Cultura

José Pablo Feinmann, el arte de ayudar a pensar

Novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo, historiador, guionista de cine, Feinmann es uno de los grandes intelectuales argentinos, con vocación para compartir amplias zonas del conocimiento.

"Contengo multitudes”, decía Walt Whitman. José Pablo Feinmann podría decir lo mismo. Su obra abarca muchos géneros literarios y zonas del pensamiento. Durante la pandemia ofreció tres cursos –a los que se puede acceder ingresando a www.feinmann.online– y tiene en preparación dos más. De esa manera confirma su vocación de pensar y compartir.

—¿Cómo estás viviendo estos tiempos tan extraños que nos ha tocado?

—Yo venía medio recluido desde lo del ACV hace cinco años. Me acostumbré bastante a estar en casa. No me cuesta mucho no salir a la calle, en casa tengo muchas cosas que hacer de las que tengo ganas todavía, que son unas cuantas.

—Entre esas cosas que estuviste haciendo hay varios cursos.

—Los cursos es lo mejor que hice en el 2020. Grabé 9 clases sobre “Historia conceptual del peronismo”, 14 clases sobre “Historia conceptual de la Argentina”, y uno de 10 clases sobre “Literatura argentina y compromiso político: Sarmiento, Hernández, Borges y Walsh”. Ahora estoy haciendo “El cine y la condición humana”. Las tres primeras entregas, de 50 minutos cada una, son a partir de la Guerra de Secesión norteamericana: analizo El nacimiento de una nación, de ­Griffith, Lo que el viento se llevó, la gran producción de David Selznick, y Gloria, una película con Denzel Washington, Morgan Freeman y Matthew Broderick, que es la creación de un batallón de negros en la Guerra de Secesión y que fue a pelear a favor del Norte. También estoy grabando sobre “El boxeo y la condición humana”. Salió un curso muy rico, muy complejo y muy reflexivo sobre el arte de las trompadas.

—Juntaste a dos escritores aparentemente inconciliables: Borges y Walsh.

—Dos gigantes totalmente opuestos en el aspecto político. Borges no ganó el Premio Nobel porque fue a visitar a Augusto Pinochet en ­septiembre de 1976 y le dijo: “Le agradezco a usted, general, haber enseñado a mi país cómo se lucha contra el marxismo”. No le iban a dar el Premio Nobel a un admirador de Pinochet.

—Es sabido que Walsh tenía cierto respeto por Borges como escritor, y quizás, si Borges hubiera leído alguno de los cuentos de Walsh, no le hubieran disgustado tampoco.

—Por supuesto que no, Walsh tiene grandes cuentos, y tiene algo que Borges no, una novela, corta, pero novela al fin, Un oscuro día de justicia, que está muy bien trabajada. Escribía muy bien Walsh, pero su compromiso político lo llevó a morir peleando. En cuanto a Borges, tiene una obra magnífica, un tanto repetitiva en los adverbios y los adjetivos en los que abunda, pero es extraordinaria. Cuando en 1978 decidí, bajo la dictadura, escribir ficción, releí toda la obra de Borges porque quería tener bien claro cómo era una gran prosa. Últimos días de la víctima es una novela que tiene influencias de Hammett, de Chandler, pero, sobre todo, de Borges. En particular del cuento “La espera”, que me marcó mucho.

—El cine es una pasión que has ­alimentado toda tu vida, no solo como espectador, sino también como ­guionista.

—Habré escrito cuarenta guiones, aproximadamente. Pero los que más quedaron son Últimos días de la víctima, que dirigió Aristarain, y Eva Perón, protagonizada por Esther Goris. Le tengo un especial cariño al guion de Borges y Ay Juancito. ­Después hice otros más o menos flojos, pero, bueno, hay que comer.

—¿Cuál dirías que es el objetivo principal que te planteás con tus cursos?

—Tratar conceptualmente la problemática del país y del mundo. Quiere decir, inteligir claramente los hechos, ordenarlos y encontrarles un sentido. Por ejemplo, ¿qué sentido tuvo la muerte del Chacho Peñaloza, la matanza de la Patagonia, la muerte de Aramburu, que se hizo bajo la dictadura de Onganía? Reflexionar sobre la violencia. Si uno repasa la historia, va a estar de acuerdo con Walter Benjamin, que decía que “el ángel del futuro mira hacia atrás y ve una cadena de ruinas”. Todos vemos una cadena de ruinas cuando miramos hacia atrás, hay que mirar entonces hacia adelante, tratando de construir con las ruinas un nuevo edificio donde podamos vivir la mayor cantidad de argentinos.

—La violencia ha sido una preocupación constante en tus obras.

—Así es, también la traté en Cuestiones con Ernesto Che Guevara, una obra de teatro. La abordo exhaustivamente en mis dos tomos sobre el peronismo. Bajo una dictadura, la violencia de abajo está justificada; en democracia, la violencia no tiene lugar. Incluso la violencia puede ser verbal, discursiva, como la que practica la oposición. Yo la escuché a Patricia Bullrich llamar a la rebelión en Venezuela, ¿cómo un político argentino llama a la rebelión en otro país? Es un disparate. La gente termina siendo hablada por el poder mediático, en lugar de hablar desde su libre subjetividad.

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