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El recuerdo de un grande que se fue temprano

A Fabián Bielinsky le bastaron dos largometrajes para ganarse un lugar de excepción en el cine argentino. Murió en Brasil, a los 46 años.

Nueve reinas y El aura, fueron sus dos únicas películas. Ambas habían sido exitosas desde todo punto de vista: concurrencia de público —tanto en nuestro país como en el exterior—, valoración de la crítica y logros estéticos. Todos le auguraban un muy promisorio camino por recorrer. El 29 de junio de 2006 estaba en San Pablo —Brasil— haciendo el casting para una nueva película. Esa noche se fue a dormir y ya no despertó. Tuvo un infarto agudo de miocardio.

Fabián Mario Bielinsky nació en Buenos Aires el 3 de febrero de 1959, a los 13 años se integró al grupo de cine del Colegio Nacional de Buenos Aires y filmó su primer corto en Súper 8, basado en un cuento de Julio Cortázar, Continuidad de los parques.

Era el año 1972. Su pasión por el cine había sido inoculada en aquellas largas tardes con programa doble en la penumbra del Lido, en las que iba con su padre que era crítico amateur. Veía de todo, aunque lo que más se proyectaba en esa época era cine de género, westerns, policiales, comedias. Ya se soñaba director cuando fue anotarse a la escuela oficial del Incaa que se llamaba Centro Experimental de Realización Cinematográfica. La inscripción cerraba justo ese día. Se recibió en 1983, cuando en el país volvía a respirarse los aires de la democracia y el horizonte parecía abierto para todas las posibilidades creativas.

El formato de cortometraje era el más económico y en el que se movía con más facilidad. Amaba a Borges y quería adaptar alguno de los cuentos de El Aleph, finalmente se decidió por La espera, el relato de un hombre de pasado misterioso que sabe que lo están buscando para matarlo. Lo filmó con Guillermo Battaglia y Héctor Bidonde como protagonistas. Ganó con él el primer premio del Festival de Huesca, en España, luego, fueron otros festivales prestigiosos los que decidieron distinguir esta ópera prima.

Trabajó como asistente de dirección de Miguel Pérez en La república perdida 2, un documental con textos de María Elena Walsh, que reconstruía nuestra historia patria, y aprendió secretos de dirección trabajando al lado de Carlos Sorín, Eliseo Subiela y Mario Levin. Antes de filmar su primer largometraje, colaboró con Ricardo Piglia y Fernando Spiner en el guión de La sonámbula y cuando, en 1997, el gran director alemán, Wim Wenders, vino a filmar a nuestro país un comercial para una muy importante automotriz, Bielinsky fue su más estrecho colaborador.

Cuando terminó de escribir un guión sobre el mundo de los estafadores que pululan en la marginalidad, lo ofreció vanamente a todas las productoras. Ninguna de ellas le veía futuro. Un de esas productoras —Patagonik— llamó a un concurso de guión y Bielinsky, sin demasiadas ilusiones, lo presentó. Ganó el primer premio. Se trataba de Nueve Reinas. La fascinación de la historia hizo sentir sus efectos de inmediato. Las actuaciones de Ricardo Darín, Gastón Pauls, Leticia Bredice y Alejandro Awada, entre otros, le dieron intensa verosimilitud a la trama. La película ganó veintiún premios internacionales, incluyendo el Festival de Biarritz, Trieste, Lima, Bogotá y Mar del Plata. Desde entonces, Hollywood quiso sumar a sus huestes a Fabián Bielinsky. Tanto Universal, Fox, como Sony, lo tentaban con cifras millonarias. Pero él no aceptó, no quería repetirse: “No querría que las dos primeras películas que haga fueran la misma, es como no avanzar”. Finalmente, la película tuvo una remake norteamericana con Steven Soderbergh, bajo el título de Criminal y con la producción de George Clooney. El resultado de esta adaptación fue un pálido reflejo de la versión original.

Luego, vendría El aura, un thriller psicológico, oscuro, inquietante, sin la vena humorística de su película anterior, que Bielinsky sintetizó de este modo: “La tentación de un hombre honesto por pasarse del otro lado de la línea”. La película está considerada como uno de los mejores policiales del cine argentino. Las dos asociaciones de críticos que tiene nuestro país coincidieron en que El aura, es la mejor película nacional de 2005. Justo antes de viajar a Brasil —donde lo encontraría la muerte—, Bielinsky había ganado seis Cóndor de Plata, entre ellos al mejor film y al mejor director.

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