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La escritora que hizo enamorar a muchos lectores

Jane Austen es un clásico de la novela romántica de la época victoriana; el cine y las series encontraron en ella un material inagotable.

Hija de un pastor protestante, conquistó una celebridad perdurable a raíz de Orgullo y prejuicio. Su arte sobrio y delicado hace resaltar una psicología matizada, particularmente precisa en la pintura de la burguesía inglesa. Cierta ironía subyacente da lugar a que esas obras, como las que publicó más tarde, sean demasiado duras para la sensiblería de la época. Toda su producción fue editada de forma anónima o bien póstuma, de suerte que a su muerte su nombre era casi desconocido. El éxito llegó para su obra a mediados del siglo XIX, tanto en su país como en el resto de Europa.

En la década de 1790, comenzó a escribir sus primeros borradores: Sentido y sensibilidad, Orgullo y prejuicio y Northanger Abbey. Tras pasar un tiempo viviendo con su familia en Bath, se mudaron a Southampton y después a un cottage de Chawton en el que la escritora repasó sus primeras novelas y escribió otras grandes obras: Mansfield Park, Emma y Persuasión. Lo cierto es que dejó algunos de los mejores romances de la historia de la literatura, demostrando su afilado sentido del humor, su crítica velada a la sociedad de su época y su buen gusto para los encuentros forjados en la desesperación de un sueño.

Sin embargo, la suya fue una vida sin grandes acontecimientos, apenas alguna que otra trivialidad perturbando la placidez de una existencia provinciana; solo muy de tarde en tarde realizaba algún viaje a Londres. Nunca se casó. Según Virginia Woolf, su gran admiradora, a los quince años ya tenía una mirada crítica y escéptica, sin demasiadas ilusiones: “Era una mujer que escribía como una mujer, no como un hombre”. Igualmente admirativa es J. K. Rowling —la creadora de la saga de Harry Potter—, quien confesó en un reportaje: “Mi escritora favorita es Jane Austen y leí todos sus libros tantas veces que perdí la cuenta. Si pudiera ser cualquier personaje de la literatura, sería Elizabeth Bennet”. También tuvo detractores, claro, alguno de ellos genialmente irónico, como Mark Twain, quien dijo que una biblioteca vacía ya era buena, por el solo hecho de no tener libros de Jane Austen.

A los 22 años, Jane escribió First Impressions (primer título de Orgullo y prejuicio); reescribió Elinor and Marianne, entre 1797 y 1798, y le puso nuevo nombre: Sense and Sensibility. Luego esbozó el primer borrador de Susan, que se llamaría finalmente La abadía de Northanger. Vale decir, creó tres novelas extraordinarias antes de cumplir 24. El padre estaba tan convencido de la notable calidad de sus obras que recomendó la obra a un editor, Thomas Cadell, sin decirle a quién pertenecía (usó la fórmula “Obra en mi poder el manuscrito...”), ofreciéndose incluso a invertir un dinero en la publicación. Muy pronto, seguramente sin leerla, Cadell reenvió la carpeta con la palabra “Rechazada” en la primera página. Un desacierto mayúsculo, cometido por pura dejadez. Perdió el editor, pero sobre todo perdió Jane Austen, a quien la publicación del libro le habría dado la independencia económica que tanto necesitó años más tarde.

La obra de Austen ha sido muy utilizada en cine y televisión para mostrar a los espectadores cómo era la época de la Regencia en Inglaterra, que especialmente se ha puesto tan de moda con los libros y la serie de Los Bridgerton. No obstante, probablemente, la mejor versión cinematográfica de la mítica novela de Jane Auten, la realizó el director Joe Wright, quien logró perfectamente mantener intacto el espíritu de la novela sin ser una adaptación completamente fiel. En ese sentido, Wright hizo hincapié en el roce de las manos, la musicalidad de los movimientos, el entrañable caos de la casa de los Bennet, la absoluta belleza de las decoraciones y escenarios de la época y trasladó la primera declaración de matrimonio a un escenario de cuento, donde llueve a cántaros y las bocas se anhelan a escasos centímetros. Asimismo, elevó la tensión sexual junto a unos estupendos Keira Knightley y Matthew Macfadyen, dando a cada momento icónico de la historia su espacio para brillar.

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