La femineidad dentro del yoga es más importante de lo que se cree

¿Cómo salirnos de la realidad abrumadora de estos tiempos? ¿Cómo podemos descansar la mente y trasladar esa calma a nuestras casas? Una yoguini puede tener la respuesta.

Yogui es la palabra utilizada para referirse a cualquier practicante de yoga, pero principalmente se usa para referirse a un maestro que lo enseña. Con el tiempo y con la lucha, se empezó a escuchar la palabra yoguini, que es el término femenino de la palabra yogui.

Para ser una yoguini o un yogui, primero son necesarias algunas cuestiones que nos llevan a ser congruentes con la filosofía de esta práctica, como por ejemplo ser consciente de uno mismo y del otro y de la unión del ser con el mismo universo. Eliminar nuestro ego es fundamental, ya que nos lleva a lugares oscuros que son lo contrario al yoga. En el budismo y el hinduismo, por ejemplo, yogui o yoguini se refiere a los gurús espirituales, a la unión energética de los dioses, como la unión de todos los espíritus y cuerpos en el amor universal.

Un poco de historia

Los primeros registros del yoga aparecen unos 3.300 años antes de Cristo. En el Valle del Indo se halló un sello con la imagen grabada de un hombre haciendo la clásica posición de loto, asociada con esta práctica y algunas religiones. También pensaron que era Shiva (miembro de la sagrada trinidad del hinduismo, junto a Brah­ma y Vishnu), pero luego fueron apareciendo otras filosofías que no estaban alejadas de la base del yoga, como son los tantras, los Yoga Sutras de Patanjali o el mismo yoga medieval.

El ser iguales

En primer lugar, si se entiende al yoga como un “método”, se puede entender también como una herramienta que nos ayude realmente a equilibrar las fuerzas del universo, a hacer que hombre y mujer caminen juntos sin ningún tipo de diferencia en lo que es la vida y, sobre todo, en la práctica del yoga. Es por ello que diario Hoy se puso en contacto con una yoguini para que cuente, explique y muestre la femineidad dentro del yoga.

La entrevistada es Belén Aoüt, una joven de 35 años que está en pareja y tiene dos hijos, que lo primero que dice, a modo de romper el hielo, es “felizmente casada”.

“Yo empecé con yoga de chica, pero no tan chica. Tenía 15 años y entonces ahí empezó mi viaje. Conocí a un ser espectacular, lleno de vida y una energía imparable, que fue mi primera profesora, Sonia. Ella no solo me guio en mis primeros pasos, sino que me llenó de información prestándome libros suyos. Ahí aprendí lo que era una yoguini, supe que quería serlo y es lo que soy. Por ejemplo, sin el yoga yo no podría haber tenido a mis hijos por parto natural y pude hacerlo”, cuenta Belén, y continúa: “La luz y decisión que tiene y sale dentro de una mujer, según el yoga, es el mismísimo universo, por eso hasta elegí el día del nacimiento y sucedió así”.

“Para el que no sabe nada de esto y quiere empezar a hacer algo en la casa, les paso la listita que tenemos pegada en casa. Igual, siempre recomiendo un guía, siempre”, dice Belén, y comienza a enumerar: “Meditar una vez al día, preferentemente en la mañana. Vivir el presente y no tener pensamientos violentos. Apreciar lo que tenés y lo que te rodea. Cuidar tu cuerpo, tu mente y tu alimentación, no es necesario que muera nadie para comer. Ser empático con los demás y liberar tus emociones. Sacate el apego y practicá yoga”.

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