeronáutica de Córdoba, Juan Antonio Aussello, para conocer su trabajo y saber cómo funcionan los aviones hidrantes.

—¿Cuál es la tarea específica que están llevando a cabo?
—Estamos volando aviones hidrantes en lugares donde el acceso por tierra se hace muy dificultoso. La idea es preservar la serranía cordobesa. Quiero destacar que detrás de nuestra actividad, hay una gran tarea de todo el plantel de la Dirección de Aeronáutica. Regresamos con los aviones sucios, embarrados, con los filtros de aire tapados, pero hay personas que trabajan durante la noche para que al día siguiente estén impecables. A la vez, el personal administrativo se encarga de conseguir los repuestos, entre otras labores.

—¿Con qué flota cuentan y cómo es concretamente la operativa?
—Tenemos tres aviones conocidos como terrestres, un Fire Boss o anfibio, dos helicópteros y un avión vigía. El Fire Boss que se abastece, por ejemplo, de los lagos, se posa sobre el agua a una velocidad de 150 kilómetros por hora, y en quince segundos carga su capacidad total, que equivale al peso de treinta pasajeros con sus respectivos equipajes (3.000 litros). Si es un incendio de rastrojo, se arroja la carga en 700 metros lineales, y supongamos que el fuego se ubica en un pinar, el agua cae allí en un segundo y medio. Los aviones terrestres cargan el líquido en algún club cercano y vuelven a despegar, pudiendo hacer apenas tres vuelos por hora. En cambio, el Fire Boss logra entre quince y veinte disparos hidrantes, en sesenta minutos.

—¿Reciben los pilotos alguna preparación especial?
—Las instrucciones son las mismas que se imparten en países como Chile, Estados Unidos y España. Los pilotos tienen que tener una experiencia de, por lo menos, entre 3.000 y 4.000 horas de vuelo, ya sea cívica o militar. Habitualmente, los que luchan contra incendios forestales provienen de la actividad agropecuaria, de la rama de los agroaplicadores. En las sierras se vuela muy bajo, a cinco o diez metros de altura.

—¿Sienten temor?
—Es una tarea que requiere una gran vocación de servicio, y aunque hay nervios y miedo, siempre trabajamos bajo la premisa de no arriesgar. Permanentemente, contamos con la ayuda de los bomberos, que son los que más expuestos están y los que más se entregan. Cuando los brigadistas ven el avión, suelen comentarnos que se sienten cuidados. Eso es lo que nos reconforta y lo que seguiremos haciendo para garantizarles protección y la mayor cantidad de agua posible.

Ayuda externa

La Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas (Fearca) puso a disposición sus aviones para apagar los incendios. En este sentido, el director ejecutivo del organismo, Danilo Cravero, expresó: “Sabemos que no es la solución de raíz porque lo importante sería que los incendios no se provocaran, pero nos sentimos con la responsabilidad de hacer un aporte para solucionar esta gran problemática”.

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