cultura

Entrevista a Sergio Poli

Es uno de los grandes músicos de nuestra ciudad que también ha encontrado en la fotografía una forma de creatividad, tal como lo demuestra con su libro Japón.

Ninguna música le es ajena: el jazz, el rock, el tango o la llamada música clásica. Se desempeñó en la Orquesta Estable del Teatro Argentino durante casi 30 años, y fue convocado por Los Redonditos de Ricota para participar en la grabación de Lobo suelto, cordero atado y Ultimo bondi a Finisterre, además de actuar con la banda en los conciertos que diera en Huracán en 1993 y 1994. Hace casi 30 años se decidió a hacer pública otra de sus pasiones: la fotografía. Ahora, acaba de publicar un libro: Japón. Apuntes; y el 17 de noviembre, en la sede de Adulp, hará una muestra.

―¿Cuándo nació la afición por la fotografía?

―Todo esto arranca de un modo un tanto fortuito. Allá a comienzos de los 90 me había comprado mi primera cámara; y me fui a hacer un curso de fotografía en la Fotogalería Omega, con Ataúlfo Pérez Aznar. Se armó un muy buen grupo de compañeres, a tal punto que, una vez terminado el curso, Fufo nos propuso hacer un taller de fotografía documental. Un taller que duró tres o cuatro años, años de mucha intensidad, mucho trabajo. Aprendimos a hacer laboratorio, y cada semana había que llevar fotos reveladas, copiadas, más las hojas de contacto. En el grupo se hablaba, se debatía, se criticaba… se aprendía mucho.

―¿Qué te atrajo tanto de Japón como para generar la necesidad de contar tus impresiones desde la fotografía?

―Fue justamente por esa época cuando me convoca el Maestro Omar Valente, pianista y compositor de La Plata, a realizar una gira de conciertos de 40 días por Japón. Eran giras donde se trabajaba y se viajaba mucho, pero aun así quedaba tiempo para recorrer las calles, cámara en mano. Para mí era una experiencia interesante porque me permitía salir a buscar por fuera del contexto del taller de fotografía. Y saqué varios rollos de fotos. A la vuelta le pasé las hojas de contacto a Ataúlfo, quien las revisó y me dijo: “Hay material como para una muestra”. Así nació “40 días en Japón”, mi primera muestra individual. Yo volví en cuatro ocasiones más a Japón, y en cada viaje fui sumando material a mi archivo, con la idea de alguna vez cerrar esa historia con algo más abarcativo. Y la oportunidad me llega ahora, con esta invitación de Fufo para abrir esta colección de libros que se llamará “Fotógrafos Platenses”. Espero que sean muchos los libros que se vayan sumando a esta colección.

Respondiendo puntualmente a tu pregunta, lo que me atrajo de Japón es ese conjunto de posibilidades que ofrece al ojo puesto en la lente: la gente, las costumbres, la vida ajetreada, la vida contemplativa, la modernidad tecnológica, los templos y las costumbres milenarias; todo ese combo que hace de Japón un lugar tan rico y tan contradictorio a la vez.

―¿Hay alguna zona de contacto entre la música y la fotografía?

―No sabría responderte si hay algún punto de contacto así, en abstracto. Lo que podemos buscar es si hay en mí una zona de contacto. Y creo que sí, que hay algunos lugares en común. La música, a pesar de esa faceta pública mucho más social o gregaria (los otros músicos, el escenario y el público) tiene un altísimo componente de actividad en solitario. Las largas horas de estudio del instrumento, el tiempo que se dedica a la composición o los arreglos; en todo eso sí veo zonas en común con la fotografía: uno puede estar cámara en mano, en una movilización en Plaza de Mayo, pero la búsqueda sigue siendo individual. Y ni hablar del tiempo de laboratorio, antiguamente, o frente a la computadora ahora, eligiendo y “revelando” todo ese material.

―¿Por dónde pasa la creatividad en la fotografía?

―Me parece que hay tantas respuestas como fotógrafos. Se puede pensar desde el manejo de la luz (eso sería estrictamente foto- y -grafía: escribir o dibujar con luz), de la combinación de colores o, la que más me gusta a mí, esa definición que nos da el gran Henri Cartier-Bresson cuando dice que la fotografía es “el reconocimiento, en una fracción de segundo, de una organización rigurosa de las formas percibidas visualmente”. Dicho de un modo más poético, y siempre según las palabras del Maestro: “Fotografiar es poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo punto de mira”.

―Nombrá algunos momentos de tu carrera musical que tengas para siempre “fotografiados” en tu alma.

―Cuando era adolescente tuve la suerte de conocer a Borges en su casa y le hice una pregunta muy parecida, con otras palabras. Y su respuesta fue que si uno fuera realmente sensible viviría cada momento de la vida como importante. Y me parece que por ahí va la cosa. Mi primera clase de violín a los 7 años pudo no parecerme importante en aquel momento, o puede parecerme demasiado remota hoy, 55 años después; pero es evidente que me marcó de por vida.

Igual se pueden ensayar tres o cuatro fotos: mi primer ensayo en la orquesta del Teatro Argentino, a los 21 años; el primer ensayo en el Teatro nuevo, nuestra casa, después de tantos años de peregrinar; haber pasado fugazmente por la Orquesta Sinfónica Nacional, orquesta que tuvo entre sus fundadores a mi padre, Roberto; los shows en Huracán con Los Redondos; las diversas formaciones musicales con tantos amigos durante tantos años; haber podido conocer tantos países gracias a la música; cada vez que comparto un hecho musical con Paula Mesa, mi compañera en el más amplio sentido de la palabra… son muchas fotos…

―Contá cómo tenés imaginada la presentación del 17 de noviembre.

―Será algo bastante simple. Una proyección de las fotos que integran el libro, una mesa que compartiré con Ataúlfo Pérez Aznar, director de la colección “Fotógrafos Platenses” que se inicia con mi libro; y con Luis Raimundi, el diseñador del libro y de la colección. Y espero que se dé algún ida y vuelta con el público asistente.

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