CULTURA

Luis Gregorich el más porteño de los croatas

Fue ensayista y ejerció durante largos años el periodismo. Escribió el guion de la película La república perdida y estudió detalladamente las excentricidades de Juan Domingo Perón y Jorge Luis Borges.

Nació el 3 de agosto de 1938 en Zagreb, Croacia, pero pronto su familia se mudó a Buenos Aires, adonde, como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, llegó un mestizaje de emprendedores buscando instalar sus industrias, agricultores, pero también asaltantes y refugiados. Intelectual, periodista, crítico literario, ensayista e historiador, a lo largo de su vida optó por definirse desde la vaguedad de sus oficios, enhebrando una biografía tan interesante como polémica.

Más allá de bucear en vidas y obras de los escritores y reivindicar la indocilidad y la defensa de la autonomía plena y la libertad creativa, Gregorich fue, ante todo, un incansable lector. Aprendió a leer a los cuatro años, en parte por iniciativa e interés propios, y en parte por estímulo materno. Pronto leer se convirtió en su afición principal, aun bastante antes de ir a la escuela.

Llegó al periodismo en 1974. Antes había trabajado en el medio editorial, dirigido algunas colecciones prestigiosas y ya era considerado un especialista en la edición de libros. Un día recibió un llamado del diario La Opinión, dirigido por Jacobo Timerman, ofreciéndole que se ocupara de una novedosa sección dedicada exclusivamente a los libros. Pocos meses después asumió la secretaría de redacción y la dirección del suplemento cultural.

Los años de la última dictadura, los de mayor censura y desinformación sistemática, fueron para él años repletos de caminos indirectos, donde los periodistas no tuvieron mayor alternativa que perfeccionar una serie de procedimientos para decir ciertas cosas que solo se podían decir con metáforas, omisiones, medias palabras, imágenes, alusiones. Durante ese período, Gregorich padeció el hecho de que estuviese desalentado el periodismo de crítica y opinión desde la Junta Militar. No obstante, haber vivido de un modo sufriente el oficio periodístico aquellos años lo llevó a convencerse de que se había formado un género nuevo de periodistas, muy distinto al periodista ortodoxo y tradicional que se conocía antes, sino más bien con rasgos de funcionario o empleado de relaciones públicas, que principalmente se hallaban en los medios estatales masivos.

Fiel a la dignificación de su oficio, en el marco de una entrevista publicada a mediados de 2014, Gregorich (a propósito de lo que intentó defender desde su ámbito de acción) afirmó: “Echo mucho de menos un periodismo más racional y no tan faccioso, que pudiera ocuparse con más serenidad y respeto de los problemas que nos agobian. Y que pudiera liberarse un poco de los escándalos mediáticos y de los dramas policiales”.

La gran utopía

Luis Gregorich se destacó como guionista del célebre documental La república perdida, dirigido por Miguel Pérez, estrenado en septiembre de 1983, un mes y medio antes de la elección que consagraría como presidente a Raúl Alfonsín. El documental fue un notable trabajo de montaje de material audiovisual y bibliográfico en el que se recapitula gran parte de la historia del país desde 1910 hasta el golpe de Estado de 1976. En ese contexto, se explicó la historia de más de medio siglo del país a partir del enfrentamiento entre las fuerzas populares, encarnadas en el ­yrigoyenismo y el peronismo, contra la oligarquía al servicio de los intereses extranjeros.

Autor de varios libros, prologuista y traductor, Gregorich consideraba que la democracia era la gran utopía de la contemporaneidad. Entre otros premios, recibió el de Traducción del Fondo Nacional de las Artes y el Primer Premio Nacional de Crítica Literaria de la editorial ­Sudamericana. Falleció a sus 81 años, el 22 de febrero de 2020.

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